2004-03-11.LA RAZON.MAYORÍA ABSOLUTA AGT

Publicado: 2004-03-11 · Medio: LA RAZON

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OTRAS RAZONES

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LA RAZÓN
JUEVES, 11 - III - 2004

OTRAS RAZONES

MAYORÍA ABSOLUTA

CONSTITUCIÓN PARA MESOPOTAMIA
U na esplendo-

opresión de la libertad
por la libertad se pro-
duce  cuando,  en  un
clima intelectual de ti-
ranía social (consen-
so), el sistema propor-
cional  de  listas  de
partido crea mayoría
absoluta de un despo-
tismo  electivo.  Los
que desconocen estas
evidencias históricas ni piensan por sí mis-
mos ni han leído a Stuart Mill.

Los partidos nacionalistas tienen motivos
para temer la mayoría absoluta de un partido
que encarna el nacionalismo contrario. Pero,
reducido a la esfera abstracta de los sobera-
nismos de las nacionalidades y al grado con-
creto de competencias autonómicas, el ám-
bito de su temor es mucho menor que el de
las libertades individuales de pensamiento,
expresión y acción. Sometidos los ciudada-
nos a la dictadura del consenso oligárquico
de todos los nacionalismos y desguarnecidos
del poder de control efectivo de la mayoría
gobernante, carecen de personalidad y de los
derechos políticos que importan.         

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO

rosa  noticia
para el pue-
blo  iraquí.  A  pesar
de las bombas de ca-
da día, de los atenta-
dos de todo jaez, del
riesgo  cotidiano  de
perder cabeza y vida
al  pasear  dentro  o
fuera del «triángulo
sunní»,  los  iraquíes  ya  tienen  constitu-
ción. Es verdad que provisional. Cierto
que aprobada por un Consejo de Gobier-
no interino a las órdenes de USA, cada
vez más aferrada a sentar sus posaderas
en todos los pozos petrolíferos de la ri-
quísima y paupérrima nación mesopotá-
mica. ¿Quién confía en la aplicación real
de esa constitución, en la garantía veraz
de derechos y libertades proclamados con
solemnidad teologal? ¿Quién piensa que,
vigente la constitución provisional, serán
universales e indivisibles el respeto a los
derechos  humanos  en  Iraq?  ¿Quiénes
confían en que la resistencia política ar-
mada frente a los ocupantes decrecerá o
se desvanecerá con la relativa vigencia de
la Constitución interina? ¿Morirán más

¿HAY MOTIVO?

L os  directores  de  cine  –algunos  de

ellos, claro– no han querido quedar-
se esta vez tampoco fuera de foco y
de la foto y han reunido más de una treinte-
na de cortos repartiéndose una visión crítica
de la sociedad. «Hay motivo» se ha conver-
tido, tras la de Medem y su pelota vasca, en
la película de moda y, como la de Medem,
amenaza con ser el filme clandestino más
visto de la última década. No compartí las
iras  de  algunos  fundamentalistas  ante  el
aburrido  documental  de  los  pelotaris. Y,
contra lo que dicen voces airadas, cercanas
todas a la misma opción política, no me pa-
rece mal que los cineastas, que practican un
arte tan conectado con la realidad, ejerzan
de conciencia crítica; ¿qué sería del cine, y
del arte en general, sin la voluntad de con-
tribuir a cambiar la sociedad para mejor?
Ahora bien, confieso que no sé si el loable

propósito de «darle una
patada en los genitales
al Gobierno» (sic) es el
que  debe  justificar  tal
crítica  y,  encima,  en
plena campaña. Yo tam-
bién creo que hay moti-
vos para votar a unos en
lugar  de  a  otros,  pero
también hay motivos para no votar a esos
unos y sí a esos otros. Un lío típico de in-
deciso hasta última hora, vaya. De lo que
no  estoy  seguro  es  de  que  la  visión  de 
«Hay motivo» vaya a servir para decidirme.
Qué suerte estos directores –y lo digo en se-
rio– ilustres que tienen las cosas tan claras
y  todo  lo  ven  blanco  o  negro  y  no  en 
technicolor...

FFeerrnnaannddoo  JJÁÁUURREEGGUUII

REBOREDO Y SAÑUDO

L a  Transición

ha  trastocado
la jerarquía de
valores en los concep-
tos. La consagración
del  consenso  como
fundamento del orden
constitucional ha traí-
do consigo, entre tan-
tas  ideas  taradas,  la
profanación del prin-
cipio básico de la democracia: gobierno de
la mayoría absoluta. El significado de la pa-
labra absoluta se impone a la idea relativa de
lo que expresa en tanto que adjetivo de la
mayoría gobernante. A tal punto llega el vi-
cio del hombre público de pensar la palabra
en vez de hablar su pensamiento, que hasta
el jefe de la mayoría absoluta promete go-
bernar por consenso. 

El poder de una mayoría absoluta, mule-
tilla de los celos oligárquicos y báculo de la
democracia, jamás puede ser despótico si es-
tá bajo el poder absoluto de control por la
minoría. En una relación equilibrada de po-
der, la fuerza de uno de sus términos no pue-
da ser medida sino por la fuerza del contra-
rio. Lo absoluto en la democracia está en el
poder de control de las minorías. Este prin-
cipio, desconocido en el parlamentarismo,
fundó la democracia representativa en los EE
UU. Los padres fundadores de la primera
República extensa no se rebelaron contra el
principio monárquico de gobierno (lo ins-
tauraron con el presidencialismo), sino con-
tra el principio liberal del poder absoluto de
la mayoría parlamentaria. La de uno o la de
varios partidos asociados.

Cuando oigo decir a los partidos minori-
tarios y a los intelectuales de la izquierda que
las mayorías absolutas dañan el respeto de
las minorías, no puedo evitar sonreírme co-
mo ante el desesperanzado grito del cojo a
los  que  escapan  de  un  peligro  galopante:
«No corráis que es peor». Aparte de la con-
fusión entre despotismo electivo y tiranía so-
cial, una cosa es que la mayoría absoluta no
pueda ser regulada como normalidad en el
Estado de Partidos, y otra muy diferente ig-
norar que sin esa mayoría no es posible go-
bernar de modo leal como en la democracia.  
Las combinaciones de partidos para for-
mar mayorías de gobierno después de las
elecciones, vicio clásico del parlamentaris-
mo si el conflicto social no divide en dos
bandos a los gobernados, suponen un fraude
para los votantes. Los participantes en el go-
bierno tienen que incumplir sus promesas y
programas. Como también las incumplen los
jefes  de  gobierno  por  mayoría  absoluta
cuando anuncian que gobernarán en  favor
de todos y no en interés de sus votantes. Otra
idea tarada. Ninguna promesa de gobierno
puede permitirse ser partidista. La deslealtad
a todos no está en el cumplimiento de un
programa  ganador,  sino  en  su  incumpli-
miento.    

Es imprudente citar frases de un pensador
sin conocer su obra, como hacen los pseudo-
intelectuales de la Transición. Cuando Ma-
dison  y  Jefferson  hablan  de  «despotismo
electivo», por ejemplo, no se refieren a un
peligro que aceche a la democracia, sino al
sistema parlamentario. Cuando Tocqueville
habla de «tiranía de la mayoría», tampoco
piensa en la de un partido absolutamente ga-
nador, sino en la del consenso de todos los
partidos  constitucionales.  El  colmo  de  la

que 

felices  los  muertos
de cada día? ¿Serán
más  que  nunca  las
estrellas de Babilonia
amigos
ojos 
de 
muertos 
se
acuerdan de su patria
agredida y usurpada?
¿Pensará  el  virrey
americano que la fir-
ma del texto consti-
tucional,  su  simple  firma  burocrática  y
pendolista, servirá para acallar la indig-
nación y reducir la humillación, el odio y
el sufrimiento de los ciudadanos iraquíes?
¿Lo pensarán los otros dos de las Azores?
Blair está intentando destruir el poder ju-
dicial británico pasándolo de la indepen-
dencia en los Lores a la dependencia ad-
ministrativa de un Tribunal Supremo a la
usanza continental. Sólo mira de reojo a
sus súbditos iraquíes. Aznar está ultiman-
do la campaña del miedo al miedo, con
sus insultos y proverbiales agresiones a
los adversarios y pavoneándose de ser el
único de las Azores que no da explicacio-
nes a su pueblo y a su parlamento de sus
malas fechorías contra Iraq. Ninguno de
los dos está para fijarse demasiado en la
Constitución interina del Gobierno interi-
no del Iraq interino del imperio perenne.
Que Bush y Bremer hagan lo que les pete
en la vieja Babilonia atropellada por el
apocalipsis de mierda y de mentira que
arrojaron sobre ella los imperiales y su sé-
quito de gente mendaz, guacarnaca y ase-
sina.

Blair se concentra ahora en las próxi-
mas elecciones. Su lucha contra la BBC
y los medios independientes no le va tan
mal como se creía. El juez legendario que
designó resultó pariente de Panurgo y lo
hizo tan bien como debía. Su ex ministra
ha dicho la verdad tardíamente, cuando
las verdades pierden parte importante de
su luz por los legajos que las agobian. Su
opositor conservador ha sido tibiamente
ratificado por los suyos. Es como un Ra-
joy cualquiera, pero más soso y con algu-
nas convicciones tan profundas que ape-
nas se pueden ver. El débil pensamiento
registral de Rajoy es más patente, negro y
grande. Y Aznar sigue a lo suyo, convir-
tiendo  España  en  arma  de  destrucción
masiva. Engrandeciendo cárceles y refor-
matorios. Bendiciendo las prácticas del
Klan. Y aspirando a ocupar en el Gotha
de la comunidad internacional, algún car-
go que le permita liberar sin obstáculos su
fuerza  y  su  pundonor  frente  a  rebeldes
discrepantes y cismáticos de toda laya. ¡A
mí el pelotón, que los arrollo! ¡Nadie loco
se  interponga  temerario  en  mi  carrera!
Mientras tanto, Blair y Aznar confían en
Bremer, un excelente mayordomo bushis-
ta que asiste sin parpadear a las enormes
matanzas que se producen junto a sus ma-
nos y sus ojos. La sangre llueve sobre él
como la lluvia. Como llovía sobre el ge-
neral Franco en la gesta del genocidio cel-
tibérico que tan brutalmente ejecutó con
los ojos cortados por el odio y la pasión
de poder. Mucho mejor mayordomo que
Bremer, Blair y Rajoy juntos. También hi-
zo constituciones interinas hasta alcanzar,
con su «longa manu», la vigente.

JJooaaqquuíínn  NNAAVVAARRRROO