2001-02-06.LA RAZON.LA ESTOKOCRACIA DALMACIO NEGRO
Publicado: 2001-02-06 · Medio: LA RAZON
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OPINIÓN 24 LA RAZÓN MARTES, 6 - II - 2001 LA ESTOKOCRACIA OTRAS RAZONES EL MILAGRO DE LAS VACAS LOCAS A medida que de premios y concur- sos, ascetas y maca- rras, amos y amas de casa, futbolistas y aje- drecistas, alpinistas y buzos, famosos y fa- mosas, etc., aparte de acabar con las virtuo- sas pero engorrosas discusiones sobre los cupos y, con ello, con la guerra civil entre los sexos, pues para la es- tadística sólo hay unisex. Excluida por definición la demagogia, la se- lección de los gobernantes, sean jefes de go- bierno, ministros, diputados, alcaldes, conce- jales o defensores de cualquier quisicosa, es decir, la representación sería por fin realmente objetiva, auténtica, irreprochablemente demo- crática y se evitaría el peligro, dada la hetero- geneidad de la muestra y la duración del car- go, pues cuatro o seis años son pocos, de que se formasen nuevos partidos o que la razón y la voluntad públicas estuviesen en peores ma- nos. No obstante, el imaginativo y políticamen- te muy incorrecto escritor francés se muestra algo pesimista al final de su brillante exposi- ción, viniendo a coincidir con García-Trevija- no: para instaurar pacíficamente este sistema habría que hacer una reforma constitucional promovida por los políticos profesionales. Dalmacio NEGRO el tiempo pasa me re- sulta más evidente que la divina provi- dencia se manifiesta siempre cuando me- nos lo esperamos y cuando más lo nece- sitamos. Lo difícil, claro está, es advertir que el Todopoderoso nos da un toque de atención para indicarnos que el camino que seguimos nos conduce al precipicio; lo cual no es tanto una cuestión interpretativa co- mo de receptividad. Darse cuenta de por dónde van los tiros no es nada fácil y re- quiere un punto de intuición, dos de tran- quilidad de espíritu y tres de reflexión pau- sada. Algo difícil de conseguir en estos tiempos en los que todo se hace a toda pri- sa. Así, por ejemplo, quién iba a decirnos que esta diabólica espiral de las vacas lo- cas en realidad no es sino una señal del cie- lo dirigida a regenerar nuestra alicaída ci- vilización occidental. Pues más allá de que los eurócratas nos obliguen a dejar de lado los deliciosos chuletones, lo realmente tras- cendental es que la mayor parte de los pro- ductos alimenticios que hoy la vorágine publicitaria nos incita a consumir son tóxi- cos. Empezando por las hamburguesas y las salchichas de los repugnantes «fast food» y siguiendo por los incomibles bollos de LAS MEDALLAS DE TRILLO L os militares conceden a las conde- coraciones un merecido valor, que los paisanos, como es el caso de Juan Bravo, no llegan a comprender del to- do. Esa es sin duda la razón de que no se preste la debida atención al malestar que ha causado en el medio castrense la devalua- ción de las medallas en el Ministerio que dirige Federico Trillo-Figueroa. Parecía difícil superar al anterior Gabi- nete, que se vio obligado por aquello de no hacer distinciones a condecorar a un dipu- tado antimilitarista que, como es lógico, ni siquiera se dignó en recoger la medalla. Pe- ro lo de ahora, y así lo cuenta el espía mi- litar, es peor, porque el equipo de Trillo ha condecorado a una persona, un civil, una mujer que no se ha distinguido precisa- mente por sus valores castrenses. Cuentan en el Ministerio que el único merecimiento de la agraciada con una distinción al méri- to militar es el de haber ayudado a la re- dacción de un informe encargado a dedo por Defensa a un consultor privado. Se da la circunstancia de que la condecorada ha sido despedida del prestigioso instituto en el que colaboraba tras la escandalera for- mada por el informe de marras. Juan BRAVO REBOREDO Y SAÑUDO E stokocracia sig- nifica el mando o gobierno del azar. Roger de Sizif ha escrito «una modesta proposición para que el pueblo de Francia sea felizmente gober- nado gracias a la ins- tauración de una selec- ción política aleatoria». Sugiere una democracia-loto. La propuesta, sencilla y simple como las verdaderas teorías científicas, solucionaría el problema del Esta- do de Partidos al que Antonio García-Trevija- no dedica su último libro, Pasiones de servi- dumbre, original por su concepción, formidable por la elaboración y raro en el pa- norama de la literatura política por su conte- nido y actualidad. En él hace una disección de los aspectos afectivos en que descansa el Es- tado de los Partidos, en el que una oligarquía domina sin contradicción a la inmensa mayo- ría que, cegada por sus pasiones, se deja se- ducir por esa minoría. García-Trevijano no abriga muchas esperanzas en que una reforma intelectual y moral cambie el estado de cosas. Sin embargo, el pequeño libro de Sizif, ampa- rado en ejemplos históricos, en la autoridad de Aristóteles, Harrington contrario sensupues era partidario del gobierno aristocrático, Mon- tesquieu, Rousseau y hasta en la opinión de Benjamin R. Barber, consejero del inefable presidente Clinton, contiene la solución: la de- signación de todos los cargos políticos por sor- teo. El sorteo universal coincidiría con el autén- tico sufragio universal al no influir los votos en blanco o de los muertos ni las abstenciones y no tener sentido las amenazas o las prome- sas. Sería relativamente fácil de establecer gra- cias a la informática y todo serían beneficios: el primero que, por su sola virtud, desapare- cerían de pronto los partidos políticos, cuyos miembros, deudos y clientes, al incrementar el censo de trabajadores, contribuirían así a aumentar la renta nacional y a reducir la ne- cesidad de inmigrantes; disminuirían también los dispendios públicos y los impuestos al ser menos –sólo los justos– los designados por sorteo que por elección, sin poder nombrar adláteres, paniaguados ni tener que pagar a co- bistas y promotores. Naturalmente, el autor francés da los deta- lles pertinentes sobre la organización, realiza- ción y el resultado de los sorteos y se anticipa a las críticas obvias. La organización y reali- zación se regiría, con ayuda de la estadística, por el sentido común, lo que es una garantía, mediocre pero más honesta y segura que la demagogia, y, en cuanto al resultado, la mis- ma estadística descarta que puedan acceder a los cargos públicos más tontos, orates, inúti- les, ganapanes, ambiciosos y desaprensivos que ahora. Al contrario: las leyes de probabi- lidad estadística –Sizif hace el cálculo perti- nente para Francia– garantizan que su número seria muchísimo menor y que difícilmente po- drían repetir mandato. El sorteo tiene muchas ventajas que no ca- be resumir aquí. Por ejemplo, la estadística ga- rantiza asimismo que los representantes de la nación serían elegidos proporcionalmente a las clases, estamentos, estratos, categorías socia- les, grupos, ONGs, edades, ideologías, reli- giones serias y adoradores de algo, oficiales y militares sin graduación, profesores y estu- diantes, intelectuales de verdad y ganadores pastelería industrial. Yo que siempre había sospechado que una comida tan lamenta- ble no podía ser bue- na constato una vez más con resignación cómo se cumple in- eluctablemente ese sabio refrán castella- no de piensa mal y acertarás, porque todo aquello que nos sir- ven al por mayor no sólo es indigerible si- no que es mortal de necesidad. Principal- mente porque parece que lo de los priones y las harinas cárnicas es sólo la punta del iceberg y que lo que en principio era un gi- gantesco fraude amenaza ahora con con- vertirse en un genocidio general hacia el que nos conducen todos y cada uno de los escalones de la cadena alimenticia. De se- guir así las cosas va a ser preciso etiquetar los comestibles con la misma coletilla que le ponen a las cajetillas de tabaco: «las au- toridades sanitarias advierten que esto de aquí dentro puede resultar perjudicial para la salud». Que quien quiera oir oiga, que el que desee entender entienda y que quien no se dé por aludido acabe teniendo el cerebro espongiforme de res desquiciada. Así que fuera hamburguesas, salchichas, pasteles industriales, barras de almidón que llaman pan, lamentables precocinados chiclosos en estado de congelación y otros desechos de tienta que los especialistas en «marketing» llaman eufemísticamente alimentos. Por- que el siglo XXI exige que volvamos la vista atrás, hacia aquellos tiempos de la España profunda en los que en diciembre los cerdos engordados a lo largo del año eran sacrificados tras un truculento rito que terminaba en una ristra de deliciosas mor- cillas y suculentas corras de chorizos y sal- chichones, en lomo de la olla, en jamones y en paletillas que daban para casi todo el año. Entonces en cada pueblo había varias yuntas porque aún se cultivaban las tierras y de rebote en el monte había perdices en invierno y codornices en verano, animales bravos y no de criadero como los de aho- ra. Una época en la que el que más y el que menos tenía su huerta y se atiborraba de patatas, melones, sandías, calabacines, ca- labazas, pimientos, tomates, pepinos y de- más hortalizas a cuál más apetecible. Un tiempo en el que las madres y las abuelas hacían tartas y pasteles y nos cocinaban platos para chuparnos los dedos toda la fa- milia un día sí y otro también. Una era en la que no había hipermercados e ir al res- taurante era algo excepcionalmente reser- vado para las grandes ocasiones. Menos mal que cuando estábamos a punto de ol- vidarnos de una edad tan privilegiada la di- vina providencia ha vuelto a acordarse de nosotros pues, si Dios quiere, tras la crisis de las vacas locas no vamos a tener más re- medio que abandonar un modelo civiliza- torio que además de ser aséptico, inodoro, incoloro, insípido y aburridísimo, mata. Así que del mismo modo que ocurre con las meigas en esa entrañable tierra que es Ga- licia, cuando me pregunten por los mila- gros no tendré más remedio que decir aquello de: «creer no creo pero haberlos haylos». Bruno AGUILERA