2003-03-29.LA RAZON.LA GUERRA DE UN EJE RUBIO ESTEBAN
Publicado: 2003-03-29 · Medio: LA RAZON
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LA GUERRA DE UN EJE LA RAZON 29 MARZO 2003 MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN Aunque nuestra propia opinión pública parece mirar los acontecimientos internacionales «desde la cima de la babilónica dignidad», lo cierto es que en el pacto de las Azores se encontraron los padres de América, España, Portugal e Inglaterra, y el hijo más fuerte de América, EE UU. Es decir, este pacto constituyó la mayor cumbre atlántica que yo recuerde. Y es evidente que en esta guerra contra el nuevo Senaquerib Aznar ha intentado mantener el equilibrio entre la vocación atlántica de España y su pertenencia geográfica a Europa. Ahora bien, este nuevo orden atlántico parece nacer traicionando las grandes instituciones atlánticas (OTAN, incluso la propia ONU), cosa que está provocando cambios políticos que traen la muerte y la desolación («omnes rerum mutationes caedem, fugam, aliaque hostilia portendant» ¬decía Salustio¬). Y resulta evidente que si España apoya el nuevo pacto atlántico, de la que ella es también protagonista, perjudicará de forma gravísima a Europa; pero si apoya sólo a Europa perjudicará muy gravemente los intereses de los EE UU. En este caso, como diría san Agustín, hay en nosotros dos voluntades. Ninguna de ellas es total, teniendo la una lo que le falta a la otra. ¿Cómo explicar esta vacilación de voluntades enfrentadas? Y es evidente que estas dos voluntades irreconciliables están desgarrando el alma nacional y, a la vez, están buscando nuestra identidad nacional más esencial. La guerra de Iraq ha suscitado una lucha dentro de nuestros corazones, que no es otra cosa que la lucha de nosotros mismos contra nosotros mismos. En efecto, si conseguimos abstraernos por un momento de la tragedia moral de la guerra, tenemos que hacernos la siguiente pregunta: «¿Qué mas conviene a los intereses de España?» Desgraciadamente el interés nacional suele prevalecer sobre el interés internacional, del mismo modo que el interés particular prevalece sobre el bien común. Pues bien, en principio a España le convedría más la causa europea (Francia y Alemania), en cuanto que los apetitos de América sobre el subsuelo iraquí tienen una raigambre de más de diez años, y entonces España no representaba ninguna utilidad ni papel en los planes de la Nueva Cartago, que acrecienta el tofet de los sacrificios sin parar. Además, lo contrario sería una patente traición a la razón fundamental de nuestro último gran despegue económico y bienestar. Ahora bien, Europa (Francia y Alemania) se parece más a un burdel barato que a un conventículo de santos varones. Desde luego, existe más virtud pública en los EE UU. Porque es la propia Europa la causa del engrandecimiento americano. Existe un párrafo en Montesquieu, en su Grandeza y Decadencia de los Romanos, en el que si cambiamos el término Grecia por Europa nos describe exactamente la situación europea: «Grecia era temible por su situación, su fuerza, la multitud de sus ciudades, el número de sus soldados, la organización política, sus costumbres, sus leyes; amaba la guerra y conocía el arte de pelear; hubiese sido invencible si hubiese estado unida». Pero mientras deshojamos la margarita maniquea para descubrir quiénes somos y no somos, o qué es lo que más nos interesa y menos nos interesa, las bombas y obuses siguen cayendo sobre Iraq, produciendo más niños muertos o inválidos, como aquella niña de la portada de LA RAZÓN, con el pie atrozmente destrozado en brazos de su papá. ¿Qué dolor más espantoso soportaría aquella pobre niña? Y cuando avance coja por los terribles caminos de la vida, con un pie ortopédico en donde pueden lucir cincuenta estrellas, mientras sus vecinas saltan a la comba, ¿entenderá la lógica de nuestra «razonable» postura atlántica? ¿La misión redentora que siempre se ha atribuido a América transciende estos «pequeños» daños colaterales? No han llegado a la vitoria los angloamericanos, y las caras de sus gobernantes ya están transidas de la melancolía del triunfo bélico, de la que hablaba este jueves el maestro Trevijano. Si, al menos, tras la victoria atlántica, se fundase un sólido Estado palestino, si, al menos, tras la victoria atlántica, surgiese la democracia en el mundo musulmán, y judíos y árabes volviesen a la casa de Abraham, si, al menos, la victoria no se convirtiese en un botín de los Atlantes, con todo, la niña iraquí jamás aceptaría su cojera. PORQUE SÍ Y PORQUE ES ASÍ