1996-01-08.EL MUNDO.LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN DE ABC AGT
Publicado: 1996-01-08 · Medio: EL MUNDO
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DE «ABC» EL MUNDO. LUNES 8 DE ENERO DE 1996 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO El ataque de HB al diario «ABC» merece un juicio moral y político, antes que legal o judicial. No en el terreno de los sentimientos personales, sujetos a diferentes escalas de valor, sino en el de la coherencia de la moralidad pública. Porque en el placer y en el dolor individual hay jerarquías de preferencias, que no es posible trasladar al terreno político. Ante la tortura física, por ejemplo, la misma muerte puede ser una bendición. Pero sólo para el que está en ese trance. La sociedad no tiene preferencia o elección posible entre tortura o muerte. El secreto de la claridad sentimental del que prefiere morir está en que no puede imaginar el final de «su» tortura. Mientras que los sentimientos sociales no pueden concebir siquiera su comienzo. En cambio, la preferencia en el placer se presta al juego de lectores, por ejemplo, se han sustraído al pasatiempo de salvar un solo libro del incendio de entra en juego la ley de preferencia individual entre lo bueno y lo excelente. El juego es posible y entretenido porque todos pueden jugar su íntima carta personal en igualdad de condiciones. Dada la escasez de bienes y la propensión natural a la violencia posesiva, la política pone en marcha la ley de la preferencia entre lo malo y lo peor. Entre un mercado dirigido por los ricos, que asegura la desigualdad, y un comunismo de Estado, que perpetúa la igualdad, los pobres se quedan con el capitalismo. Las preferencias negativas no son inocentes. ¿Qué salvaríamos si nos obligaran a elegir entre terrorismo de ETA o accidentes de tráfico, entre orden público de HB o de «ABC»? La respuesta utilitarista es inequívoca. Habría que elegir el terrorismo de ETA y el orden público de «ABC», porque producen menor cantidad de víctimas y de represión en la sociedad que los accidentes de tráfico y el orden público de HB. El juego pone de relieve el defecto moral del utilitarismo. La presencia de la voluntariedad en el terrorismo y de la ideología en la noción de orden público no permiten la neutralidad en el cálculo cuantitativo del mal. Stuart Mill introdujo, por esa razón, la diferencia cualitativa de sentimientos. Si abandonamos la medición de la moralidad por la cantidad de consecuencias positivas o negativas de los actos, inclinándonos por su adecuación a normas potencialmente buenas, entonces podemos jugar también a preferencias políticas. «ABC» ha publicado la noticia de un acto ajeno inadecuado, que coacciona a HB para un fin bueno. HB ha respondido con una amenaza a la libertad de expresión de «ABC». Como esa amenaza está fundada en la noción de orden público que defiende «ABC», sería muy fácil decir a HB que -recordando al marxista Gramsci, para quien todo partido es represivo- la represión es progresista o reaccionaria según el número y carácter de los elementos sociales reprimidos. Aunque no comparto la idea tradicional de orden público de «ABC», es mucho menos reaccionaria que este partido ha planteado la cuestión de la libertad de expresión. Y ahí, si yo tuviera que optar entre un país sin terrorismo, sin accidentes de tráfico y sin libertad de expresión, y otro lleno de problemas y dolores con libertad de expresión, elegiría sin titubeos este último. Si me dieran a elegir una sola de las libertades, siempre que no fuera la libertad política, agarraría la de expresión. No hay mayor crimen político que el de ocultación de amenaza más grave contra la posibilidad de la democracia que la dirigida contra la libertad de expresión. El indiscutible derecho de HB a su libertad de expresión, para pedir la independencia de Euzkadi por medios pacíficos, como otros la tenemos para defender la unidad de España, es incoherente con la amenaza a la libertad de expresión de «ABC», cuyo director, al publicar la noticia de la coacción moral a HB, ha obrado con arreglo a una norma idónea a la libertad de todos. Incluso, potencialmente, a