1994-09-15.EL MUNDO.LA VANGUARDIA DE QUE AGT
Publicado: 1994-09-15 · Medio: EL MUNDO
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LA VANGUARDIA, ¿DE QUÉ? EL MUNDO. JUEVES 15 DE SEPTIEMBRE DE 1994. PAG, 4 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO EL diario que representó durante cuatro décadas los valores de la dictadura, contra la libertad política de los ciudadanos, y los intereses de la burguesía catalana, contra la libertad cultural de Cataluña, está hoy dominado por el grupo editorial de Madrid que simboliza el poder de la oligarquía política y financiera en el Estado de partidos, contra la democracia en España. La Vanguardia de la corrupción y del espionaje ha tenido la desfachatez antimonárquica de publicar el libelo de un «gagá», elevado no se sabe todavía por qué a biógrafo del Soberano, donde se dibuja la imagen de un débil monarca temeroso ante una infantil conjura republicana y el falso dossier que denuncia, y por lo tanto anuncia, su biógrafo. Lo de menos es la idiotez del pretexto inventado. Lo que importa es el significado político que debe darse a la conjunción, en esta maniobra de supeditación de la Monarquía a la «protección» del felipismo, de los intereses representados por La Vanguardia y El País. Tras la entrevista publicada en este último diario, ya no cabe la menor duda de que Felipe González ha querido asustar (¿a quién en realidad?, es fácil de adivinar) y hacer creer a la opinión que la Monarquía está amenazada por un falso dossier (¿en manos de quién?, también es fácil adivinarlo) y una fantasmal conjura republicana, que intenta «deslegitimar» al Gobierno y a la jefatura del Estado. En cualquier país europeo, una denuncia semejante del jefe del Gobierno habría provocado, por su gravedad y la presunción de veracidad que la acompañaría, una fulminante reacción en todos los medios de comunicación y en el Parlamento, exigiendo explicaciones y la inmediata detención de los culpables de un supuesto delito contra la seguridad del Estado. La general indiferencia, incluso el «divertimiento», con que ha sido recibida la denuncia oficial de una conspiración contra el Rey, frente a la cual el jefe del Gobierno se limita a desear que no entren en ella hombres de partido y financieros, demuestra que todo el mundo con responsabilidades informativas o de gobierno sabe a la perfección que se trata de una denuncia falsa. Pero es justamente aquí, en la consciente falsedad de la denuncia oficial, donde se plantean las únicas incógnitas de este feo asunto político. ¿Por qué se ha elegido a un trasnochado para iniciar en La Vanguardia la falsa denuncia? ¿Por qué la ratifica y complementa el socialista don Ernesto Lluch en el mismo periódico? ¿Por qué la reproduce en su página editorial El País? ¿Por qué se filtra la noticia de que ha sido el señor ministro de Asuntos Exteriores quien ha iniciado la propalación del bulo? ¿Por qué el jefe de Gobierno ordena a su entrevistador doméstico en El País que le pregunte por la «operación República»? ¿Por qué ratifica su existencia sabiendo que es ficticia? ¿Por qué la cadena radiofónica Ser, propiedad del mismo grupo editorial de El País, contrata inmediatamente al trasnochado? ¿Por qué el PP, IU, CiU y PNV, conociendo que el jefe del Gobierno ha mentido a los españoles en asunto tan grave, no han reaccionado en el Parlamento? ¿Por qué los medios de comunicación no piden cuentas de una mentira oficial que, además de enturbiar el clima político, atenta contra la personalidad pública y contra el carácter moral del Rey? La revista Época y el comentario de Carrascal en Antena 3 han sido, hasta ahora, los que mejor han visto el propósito de Felipe González de utilizar el manto de armiño de la Corona para cubrir su ambición de permanecer en el poder uniendo su suerte política a la del porvenir de la Monarquía. Fue la técnica que usó el corrupto Walpole, en el siglo XVIII, para estar en el poder de la Monarquía británica durante treinta años. Dice Felipe González que le dejan frío los falsos dossiers que puedan hacerse contra él a propósito de Marruecos o Venezuela, y no hay razón para dudarlo, pero tampoco la hay para dudar de la frialdad del Rey ante falsos dossiers difamatorios, y sin embargo el jefe del Gobierno ratifica, en la misma entrevista, la existencia de una operación republicana basada en la supuesta debilidad de carácter del rey Juan Carlos, quien harto de tanta basura difamatoria, abdicaría en el príncipe Felipe. Salvo para el «trasnochado gagá», que todavía no se ha enterado de lo que encierra el «paquete» que le endosaron, es patente para todos que la denuncia pública de una imaginaria conjura contra la Monarquía sólo puede tener como beneficiario a Felipe González, y como perjudicado al rey Juan Carlos. Cuanta verdad encierra el antiguo dicho del rey Antigono II de Macedonia, que con tanta frecuencia olvidan los monarcas: «Guardadme de mis amigos, que de mis enemigos me guardo yo». En la España actual, los amigos de la Monarquía, aparte del favor popular de que gozan siempre los jefes de Estado, son las oligarquías políticas, editoriales y financieras. Es natural que ellas manipulen la imagen del Rey para asegurar sus posiciones o sus expectativas de poder o de negocio. Pero es una señal de descomposición institucional que, ante el temor a perder el que tiene, el grupo oligarca gobernante se agarre al árbitro del juego para hacerlo partícipe del peligro que lo amenaza. El grupo felipista sólo se preocupa de sí mismo. No es ni monárquico ni republicano. Es fiel partidario del poder, de su poder. Y para conservarlo carece de escrúpulos. Está dispuesto a todo, incluso a desprestigiar la Monarquía que lo ha encumbrado. Como lo acaba de demostrar ahora colocándose a La Vanguardia de la amenaza y de la coacción al Rey, contenidas en la denuncia falsa ratificada por el presidente del Gobierno, en funciones de Lord Protector.