1994-10-24.LAVOZDGALICIA.LAREPUBLICA XOSE LUIS BARREIRO RIVAS

Publicado: 1994-10-24 · Medio: LAVOZDGALICIA

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6 / ColaboracionesLunes24 de octubre de 1994 \£»Reyes profesionales y amateursEDUARDO LADRÓN DE GUEVARAD E Carlos de Inglaterra se podrá decir de todo menos que sea un mal monárquico. Es más, me atrevería a asegurar que él sólito ha he­cho más por la institución que todos los reyes que pueblan la Tierra. Con dos o tres como él no habría mensaje republicano que prospera­ra. Y sin embargo, para muchos, el príncipe de Gales no pasa de ser una calamidad, un advenedizo y ello por un motivo principal: ser el más grande amateur del que se tenga noticias o, lo que es lo mismo, la antítesis del profesional, requisito sine qua non para coronar.Yo creo que si hay algo espantable son los profesionales, y si no echen un vistazo a su alrededor y véanlos: profesionales son los polí­ticos, los árbitros de fútbol, los mendigos..., y, por supuesto, los reyes y reinas, de ahí que, cuando de tarde en tarde sale un miembro de la realeza culto, con sentido del humor, ecologista, moderadamente iz- quierdoso y amigo de trasnochar con mujeres, podemos decir que nos hallamos ante una bocanada de aire fresco. Pues bien, ese hombre no es otro que el futuro rey de los ingleses, el príncipe Carlos, converti­do ya, y desde hace años, en el personaje de cualquier novela de Pel- ham Greenville Wodehouse: unas veces pilota un avión que ha de efectuar un aterrizaje forzoso en un prado lleno de vacas, otras decla­ra su amor a Camila Parker-Bowles diciéndole que desearía ser su tampax, y la más de las ocasiones no pierde oportunidad de decir a quien quierar oírle que su, aún, anoréxica mujer, es la señora más boba que ha tenido la mala suerte de conocer.Baja el nacionalismoJOSE M.L OS resultados de las eleccio­nes vascas ofrecen un primer dato muy llamativo: siete grupos estarán representados en el Par­lamento de Vitoria, lo que viene a rescatar la realidad plural vas­ca de los ruidos de una campaña electoral en la que los protago­nistas siempre han parecido me­nos. El ■correlato de este consta­tación es el descenso global de la representación nacionalista, que bajaría de 50 a 41 escaños. Hay una segunda conclusión: la coa­lición gobernante resulta ligera­mente castigada, menos el PNV que el PSOE, pero no parece ha­ber alternativa a un gobierno bi­partito en minoría. Muchas cosas tendrían que pasar en EA para que fuera la tercera pata de Aju- ria Enea.Dos partidos han subido de manera notable. El PP e Izquier­da Unida. Ambos rentabilizan la situación con la vista puesta en La Moncloa y de eso no quedó anoche duda alguna con la rápi­da comparecencia de Aznar y Anguita ante los medios infor­mativos para copar el escenario.El caso aparte de Unidad Ala­vesa (6 escaños), que además es la fuerza más votada en su terri­torio histórico, pone de relieve la complejidad del sistema electo­ral —todas las provincias tienen el mismo número de escaños— de la historia vasca, la dialéctica foralismo-nacionalismo y predi­ca la escasa habilidad del PP para hacerse con un electoradoMORILLOque se hubiera dicho que le esta­ba destinado.HB ha perdido dos escaños. Sus líderes hicieron anoche de tripas corazón para sugerir que se había detenido la sangría del voto más radical, pero los prime­ros datos apuntan a que han per­dido un par de decenas de miles de votos sobre los anteriores co­micios de 1990. Es pronto para saber cómo influirá el dato en el conglomerado radical, pero en todo caso la obviedad de señalar que no de forma positiva da la razón a quienes vienen apuntan­do con sensatez que algo está cambiando en Euskadi y que el fin de la era de la violencia pue­de estar cerca.Tampoco EA detiene su caída y quizá también aquí se puede hablar pronto de una época post- Garaicoechea. El antiguo lehen- dakari no ha ganado su batalla, no ha quebrado la hegemonía nacionalista del PNV y no en­cuentra socios para reforzar sus flancos.Por último, los cuatro escaños que se deja en la gatera el PSE- PSOE no son comprensibles sólo en clave vasca. Jáuregui no elu­dió anoche reseñar que la situa­ción de su partido en toda Espa­ña ha castigado sin duda al PSE, que por otra parte no ha rentabi- lizado en absoluto la incopora- ción de las siglas Euzkadiko Es- kerra. Pero, seguramente, una y otra cosa son las dos caras de la misma moneda.Doble salto vita IEDUARDO GALÁNBajo el calor terrible de un verano infantil que marca al rojo, corremos como el conde Drácula buscando las ' sombras salvadoras. Al abrigo del cine nos esperan un cowboy leal y otro tramposo, un pirata burlón, un indio irreductible, un boxea­dor enamorado y un trapecista que aunque perdió la gracia delmar quiere seguir volando.Ha muerto Burt Lancaster, quinta 1913, la mejor. Al entie­rro asistirán una dama vestida de negro noche que era el ani­mal más bello del mundo, una chica que se lava con limones, un aristócrata italiano que lo ha amortajado, y un trapecista ena­no. Era la vida y era el cine.La repúblicaDlCE la prensa del cora-zón, que es la que se ocupa de estas cosas, que las monar­quías de Europa andan de capa caída, incapaces de resis­tir los embates de estribor, propiciados por lady Diana Spencer, y las andanadas de babor, disparadas con preci­sión por mister Antonio Gar­cía Trevijano.Cuentan que la princesa, se­ductora y hermosa, ejerce una atracción fatal sobre las tripu­laciones de la vieja monarquía inglesa, y que sus cantos de si­rena arrestaran sus naves a los arrecifes de Sorrento.Y dicen también que el juris­ta plebeyo, adusto, teimudo y con una pizca de exageración en sus convicciones, desarro­lla un discurso plagado de di­lemas y sorites que amenaza con hacer zozobrar al mismo Luis María Ansón, el buque insignia de la escuadra monár- qico-parlamentaria.Pero estas teorías, muy aptas para comentar con el estilista mientras se fija el tinte, no re­sisten la más leve crítica cien­tífica, que ha de basarse en ra­zones más profundas.Para mí está claro que ni Diana ni García Trevijano in­quietan lo más mínimo a las casas reales de Europa, toda vez que la chica no hace más que seguir la tradición inme­morial de todas las cortes y di­nastías, y el jurista no exhibe ningún argumento que no ha­yan dado antes Cronwell o Winstanley.El verdadero escolloEl peligro, el verdadero es­collo para la continuidad de la tradición, son los monárquicos modernos, que incapaces de afirmar la validez absoluta de la legitimidad hereditaria, se empeñan en demostrar que to-XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVASdos los reyes, en cualquier tiempo y país, son siempre los más capaces, los más íntegros, los mejores creyentes y los más ejemplares padres de fa­milia.Antes de la Revolución Francesa la legitimidad mo­nárquica no tenía más condi­ciones que el estricto cumpli­miento de la línea sucesoria. Fuera de eso, los reyes hacían el amor con quién querían, cambiaban de religión según su conveniencia, se casaban —normalmente varias veces— de acuerdo con las instruccio­nes de sus cancillerías, y lle­vaban, salvo excepciones, una vida bastante disipada.Pero no pasaba nada, porque los principios monárquicos es­taban metidos en los tuétanos de la sociedad, y nadie pensa­ba que la legitimidad del rey podía aumentar o disminuir en función de su virtud o de su golfería.Hoy, en cambio, los monár­quicos no lo son de verdad; y ninguno se atreve a mantener la legitimidad sucesoria como un principio absoluto. Bien al contrario, han emprendido una alocada carrera por la imagen de sus respectivas monarquías, sin darse cuenta de que, detrás de cada cada elogio, de cada ponderación del hombre de Estado, o de cada reconoci­miento moral, se esconde siempre una inexorable relati- vización de la legitimidad, a la que ya no le basta la herencia, sino que precisa, además, de la virtud y el consenso.La monarquía se basa en la tradición, y no en la lógica. En consecuencia sólo puede ser defendida desde la fe en los valores de la tradición, al mar­gen de la lógica racional. Por­que, de la misma manera que la metafísisca trascendentalconduce al agnosticismo, la lógica monárquica conduce a la república.Los enemigos de la institu­ción monárquica no son lady Di ni García Trevijano, sino esos monárquicos de oportuni­dad que se empeñan en dar le­gitimidad democrática a las monarquías, ensalzando dis­cursos carentes de contenido y llenos de lugares comunes, y aceptando la reducción de las casas reales a funciones proto­colarias y sociales, doradas con un barniz cultural omni­presente y poco auténtico.Monárquico convencidoDesde mi circunstancia per­sonal e histórica, soy un con­vencido monárquico, que acepto complacido la diferen­ciación de la sociedad en dos partes: el rey, y los demás. Pero si me obligan a razonar, y a aplicar la lógica a las es­tructuras de poder de las so­ciedades modernas, reconozco mi propensión a coincidir con los sorites de García Trevijano y con las mañanas perezosas, las tardes románticas y las no­ches locas de lady Diana.Conviene, pues, reflexionar. Porque, o somos capaces de revitalizar las monarquías so­bre las bases de su funcionali­dad parlamentaria y su absolu­ta legitimidad hereditaria, o, de lo contrario, las monarquías constitucionales que hay en Europa acabarán cayendo en la trampa del consenso sobre el que quieren refundar su prestigio.En las monarquías parlamen­tarias, son cada vez más los que se adhieren a la Corona sólo porque aman a su rey, sin darse cuenta de que en la base de dicha actitud hay un argu­mento de corte esencialmenterepublicano.