2001-06-25.LA RAZON.LOS GRADOS DEL MAL AGT
Publicado: 2001-06-25 · Medio: LA RAZON
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OPINIÓN 28 LA RAZÓN LUNES, 25 - VI - 2001 LOS GRADOS DEL MAL BALAS CONTRA PIEDRAS OTRAS RAZONES inspira. Se desprecia al delincuente por la concreta impericia con que lo ejecuta. En el fondo, sólo se condena el fracaso y se indulta la buena intención del delito. El que indulta pien- sa que él lo habría mejor. cometido Odia al delincuente descubierto porque ama el delito secreto. Se invierten los grados del mal, en los delitos políticos, porque se pone en la úl- tima escala de la depravación los actos ilícitos que se cometen por egoísmo. ¡Co- mo si hubiera delitos altruistas! ¡Como si no existiera egoísmo en los Gal y Filesa! El enriquecimiento de un político, siendo odioso, es menos dañino para la sociedad que la financiación ilícita de un partido. Los subterfugios morales de las concien- cias desviadas obedecen a otra ley mucho más general y poderosa. La conservación del sistema aunque sea malvado. Shakespeare lo dijo en Mac- beth: «Lo que el mal comienza sólo el mal lo afianza». El sistema que posibili- ta el crimen de Estado necesita indultar los criminales. Mejor su impunidad que cambiarlo. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO N o me refiero en estos mo- mentos a la Intifada, como el títu- lo de este artículo puede fácilmente su- gerir. Trato de evocar el episodio, que muy recientemente hemos podido presenciar a través de las pantallas de televisión, y de reflexionar sobre él. Uno de los manifestantes contra la cumbre de Gotemburgo avanza hacia la policía y arroja una piedra, lanza un segundo proyectil, y, entonces, al volverse, recibe un tiro en la es- palda disparado por un agente armado y cae gravemente herido, debatiéndose entre la vi- da y la muerte. La brutalidad criminal de la respuesta policial es evidente, pero, además, es muy ampliamente significativa. Expresa la situación de un mundo en que el poder se impone con la contundencia de sus armas mortíferas, manejadas sin escrúpulos, a una disidencia armada de muy escasos recursos. Balas contra piedras en un enfrentamiento callejero, tormentas de misiles lanzados con impunidad desde inalcanzable altura, cuan- do lo que hay que reprimir es un pueblo re- belde a la dictadura globalizadora de las grandes potencias. Sean serbios o iraquíes. Y en el paroxismo de la búsqueda de la in- vulnerabilidad la fantasía del escudo anti- misiles. AGUJERO NEGRO A l hilo del abogado degollado en su chalet de Pozuelo todos nos pregun- tamos con estupefacción como es po- sible que el presunto asesino, el moldavo de- tenido, estuviera en libertad cuando sobre él pesan nueve delitos por robo e intimidación y, además, tenía un expediente de expulsión en suspenso a la espera de ser juzgado. Mi- ramos la Ley y encontramos que establece tres requisitos para la prisión preventiva. El moldavo cumplía al menos dos: haber come- tido delitos con pena mayor a tres años y existencia de riesgo de fuga, puesto que no tenía domicilio conocido. El tercer requisito es que el fiscal lo pida. ¿Lo pidió en este ca- so? Al parecer no. No sabre- mos ya nunca si eso habría evitado el crimen, pero alar- ma que el moldavo haya es- tado en paradero desconocido para la justicia y para la policía, cuando debía estar en la cár- cel o expulsado. Así que algo no funciona. Por eso es una ofensa que políticos como An- suátegui o incluso el Defensor del Pueblo (¿de broma?) recomienden la seguridad pri- vada en urbanizaciones. Les pagamos todos y ellos nos dicen que estamos en la indefen- sión más absoluta. Lamentable. LLuuiissaa PPAALLMMAA REBOREDO Y SAÑUDO L as especies de maldad son más va- riadas que las de bondad. Los Códi- gos penales, como paletas de pintor an- te los colores de la naturaleza, no pue- den registrar todos los matices del mal. Clasifican los delitos por tipos y los pe- nalizan por convención. La ética es una teoría de costumbres. No conciencia per- sonal del mal. Los jueces, más sensibles a lo incorrecto que a los grados de mal- dad, representan la conciencia media de la sociedad. No son líderes morales. Las encuestas que ponen a los jueces en el más bajo escalón de los prestigios socia- les no saben que así están humillando a la propia conciencia encuestada. Todo el mundo admite, los jueces también, que matar es peor que robar y que violar a una niña es muchísimo peor que a una persona adulta. Pero la sociedad no quie- re saber, y los jueces tampoco, que matar en nombre del Estado sea una maldad in- finitamente peor, y mucho más peligrosa para el cuerpo social, que hacerlo en nombre de Eta. Ni que extorsionar para un partido gubernamental sea mucho más vil que hacerlo para sí o para financiar el terrorismo. Por motivos ideológicos, la prensa y los jueces son víctimas de la ba- ja sensibilidad de la conciencia española ante los grados del mal. Los crímenes que más repugnan a las conciencias civilizadas son los de los go- biernos. No hacía falta condenar a Ba- rrionuevo para saber que las atrocidades de los Gal eran ordenadas por su jefe Fe- lipe González. Este hombre descabellado de soberbia y de incultura, ha degenera- do más la conciencia moral de la socie- dad, en 14 años de hipocresía, que el mie- do rastrero de los medios culturales en 40 años de dictadura. Incluso Fraga ha sido menos funesto para España que Felipe González. Pero hay algo todavía peor que el crimen político. Algo que lo supera en maldad y en cobardía: el indulto de los criminales políticos. La comprensión ha- cia ellos. El perdón. La misericordia con los empresarios del horror. ¿A qué puede obedecer sino a una sintonía con los mó- viles políticos del crimen de Estado? La barbarie de las monjas católicas, condenadas en Bélgica por genocidio africano, produce mayor repugnancia mo- ral a causa de su motivación religiosa. Un sincero creyente no toleraría que el Papa solicitara el indulto de las que han asesi- nado en nombre de Dios. Es injusto que Felipe González se siga paseando por el mundo, como ficticio hombre de Estado, mientras que Barrionuevo, Vera o Galin- do pasean, como reales criminales de Es- tado, en rueda de presos. Pero más injus- to sería ponerlos en la calle para que la impunidad sea completa. ¿Qué orden de sentimientos implica el indulto del crimen de Estado? Resulta ob- vio que no predomina la generosidad cuando se procura la humillación de los criminales adversarios y el perdón de su comprensible crimen. Se indulta al delito por la nobleza abstracta de la idea que lo Cumbre tras cum- bre, el espectáculo de la protesta callejera se reproduce. Así como los choques entre la policía y los manifes- tantes. Y también las condenas de estos úl- timos por parte de los medios de comunica- ción. Se llega a decir que son agentes de la agitación «pagados». Es de suponer que probablemente no tan exquisitamente como los reunidos en la cumbre. Pero, sobre todo, lo que no se ex- plica es quien les paga, Cuál es la identidad del misterioso financiador. Ya no se puede decir que detrás está el oro de Moscú. O que han sido dirigidos y organizados «desde las grandes estepas del Asia central», como pre- tendía el Ministro de la dictadura Lora Ta- mayo respecto a la contestación universita- ria, proporcionando a tal contestación el sonoro fondo de la música de Borodin. Y parece que tampoco se ha llegado a decir, al menos por ahora, que eran subvencionados por el Ateneo de Madrid, durante el período en que lo presidí. Lo que resulta evidente es que ciertas cabezas se niegan –por cerrazón o por sometimiento indigno– a percibir algo evidente. Y consiste en que no hace falta si- no convocar, a través de internet o sencilla- mente «boca a boca», a una pequeña parte de las multitudes insatisfechas por la torpe y criminal manera en que nuestra sociedad es gobernada, para concentrar una muche- dumbre que denuncia y protesta ante una gestión tan incompetente como criminal. En la crítica a las protestas se suele con hipocresía afirmar que resultan válidas y aceptables, salvo cuando se desvían hacia la violencia. Repliquemos con una primera pregunta: ¿serían noticia si no incidieran en ella? ¿Provocaría el desfile de pancartas y denuncias, coreadas acompasadamente, al- go más que una sonrisa conmiserativa de los grandes prebostes? No les importaría, como han hecho en ocasiones, invitar a una taza de te a la cabecera de la manifestación ¿Qué eco encuentran las pacíficas reivindi- caciones, tan supremamente justas, de los trabajadores de Sintel, mantenidas tenaz- mente, admirablemente, durante meses? ¿De qué repercusión y difusión gozó la pacífica marcha de las mujeres hace un año? Solo cuando la protesta ante la globalización se reviste de cierta violencia, tampoco excesi- va, bien alejada del terrorismo, se convierte en noticia. E inquieta a los grandes dirigen- tes obligados a algo más ridículo que incó- modo: llegar protegidos por túneles a su kafkiano castillo. Pero aún más importante es otra pregunta. ¿Es comparable esta modesta violencia ca- llejera con la gravísima y criminal que rige nuestra sociedad y de la cual son responsa- bles, bajo su apariencia pacífica y majestuo- sa, los políticos y asesores técnicos que han diseñado este mundo? Un mundo en que diariamente mueren cuarenta y cinco mil ni- ños de hambre. En que la violencia contra los pueblos empobrecidos, contra la natura- leza, contra los deposeídos, contra las muje- res es cotidiana y sistemática, mientras se fa- brican los más sofisticados armamentos. Responde tú mismo, estimado lector. CCaarrllooss PPAARRÍÍSS