1991-02-20.EL INDEPENDIENTE.LA GUERRA NO ES LA GUERRA AGT
Publicado: 1991-02-20 · Medio: EL INDEPENDIENTE
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«LA GUERRA NO ES LA GUERRA» EL INDEPENDIENTE, 20 FEBRERO 1991 TOM PAINE = ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO El conflicto del Golfo Pérsico está modificando las costumbres bélicas. Muchas de estas modificaciones son debidas a las exigencias de un ejército profesional en una sociedad hedonista. La armada expedicionaria incorpora un verdadero ejército de abogados militares para atender los intereses domésticos de los soldados. Otras modificaciones obedecen a un nuevo respeto táctico por las culturas exóticas. La tropa bisexuada se somete a severas restricciones, en sus tradicionales licencias soldadescas, para no escandalizar a las sociedades de los Estados aliados donde viyaquea. Más significativas son las modificaciones que se están produciendo en las mismas leyes de la guerra. Los planes de guerra subordinan las operaciones a condiciones de bienestar físico y moral de los combatientes. Los objetivos militares se seleccionan procurando la impunidad de vidas civiles y zonas residenciales del adversario. Para resguardar a los soldados propios, las incursiones aéreas y los bombardeos a distancia dejan de ser operaciones auxiliares de la ocupación del territorio enemigo y se convierten en factor decisivo de la guerra. La batalla principal se diluye en el plan general de la guerra. El punto culminante de la ofensiva no lo determina la profundidad crítica del avance del ejército de tierra, sino el límite de saturación, fuera del teatro de las operaciones, de la capacidad de la sociedad civil para encajar los horrores de la guerra. Esta se concibe, se calcula y se planifica en función de un número predeterminado de bajas propias, por encima del cual la victoria no merece la pena que causa obtenerla. A primera vista, podría parecer que la piedad se ha introducido, como principio de moderación, en las leyes de la guerra. Pero entonces, ¿por qué las sociedades hedonistas emprenden guerras que luego no serán tolerables para la sensibilidad de la opinión pública? ¿Por qué quieren la guerra y no sus inevitables con-secuencias? El error de cálculo de los gobernantes, los movimientos veleidosos de las emociones colectivas, la ambivalencia de los sentimientos son puras descripciones fenomenales que no responden a la cuestión esencial: ¿Por qué ya no satisface, para comprender y tolerar el horror, la proverbial justificación de que «la guerra es la guerra»?