2001-11-08.LA RAZON.LA SOMBRA DE CAÍN JOAQUIN NAVARRO
Publicado: 2001-11-08 · Medio: LA RAZON
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LA SOMBRA DE CAÍN LA RAZÓN. JUEVES 8 DE NOVIEMBRE 2001 JOAQUÍN NAVARRO «La sangre llueve siempre hacia arriba, hacia el cielo/ y las heridas sueñan igual que caracolas». La mirada tierna y convulsa de Miguel Hernández, plasmada en versos para el muro de un hospital de sangre, tienen poco que ver con el turbio cainismo etarra que anteayer se abatió sobre Madrid y ayer sobre Bilbao. Aquéllos eran versos de dolor y esperanza. Estas hazañas de traición y alevosía están atravesadas por el odio y la desesperanza. La sangre que anteayer empapó el centro de Madrid no brotaba de heridas que soñaban igual que caracolas. Era sangre golpeada, acribillada y horrorizada por matones de tres al cuarto que, encima, llaman patriotismo a sus crímenes y amor a Euskadi al terror que causan. Madrid sigue siendo ciudad emblemática en la defensa de la libertad frente al fascismo. Pablo Neruda cantó su admiración y su rabia por esta ciudad que luchaba bravamente defendiendo la libertad acorralada por los cuarteles y las sacristías de la traición. Lloró por «las madres recién paridas ametralladas en otoño», por la sangre pequeña de los niños, por el barrio de Rosales convertido en campo de sangre y odio. Y clamaba «¿Venid a ver la sangre por las calles» ¿Venid a ver la sangre por las calles!». Ya sé que el crimen y el horror son los mismos en Madrid o en otra ciudad. Pero Madrid está vinculada para siempre a la defensa de la libertad frente a la agresión y de la esperanza frente al odio. Es símbolo de bravura contra el fascismo. Tucídides nos dijo palabras hermosas y ciertas. «Recordad que el secreto de la felicidad es la libertad y el secreto de la libertad es el coraje». Madrid luchó por su felicidad defendiendo su libertad con el más altivo coraje. Y estos matones de corto aliento no le llegan ni a las alcantarillas. Agredir torticera y gratuitamente a Madrid es propio de fascistas. De chacales que el chacal despreciaría. Tiene razón el maestro Trevijano. Matar y extorsionar no se opone a las finalidades teóricas de Eta. Antes de tales hazañas consideran la absoluta banalidad de los crímenes que consideran precisos para la consecución de aquellos objetivos. El horror que produce es una banalidad. El asesinato, también. Eta no atenta contra unos u otros por su condición profesional, por ser esto o aquello. Le tiene sin cuidado. Sólo busca la propagación del eco de sus hazañas. Esta es la norma que aplica al seleccionar sus víctimas. El asesinato en Bilbao de José María Lidón no tuvo nada que ver con su oficio de magistrado. Sus matones lo eligieron calculando la propagación del eco. No ha sido un burdo atentado contra la justicia o contra la dignidad del oficio de juez. Como en todos sus crímenes, Eta atentó, en Madrid y en Bilbao, contra la paz y la vida. Su mensaje del fin de la tregua terminaba con palabras muy prometedoras: «Habrá que hacer más fuerza». Para ellos, la fuerza se «hace» destruyendo la vida y la paz. Para conseguir según dice la paz y la libertad de Euskadi hay que seguir actuando contra la vida y la paz. Que nadie le pida la paz y la palabra. Ni Blas de Otero ni nadie. Ellos matan los árboles de la vida y de la paz, los abolen porque esa es la fuerza que «deben hacer». El fin nunca justifica los medios. Pero los medios pueden degradar hasta tal punto el fin que se dice perseguir que lo dejen corrompido para siempre. El pueblo vasco el abertzale y el no nacionalista sabe perfectamente que sin Eta la paz y la libertad son siempre posibles y esperables; con Eta, imposibles. Cualquier horizonte de libertad política y respeto a la voluntad del pueblo vasco desaparece tras la montaña de mierda y sangre asesinada que construyen a diario estos matones encanallados. No convierten el blanco muro de España en negro muro de pena, sino en una ciénaga hirviente por el odio de los asesinos y la crepitación de la tragedia. Han vuelto a concelebrar la liturgia de la sangre. Han vuelto a representar ese latido del fango que palpita en nuestra peor historia. Es necesario que todas sus armas tiriten bajo el polvo. Es imprescindible que, con ellos, desaparezca la siniestra sombra de Caín.