2003-04-28.LA RAZON.LOCOS DE GUERRA AGT

Publicado: 2003-04-28 · Medio: LA RAZON

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LOCOS DE GUERRA 
LA RAZÓN. LUNES 28 DE ABRIL DE 2003
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
La razón de un solo individuo puede prevalecer contra la de todos en los asuntos cuya autenticidad no depende de la opinión de los demás. Las verdades de la ciencia y los derechos fundamentales de la persona no son cuestiones de fe como las religiosas, ni de opinión como las políticas. Pero trascender los límites de la sensatez que normaliza la estabilidad de los pueblos, considerándose únicos poseedores de la verdad en las directrices de las conductas sociales, contra la opinión y los sentimientos básicos de la humanidad, es verdadera locura. Concretamente, esa falta de cordura que la mejor filosofía ha denominado «locura normal». 
   La universalidad del incondicionado «No a la Guerra» contra Iraq diagnostica la demencia política de las soledades recalcitrantes que la sostuvieron. Aunque no tenga intenciones criminales ni perversión del ánimo, un gobernante debe ser considerado loco moral cuando, rodeado del estrecho círculo de sus partidarios, contradice el criterio ético del noventa por ciento de los gobernados, como sucede en España. Nuestro filósofo Santayana lo llamaría «loco normal». La cordura de una sociedad libre de temor le exigía rectificar o dimitir. No por respeto a la democracia, que si existiera tendría un cauce institucional para removerlo de su cargo, sino por simple sentido común. 
   Si fuera cierto que Sadam ha ordenado matar a los prisioneros o disparar contra la muchedumbre civil que intentaba escapar de la muerte en las poblaciones bombardeadas, sería un verdadero criminal de guerra. Pero incluso si esto fuera verdad, no deja de ser una muestra de deficiencia mental, típica de un «loco de guerra», la afirmación del presidente Bush de que estas atrocidades «justifican la invasión de Iraq». Falsas razones tendría para ocupar militarmente a ese desgraciado país si lo ha de justificar disparatadamente con lo que allí ocurra en respuesta a la invasión. 
   La soberbia del poder y el exagerado amor a sí mismo han degenerado el noble sentimiento de la patria que, unido entrañablemente al de la libertad política, dieron origen ejemplar a los EE UU de América. El imperialismo de una loca presidencia de guerra ha pervertido el patriotismo natural del pueblo norteamericano, cuyo honor lo salvan para el futuro los manifestantes contra la guerra. Y la represión «neomacartista» de la libertad de expresión de los artistas, que aquí se manifestó en la entrega de los Premios Goya y allí en los de los Oscar, revela el miedo del poder a la crítica social de su acto de guerra y ahoga la expansión de los sentimientos humanitarios que la pueden terminar. 
   La incoherencia de Bush, en la justificación de la guerra de Iraq por lo que su adversario hace en ella, la calca Aznar al milímetro cerebral cuando justificó el movimiento por la paz contra ella, diciendo que él mismo contestaría «No a la Guerra», si le plantearan la cuestión como a los ciudadanos, y que las imponentes manifestaciones políticas por la paz no iban dirigidas contra su Gobierno. La locura de guerra se manifiesta aquí como coexistencia, en una misma persona, de una conciencia ciudadana pacifista y una responsabilidad gobernante belicista. Para no admitir el desdoblamiento patológico de su personalidad moral, Aznar está forzado a creer que nadie, salvo una minoría de violentos y otra minoría de electoralistas, se manifestó contra su Gobierno. 
   Entre los tres locos de guerra hay matices de inteligencia del poder y del propio interés que no los distinguen, sin embargo, en la platitud de su inconciencia moral. Bajo la inspiración de Dios o de la Historia, su desvinculación de la conciencia humana les permite vincularse a un destino atlántico para la eliminación del mal sobre la tierra. Son encarnaciones «gabrielistas» que meterán en los infiernos a los demonios terroristas. En tanto que ángeles exterminadores de los hijos del terror, no pueden tener conciencia terrenal ni rectificar su misión divina.