2003-03-15.LA RAZON.LOGOGRAMAS MARTIN MIGUEL RUBIO

Publicado: 2003-03-15 · Medio: LA RAZON

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LOGOGRAMAS 
LA RAZÓN. SÁBADO 15 DE MARZO DE 2003
MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN
Gracias a los artículos sobre arte que mi muy querido amigo y maestro García-Trevijano lleva escribiendo desde hace más de un año, he reflexionado con frecuencia sobre la obra de arte al hilo de ellos. Y una de mis reflexiones ha sido la de percibir que gran parte de la pintura no figurativa parece querer remedar los ideogramas y logogramas de la época de la escritura semasiográfica, cuando los signos expresaban cosas o sentidos, pero no elementos fonéticos. Los cuadros que el húngaro Moholy-Nagy pintó por teléfono, dando instrucciones sobre papel pautado a una fábrica de pinturas (!) tienen más que ver con los logogramas hetitas que catalogó el joven oficial checo Bedrich Hrozn que con el arte de la pintura. Llamamos logograma al signo gráfico que nos indica de qué va el escrito, algo así como el tema del texto. Así, por ejemplo, en la escritura hetita una elipse dentro de la cual se hayan a los lados las dos mitades de un círculo perfectamente seccionado constituye un logograma llamado «teónimo»; el texto que el logograma inicia trata de la divinidad o en él aparecen nombres teóforos. O cuando vemos tres puntos que si se les uniera con líneas rectas constituirían un triángulo equilátero, estamos ante un logógrama «zoónimo»; es decir, el texto trata de animales. Este tipo de signos era muy útil en los tiempos de las escrituras semasiográficas (y también en las silabográficas, como es básicamente la escritura hetita), pues aunque la inmensa mayoría de la población era analfabeta (la escritura era uno de los grandes poderes de la casta sacerdotal), desconociendo el valor semántico de los ideogramas y el valor fonético de los silabogramas, sí reconocía, sin embargo, lo que indicaban los logogramas; es decir, conocía el tema de que trataban los textos cosa importante en el caso de las inscripciones. El signo cartaginés de la diosa Tanit fue profusamente representado por Miró, y probablemente el conocido signo de la paz sea una derivación de este signo púnico. En la última muestra de arte de la feria de Arco he comprobado que cinco cuadros no son otra cosa que desarrollos de grafemas ugaríticos, como combinaciones y juegos de pequeños triángulos.
   Aunque la pintura constituye el primer estadio de la escritura (pictogramas), la historia de la escritura básicamente consiste en el paso que va de la representación abstracta de las cosas a la representación de los sonidos con que oralmente representamos a las cosas (Aristóteles), a través, probablemente, de las reglas acrofónicas con que comenzaron a utilizarse los viejos signos semasiográficos (alfa/buey, beta/casa, gamma/ camello, del-ta/puerta, yôta/mano, mi/agua, ni/pez, pi/boca, rô/cabeza, etcétera) con carácter ya fonográfico (alfa como vocal abierta central, beta como labial oclusiva sonora, gamma como velar oclusiva sonora, etcétera). Y aunque la pintura haya podido ser la madre formal de la escritura, el significado de ésta no tiene nada que ver con su origen formal. Es así que el arte pictórico es lo opuesto a la evolución necesariamente estenográfica de la escritura, que ha sido el mayor logro «informático» creado por la cultura humana (el hecho de que Cayetano Enríquez de Salamanca acuñase el término «informática» para referirse a los lenguajes de los computadores no nos obliga a utilizar este término de un modo tan restrictivo).
  En Arco 03 Antonio Sosa pinta figuras aisladas sobre un fondo de jeroglíficos. La obra Gravitación, en porcelana, de Eduardo Chillida, se parece demasiado a un zoónimo hetita. El Silence de Joana Rosa es una auténtica tomadura de pelo de textos redondos en inglés. Banderas, de Alfredo Volpi, parece inspirarse en el sistema de fraseogramas inventado por Nube Roja, gran jefe de los Dakotas. Franz John, en su Composición sin título para espacios tectónicos, introduce los caracteres informáticos en sus oscuros cuadros verdosos. Finalmente, obras de Joaquín Torres-García, Fernand Léger y Kevin Clarke parecen inspirarse en la logografía preclásica. Pues bien, ninguna de estas producciones plásticas constituye verdadero arte, aunque sí puedan ser parte de la cultura gráfica. Ni la pintura ni la escultura son géneros grafológicos de representaciones fonéticas o semánticas, sino artes con que transcender desde la belleza las cosas del mundo y sus relaciones.
  PORQUE SÍ Y PORQUE ES ASÍ