1994-09-26.EL MUNDO.LIBROS CALIENTES AGT

Publicado: 1994-09-26 · Medio: EL MUNDO

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LIBROS CALIENTES
EL MUNDO. LUNES 26 DE SEPTIEMBRE DE 1994
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
A medida que aumenta la incertidumbre política del porvenir crece el interés por el conocimiento de las causas que hacen imposible la duración del presente. El centro de la atención se desplaza desde la Prensa y las noticias de corrupción a los libros de relatos escabrosos y de testimonios justificativos. Aparte de satisfacciones a la curiosidad, se busca en esos libros una comprensión general de la situación que, por su naturaleza, no pueden ofrecer. A falta de historiadores fiables que sitúen a los personajes en el contexto cultural que ha propiciado la corrupción sistemática de los poderosos, es natural que los buenos profesionales de la información llenen los escaparates de publicaciones, y que sus libros monográficos se enciendan y se apaguen como las noticias en los periódicos. El último aparta de la actualidad al de la semana anterior. Las casas editoriales distribuyen sus lanzamientos sabiendo que la competencia en el mercado de libros de impacto no está en la casa rival, sino en el próximo título de su propio negocio. Los libros efímeros son signo de tiempos de confusión. Y el auge de publicaciones monográficas, como el de los hongos cuando escampan las lluvias tormentosas, es la cosecha esperada en tiempos de corrupción. A mayor putrefacción del lodo caído desde las alturas del Poder, mejor producción en la tierra del deber de información. 
Aparte del libro de Jesús Cacho, cuyo interés sobrepasa al del personaje de que se ocupa, el de mayor ambición explicativa es el de los periodistas Díaz Herrera y Durán, titulado «Los secretos del poder». Ha sido necesario acumular inmoralidades y pudredumbres políticas durante 18 años para que hoy se pueda descubrir, con credibilidad ante la opinión pública, el secreto mejor guardado de la transición: la complicidad del PSOE de González con los servicios secretos de la dictadura (SECED) para impedir la ruptura democrática y eliminar a los que la promovían. En ese libro se puede leer lo siguiente: «Los hombres del SECED desempeñan un papel importante al conseguir que los socialistas no se integren (en la Junta democrática)... Meses más tarde el PSOE colaboró en una operación de los servicios secretos franquistas para combatir a la Junta y desprestigiar a algunos de sus líderes, especialmente a García-Trevijano. La colaboración entre los agentes de Carrero y el PSOE se mantuvo hasta finales de los setenta» (pag. 69). Me considero obligado a decir, por esclavitud ante la verdad, que nunca tuve constancia de la intervención de la policía secreta en el falso dossier sobre Guinea que Múgica distribuyó a la Prensa, por orden de González, para conseguir con mi difamación lo que no habían podido obtener reteniéndome cuatro meses en Carabanchel, con la ayuda del represor Fraga. 
La lectura de todos estos libros calientes no hace más que confirmar lo que ya se sabía por el análisis de los hechos políticos y económicos. Pero esos libros despertarán, en otras personas, la necesaria desconfianza ante el Poder, que es la base y la garantía de las instituciones democráticas. Mi opinión sobre la clase de sujetos agrupados en torno a González no ha cambiado un ápice desde 1976. Sabía de lo que serían capaces si llegaban a tomar el poder del Estado. Y lo único que me puede sorprender es que no sean tan malos y perversos como, si quisieran, podrían serlo. Dada la impunidad institucional de que gozan en España los abusos del poder estatal, y la nula capacidad de indignación de los ciudadanos ante las trampas políticas, González podría reinar si quisiera en el infierno. Por ello tiene tan buena opinión de sí mismo. No nos hace todo el mal que podría causarnos. Y eso le basta para sentir, con total sinceridad, la ingratitud de unos gobernados ignorantes de los sacrificios que impone a sus instintos malévolos, para no producirnos más fastidio del que necesita la conservación de su poder y el enriquecimiento de sus amigos.