2001-12-17.LA RAZON.MARCHA FÚNEBRA ETARRA AGT
Publicado: 2001-12-17 · Medio: LA RAZON
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OPINION 18 LA RAZÓN LUNES, 17 - XII - 2001 MARCHA FÚNEBRE ETARRA EL VÍDEO DE BEN LADEN OTRAS RAZONES medios violentos. El 11 de septiembre le- gitimó las acciones represivas de Sharon y condenó la políti- ca dialogante de Si- mon Peres. Los efectos del 11 de septiembre ya se han hecho patentes, y cada vez se harán más, en la política del Gobierno español ante el nacionalismo vasco. La firmeza de Aznar en la cuestión del concierto económico con Álava es inse- parable de su nueva legitimidad interna- cional en la acción antiterrorista contra Eta. El PNV de Arzallus parece no haber comprendido todavía que las posibilida- des de negociación o de tregua con la banda terrorista se han esfumado, tal vez para siempre. Y sin ese horizonte toda la política na- cionalista del Gobierno vasco ha de so- meterse a una revisión profunda. Aunque no sea justo ni real, tras el 11 de septiem- bre, el sonido de las palabras autodeter- minación, soberanía, independencia y se- paración sólo armoniza la música de la marcha fúnebre etarra. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO S e está lanzando a bombo y pla- tillo la afirma- ción de que «la prue- ba definitiva de la culpabilidad de Ben Laden en los atenta- dos del 11 de septiem- bre» está contenida en el video, reciente- mente difundido des- de los EE UU. Lo primero que a una mente mínimamente formada en el Derecho se le ocurre es que una prueba aportada por la acusación no es una evidencia, mientras no sea analizada, contrastada y validada por un tribunal imparcial. Y, sin duda, un video pre- sentado y trabajado por la actual Administra- ción de los EE UU y por el Pentágono, tan necesitados no sólo de fabricar en la figura de un alucinado fanático un enemigo fácil, sino de justificarse y legitimar sus acciones bélicas ante la opinión pública resulta materia alta- mente discutible. Pero no es esto lo más gra- ve, sino la declaración, hecha por los mismos acusadores, y que, como un boomerang, se vuelve contra ellos mismos, de que ha llega- do la «prueba definitiva». Pues ello implica, en estricta lógica, reconocer que hasta ahora no había pruebas sólidas, sino sólo indicios y pistas. Y que, sobre ellos, además de poner a precio, según primitivas prácticas, una huma- RAZÓN Y CORAZÓN C uando dio la noticia de que su relación con la modelo noruega Eva Sannum se había acabado, el Príncipe dijo que du- rante todo el tiempo que ha durado su compro- miso nunca oficializado «en ningún momento se ha planteado una disyuntiva entre razón y co- razón, entre el deber y el querer, sino que sim- plemente la relación no ha prosperado». Es enormemente noble por su parte tal distinción, sobre todo porque en este nuestro país la ma- yoría de las voces que han opinado al respecto han hecho eso: colocar al Príncipe ante la dis- yuntiva razón-corazón, presionando en lo posi- ble para que optara entre el querer y el deber porque no juzgaban, digamos que como apro- piada, a la candidata a futura Reina. Opiniones todas muy respetables que han llenado páginas y páginas, pues nunca se ha visto tal despliegue so- bre una relación admitida pero inexistente oficial- mente. Al final, a Don Fe- lipe todos le han alabado su sentido del deber y de la responsabilidad. Y al fi- nal, yo al menos, espero que el Príncipe haya dado por finalizada su relación «por razones es- trictamente personales», porque sería demasia- do que a la próxima vez, que la habrá, se le so- metiera a esta especie de tortura por anticipado. Cuando se confía en alguien para ser Rey, se con- fía también en su criterio en todos los ámbitos, ¿o no? LLuuiissaa PPAALLMMAA REBOREDO Y SAÑUDO H ace tres me- ses que go- y biernos medios de comuni- cación de todo el planeta discursean sobre el terrorismo como si este fenó- meno moderno fuera una ideología o una concepción del mun- do, equiparable en su amenaza a los Es- tados a la que en otros tiempos represen- tó, con menor potencia operativa, la violencia anarco-sindicalista. Sólo así se puede comprender que el antiterrorismo haya pasado a ser, de la noche a la maña- na del 11 de septiembre, el meollo ideo- lógico de la política mundial, la veladura que encubre y justifica la remoción de de- rechos fundamentales y de pactos inter- nacionales de desarme nuclear. A causa de la amenaza terrorista se crean tribunales militares, se eliminan ga- rantías jurídicas en las detenciones pre- ventivas, se merman los derechos de de- fensa de los detenidos, se dan licencias gubernamentales para matar, se declaran guerras a países sospechosos de albergar terroristas, se conciertan nuevas alianzas entre Estados de ideologías antagónicas, se abandonan compromisos internaciona- les y pactos formales de contención de la carrera armamentística y, en definitiva, se da preferencia a la seguridad y la guerra sobre la libertad y la paz. Nunca antes había condicionado el te- rrorismo, como ahora, la política de los Estados. Nunca antes se había visto ele- vado el terrorismo a la categoría de cau- sa determinante de la política general de los gobiernos. Jamás habían soñado lo te- rroristas en alcanzar semejante grandeza. La desproporción entre la generalidad de la causa antiterrorista y la particularidad del efecto terrorista no habría podido pro- ducirse sin hacer de aquella la nueva ver- sión de la más antigua y permanente de las ideologías estatales, la de seguridad y orden público. Lo que el terrorismo no puede conseguir por sí mismo, la des- trucción de la democracia y las libertades, lo puede obtener ofreciéndose como coar- tada a los gobiernos. El Estado puede di- solver en unos días de miedo las costras de libertad cristalizadas en siglos de pro- greso. No puede olvidarse que la esencia del Estado, el orden y la seguridad, es contraria a la esencia de las libertades y derechos individuales. La perversión política del terrorismo –la humana no necesita argumentarse– se demuestra por sus efectos reaccionarios sobre las causas nacionalistas o religiosas que lo inspiran y sobre los Estados que lo padecen. Unas y otros entran en fases de regresión, motivadas por su impotencia ante el terror. El factor nacionalista de donde deriva el terrorismo se sitúa a la defensiva, temeroso de parecer cómplice de lo que no domina. Arafat simboliza el escarmiento que el terrorismo islámico ha dado al nacionalismo palestino. Ben La- den lo destruyó al defenderlo. El primer enemigo del nacionalismo preestatal o se- cesionista no es el Estado al que combate por medios políticos, sino el hijo que en- gendra para que persiga lo mismo por na cabeza, en desboca- da persecución, se ha desencadenado una tormenta de fuego, que ha sacrificado a miles de víctimas civiles, mujeres, niños, ancia- nos, y ha producido un éxodo de multitudes, huyendo desampara- das y famélicas de las bombas. También se ha hecho perecer a algu- nos soldados o agentes de los EE UU, la respon- sabilidad de cuya muerte recae asimismo so- bre las autoridades que han decretado esta guerra, aunque el número haya sido peque- ño, pues ha habido buen cuidado en lanzar, por delante, a los mismos afganos antitaliba- nes y reservarse el papel de arrasar desde una altura invulnerable la atormentada tierra af- gana y sus moradores. Sorprende que este alcance, torpe, invo- luntariamente, autoacusador y criminalizador de la noticia sobre el video de Ben Laden no haya sido comentado y denunciado. No es, ciertamente, nueva por parte de los EE UU la práctica de invadir un país y producir víc- timas inocentes con el objetivo de capturar a un enemigo, pretendidamente delincuente. Podemos recordar el apresamiento de Norie- ga en Panamá, o la ocupación de Granada. En otras ocasiones, no se ha buscado la cap- tura sino el castigo amedrentador, la debilita- ción del poder considerado hostil y la exhibi- ción de fuerza, así los bombardeos de Libia o la Guerra del Golfo. La agresión a Yugos- lavia, culminada en el derribo y la detención de Milosevic nos entrega otra figura dentro de esta serie de criminales y antijurídicas accio- nes. Ciertamente en todos estos actos se pre- tende que los blancos perseguidos son sólo objetivos militares, aunque, a veces, resulten tan poco relacionados con el ejército, como la televisión yugoslava. Y se despliega toda una mitología de las «armas inteligentes» y de la «guerra quirúrgica». Que sólo puede atrapar a tontos ingenuos, cuando vemos que los misiles alcanzan embajadas amigas –en Libia o en Yugoslavia– y en esta última gue- rra caen sobre hospitales, instalaciones de la Cruz Roja y poblados enteros aniquilados, golpeando, incluso, a las propias tropas. En una visita a Libia, después de uno de estos ataques aéreos, pude comprobar personal- mente esta inexactitud de los misiles guiados. Y no se trata de errores ocasionales, los mis- mos informes de altos mandos militares es- tadounidenses, tras la Guerra del Golfo, re- conocieron que la parte más importante en la ofensiva la habían jugado las armas conven- cionales y las cibernéticas resultaban fre- cuentemente fallidas. El espectáculo patético que la TV nos ha ofrecido, de cadáveres y de heridos, de casas destruidas en zonas aleja- das de objetivos militares, de las multitudes hu- yendo, nos recuerda las imágenes de Koso- vo. Pero, entonces, se pretendía denunciar un supuesto genocidio. Ahora, ante el mismo es- cenario, la responsabilidades se desvanecen. Y se habla hipócritamente una labor huma- nitaria, de reconstrucción y pacificación, har- to problemática. ¿Quién devolverá la vida a los muertos inmolados, aplastados en la per- secución de un un ser agitado como un fan- tasma? ¿Quién llevará a un tribunal interna- cional a los culpables de esta desolación? CCaarrllooss PPAARRÍÍSS