1994-10-03.EL MUNDO.LA FÓRMULA POLÍTICA DE LA DEMOCRACIA AGT

Publicado: 1994-10-03 · Medio: EL MUNDO

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LA FÓRMULA POLÍTICA DE LA DEMOCRACIA
EL MUNDO. LUNES 3 DE OCTUBRE DE 1994
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
EXISTE una sensación de provisionalidad en el modo político y profesional de vivir que no llega a definirse. La recesión de la actividad económica y la pérdida de credibilidad de la clase dirigente no son suficientes para explicar la falta de confianza en el futuro que caracteriza hoy a la sociedad española. Nadie está seguro de nada, salvo de que la situación presente no puede durar más. Los síntomas de recuperación económica, al no estar acompañados de regeneración de la moral profesional y de la ética política, no consiguen devolver al ánimo público un panorama de trabajo y de honradez. Es natural que las esperanzas de un cambio en las condiciones morales y materiales de la vida cotidiana, con un sistema económico que confía al Estado más de la mitad de la renta nacional, se pongan en la sociedad política antes que en la sociedad civil. En la circunstancia española resulta ridículo recurrir, como hizo el jefe de la oposición imitando la apelación kennediana, a lo que los ciudadanos pueden hacer por el Estado y no a lo que éste debe hacer por ellos. Bastante mal hemos hecho, entregándoselo a una oligarquía de incompetentes aprovechados, como para pedir a los ciudadanos una renovación de su confianza sin un cambio institucional que lo justifique. 
La necesidad de cambiar el sistema de poder no la determina el desengaño de la sociedad civil ante una sociedad política de carácter irremediablemente antidemocrático. Los desengaños sociales legitiman los cambios políticos pero no los producen. Por muy grande que sea el descontento y la frustración de los ciudadanos en el Estado de partidos, esta forma arbitraria de dominación política durará mientras las clases ricas mantengan sus perspectivas de crecimiento y las clases pobres, sus derechos de asistencia social. Por triste que parezca, no es la falta evidente de libertad política la que está provocando la necesidad de un cambio democrático en las formas de Estado y de gobierno. El final de la ilusión del Estado de partidos es consecuencia de la desilusión de las clases ricas en su porvenir europeo, por el lastre del Estado corrupto de las autonomías, y de la inseguridad de las clases pobres, por la incertidumbre que se cierne sobre el Estado de Bienestar. Si la corrupción del Gobierno y el frenesí dilapidatorio de las Autonomías, no fueran obstáculos para mantener el Estado de Bienestar, y alcanzar los objetivos financieros de la Unión Monetaria, el caótico desenfreno felipista podría ordenarse con una etapa aznarista más moderada en la corrupción y menos ostentosa en el dispendio estatal. 
Son los problemas acuciantes, y no los grandes ideales, quienes exigen e imponen las soluciones políticas. La naturaleza del cambio que necesitamos está condicionada por la de los problemas que sufrimos, y no por la de las ideas o intereses que profesamos. Pero sucede que la democracia formal, no siendo en sí misma solución para ninguno de los problemas sociales, salvo el de la lucha por el poder, es el único método de que disponemos para resolver de modo pacífico esos problemas, con distintas y libres opciones de gobierno. Los tres obstáculos que nos impiden tener opción a un buen Gobierno son: la constricción política de la conciencia nacional; la corrupción de la clase dirigente; y la incompetencia de la clase gobernante. Las solución adecuada, que desarrollo en el libro que presentaré en el Paraninfo de la Universidad el próximo día 20, bajo el título «Del hecho nacional a la conciencia de España o el Discurso de la República», está en la fórmula política de la moderna democracia: transformación del Estado de autonomías en Estado nacional descentralizado; cambio del régimen parlamentario por un sistema presidencial con separación de poderes; y sustitución del criterio electoral de diputados de lista por el de diputado de distrito.