1999-01-04.LA RAZON.LA SITUACIÓN Y LA INICIATIVA AGT
Publicado: 1999-01-04 · Medio: LA RAZON
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LA SITUACIÓN Y LA INICIATIVA LA RAZÓN. LUNES 4 DE ENERO DE 1999 ANTONIO GARCÍA TREVIJANO Concebida como acción de una minoría capaz de dominar a toda la sociedad, sin necesidad de acudir a los temores al infierno y a las armas de fuego, la política viene de la separación del poder civil respecto de la religión y de la guerra. Por este origen y por la reducción de sus fines a los de dominación, el oficio de la política no ha borrado de su rostro sentimental, de su cuerpo retorcido y de su arengadora palabra, las huellas de su pasado eclesiástico y militar. 10 que no es Administración coactiva, es liturgia o amenaza disuasoria. Y para prosperar en las penumbras del conocimiento, la llamada no se sabe por qué ciencia política, tampoco ha elaborado una teoría autónoma que permita comprender su práctica. 10 que no es, en ella, teología, es arte militar. De la teología procede, además del sentimiento religioso de la omnipotencia del Estado, su literal conversión en Providencia. Un paraíso para pobres, funcionarios y contratistas; un infierno para rentistas y administrados; un limbo para intelectuales; y un templo prodigioso para vivienda de los partidos estatales. Y de la ciencia militar provienen las más precisas nociones de la política, en tanto que acción de conquista y defensa del poder civil en el Estado. Es decir, todo lo que define el predominio de un grupo de personas, entre las fuerzas civiles que operan en un espacio y un tiempo determinados, mediante el control de la situación y de la iniciativa, con la ocupación del escenario y el impulso de la acción. La situación y la iniciativa políticas, siendo decisivas para el conocimiento de los procesos de acceso del poder civil al Estado, son olímpicamente ignoradas por los profesionales de información periódica y los intelectuales de los medios de comunicación. Los que tenemos cierta reputación de expertos en política sabemos de antemano que la pregunta, indefectiblemente ansiosa, de los amigos o conocidos que no vemos con asiduidad -y que están al cabo de la calle de todo lo dicho o publicado en los medios-, es siempre la misma: «cual es la situación y cual es el momento de la política». Al igual que sucedía bajo la dictadura, se sigue suponiendo que las formas visibles de la política, únicas de las que trata la prensa, obedecen a procesos secretos, cuyo conocimiento está reservado a los que gozan de información privilegiada. Lo paradójico es que también caen en tal suposición, más cómica que patética, los que están en la «pomada» de los procesos del poder o son sus protagonistas. El hecho de que ellos mismos pregunten por la situación y el momento en que se encuentran, demuestra que la dificultad de la respuesta no está en esa supuesta falta de acceso a los secretos del poder, sino precisamente en el exceso de información sobre sus vicisitudes reales o imaginarias. Con libertad de prensa, el poder no tiene otros secretos que los necesarios para ocultar sus crímenes. La ignorancia de lo que está sucediendo en la política proviene de la escasa inteligencia en los análisis de los fenómenos del poder, y de la confusión de la hegemonía política con la hegemonía electoral. Es una novedad que LA RAZÓN, recién despertada del letargo que produce en la prensa la seducción del poder y del consenso, haya planteado la cuestión de la iniciativa política. Aunque Sentís se refiere al aspecto irónico de la misma -si se deja en manos de una pequeña minoría nacionalista en el Estado, como la del partido de Pujol-, su análisis está basado en la acertada tesis de que la hegemonía electoral, si no coincide con la hegemonía política, se subordina a ella. La tregua de ETA así lo confirma: una pequeñísima minoría, marginada de la situación de poder, se apodera de la iniciativa política y produce un cambio cualitativo en el enfrentamiento nacionalista con el Estado. Cambio que los resultados electorales, por su naturaleza cuantitativa, no pueden reflejar. Por desconocer el valor de ]a iniciativa, y reducir la hegemonía a ]a electoral, se incurre en el error general de creer que nada sustancial ha cambiado en la relación de fuerzas. Como si la intensidad y la concentración no pudieran alterarla. Error que al Estado le puede costar su derrota en el País Vasco.