1967-04-18.YA.LA UNIDAD Y LA INDEPENDENCIA SINDICAL AGT.TEXTO

Publicado: 1967-04-18 · Medio: YA

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LA UNIDAD Y LA INDEPENDENCIA SINDICAL 

YA.UN TERCER CAMINO. 18 ABRIL 1968 

ANTONIO GARCIA TREVIJANO 

La singularidad sindical, frente a la pluralidad de sindicatos, es una simple y vieja aspiración de 
la  sociedad  industrial,  que,  como  pura  idea,  de  simplificación  y  de  eficacia,  se  justifica  por  sí 
misma. El sindicato único es idealmente incontestable. 

Pero  la  traducción  práctica  de  esta  idea  a  la  realidad,  la  organización  efectiva  de  la  unidad 
sindical,  está  sujeta  a  una  permanente  contradicción,  no  tanto  porque  se  trate  de  una  idea 
impracticable  o  inoperante,  sino  más bien  por  el  precio  de  la  operación.  El  sindicato  único  se 
ha hecho así realmente contestable.   

La unidad sindical ha sido perseguida por dos vías diferentes: la vía sindical unionista, basada 
en el libre acuerdo de los grupos portadores de un mismo interés de categoría, y la vía estatal 
unificadora, basada, en un decreto de la autoridad. 

El primer camino, de tradición liberal, largo y difícil, no ha llevado todavía en ningún país a la 
unidad  deseada,  pero,  en  cambio,  ha  conservado  la  autonomía  y  la  independencia  del 
movimiento sindical. 

Los  Gobiernos  que  han  favorecido  esta  estrategia  unionista  tienen  en  su  haber,  entre  otros 
muchos  resultados  positivos,  la  inestimable  integración  de  la  clase  obrera  a  la  comunidad 
nacional. La fuerza de los sindicatos unidos ha servido, indudablemente, para la mejor defensa 
de los intereses de grupo, a veces con daño para la economía nacional; pero el esfuerzo y los 
sacrificios que exigen las tácticas unionistas han madurado los sentimientos de solidaridad y de 
responsabilidad  de  los  grupos  frente  a  la  colectividad.  Las  uniones  obreras,  con  buenos 
salarios,  trabajo  confortable  y  jefes  poderosos,  no  son  ya  solamente  “organizadoras  del 
descontento",  sino  también  factores  positivos  del  sistema  de  producción,  con  derechos  y 
deberes respecto a la sociedad. 

Este  mismo  éxito  está  provocando,  sin  embargo,  el  actual  estancamiento  del  movimiento 
unionista sindical, criticado a la derecha por la amenaza que su enorme potencia supone para 
la  estabilidad  económica  de  la  colectividad,  y  criticado  a  la  izquierda  por  el  adormecimiento 
que  su  enorme  riqueza  ocasiona  a  los  fines  políticos  del  movimiento  obrero.  Un  experto 
americano,  Paul  Jacobs,  ha  llegado  a  sostener  que  las  uniones  sindicales  han  debilitado  el 
frente obrero, y que una de las condiciones básicas para la renovación de su impulso sería la 
disolución de las confederaciones y centrales sindicales. 

Aun  en  la  hipótesis,  no  comprobada  de  que  estas  críticas  fuesen  certeras,  el  precio  de  la 
operación  continúa,  no  obstante,  siendo  rentable.  La  vía  sindical  unionista  practicada  en  los 
países más avanzados de Occidente, si bien no ha alcanzado la unidad ideal, ha procurado al 
obrero  un  nivel  de  bienestar  y  de  dignidad  inimaginable  hace  sólo  algunos  años,  y  a  la 
comunidad nacional un grado superior de integración y de dinamismo. 

El  segundo  camino,  de  tradición  totalitaria,  corto  y  expeditivo,  ha  conducido  a  la  unidad 
formal,  es  decir,  a  la  uniformidad  de  los  sindicatos,  pero  a  costa  de  la  autonomía  e 
independencia  del movimiento  sindical.  Se  sacrifica  aquí la libertad  de las  fuerzas  laborales  a 
un  nuevo  orden  político  que  desde  el  Estado,  piramidalmente,  informa  y  controla  toda  la 
comunidad. 

Dos  ideologías,  dos  concepciones  del  mundo,  dos  políticas  de  razón  han  justificado 
dogmáticamente  esta  vía  de  unificación  sindical:  el  fascismo  nacionalista  para  frenar  el 
movimiento obrero, y el socialismo estatal para distraerlo. En ambos casos el modelo aplicado 
es  el  mismo,  aunque  la  esencial  diversidad  del  fin  que  con  él  se  persigue  modifica,  también 
esencialmente, la naturaleza intima de la relación sindical. 

 
En  los  sindicatos  de  tipo  fascista  el  encuadramiento  forzoso  de  los  productores  paraliza  sus 
reivindicaciones profesionales y políticas, lo que asegura, por un lado, el dirigismo estatal de la 
economía,  mediante  el  control  del  coste  de  uno  de  los  factores  de  la  producción,  y  por  otro 
lado, el mantenimiento de un orden público impecable, mediante la ilegalización de la huelga y 
de las manifestación obrera. 

En  los  sindicatos  de  tipo  comunista,  el  encuadramiento  forzoso  de  las  masas  trabajadoras 
distrae  el  movimiento  de  sus  reivindicaciones  profesionales  políticas,  lo  que  asegura  la 
planificación  estatal  de  la  economía  y  el  abandono  de la acción  política  en manos de  la  clase 
dirigente. 

La tensión que se produce en el sindicato piramidal entre los afiliados y la organización por la 
falta  de  autonomía  e  independencia  de  la  base  obrera  respecto  de  la  jerarquía  política  se 
manifiesta en situaciones esporádicas de rebeldía, de insolidaridad y de malestar, a las que el 
Poder responde, además de con su autoridad, con la práctica combinada de diversas políticas 
ocasionales de entendimiento: el paternalismo salarial y la mayor autenticidad representativa 
de  la  línea  profesional,  en  el  modelo  fascista,  y  los  estímulos  stajanovistas  y  la  mayor 
autogestión, en el modelo comunista. 

La  utilidad  y  la  eficacia  del  sindicato  único  para  los  fines  del  Estado  está  más  que  probada. 
Pero también lo está la fragilidad de su existencia. Al depender el mantenimiento de la unidad 
sindical  del  poder  congregador  que  la  decreta,  la  desaparición  de  este  poder  lleva 
normalmente  consigo  la  disgregación  sindical.  Esta  contingencia  del  sindicato  único,  de  ser 
fatal, convertiría siempre la operación unificadora en una inversión a fondo perdido. 

Para  lograr  la  perdurabilidad  del  sindicato  único,  el  Gobierno  español,  que  ha  mantenido  el 
principio  de  la  unidad  como  un  dogma  inatacable  dentro  de  la  ley  Orgánica,  se  ha 
comprometido  ahora,  con  el  anunciado  proyecto  de  una  nueva  ley  Sindical,  en  un  tercer 
camino históricamente inédito y, como es lógico, lleno de interrogantes: el de la independencia 
y autenticidad funcional de la Organización Sindical. 

La consulta-informe abierta oficialmente en el seno de la Organización Sindical sobre el futuro 
del  sindicalismo  español,  por  afectar  decisivamente  al  porvenir  inmediato  del  movimiento 
obrero  y  a  las  posibilidades  concretas  de  su  futura  integración  en  la  comunidad  política 
nacional,  es  una  ocasión  preciosa  para  intentar  formar  una  opinión  pública  responsable, 
llevando  el  debate;  con  la  frialdad  y  el  desprendimiento  personal  que  exige  la  trascendencia 
objetiva del tema, fuera del ámbito oficial. 

La primera interrogante a debatir es la siguiente: un sindicato unificado  obligatoriamente por 
la  autoridad,  ¿puede  o  debe  ser,  en  su  organización  formal  o  en  su  funcionamiento, 
independiente del Gobierno?