2003-09-06.LA RAZON.LA ERA RAJOY RUBIO ESTEBAN

Publicado: 2003-09-06 · Medio: LA RAZON

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LA ERA RAJOY 
LA RAZON 6 SEPTIEMBRE 2003 
MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN 
Como buen gallego no galleguista, Mariano Rajoy, el primer sucesor del aznarismo, es, a la vez, socio del Celta y del Coruña, las dos grandes potencias (rivales) del fútbol galaico-artábrico. Sabe contar chistes buenos y tiene una idea del Estado propia de un registrador de la propiedad. Es decir, un concepto minimalista. Con un guardia civil y un registrador de la propiedad ya tenemos el núcleo del Estado. Es lo suficientemente listo como para tener una gran humildad intelectual, característica ésta que le hace aprender sin parar, como una esponja, y estar abierto a todos los horizontes no conocidos. Recordemos que cambió la expresión no feliz del «entorno de ETA» por la más lógica del «entramado de ETA», a partir de una simple conversación que tuvo con nuestro Antonio García-Trevijano en este periódico. Esa misma capacidad de aprender es la mejor garantía que tiene para afrontar todos los nuevos proyectos y retos que exige el fortalecimiento y engrandecimiento de España en el mundo. Los variadísimos puestos políticos que ha ocupado inducen a pensar que conoce bastante bien los engranajes del Estado y su fisiología (¿Qué inteligencia más señera la del «Cursus honorum» de la República Romana y, en cierto sentido, la de la República Americana por antonomasia!), cosa que debería desembarazar de trabas covachuelistas al gobernante cuando ande trajinando por los pasillos del Estado. Su humor, tan a menudo críptico y abstruso, le predispone a combatir sin palabras gruesas y gestos airados en el palenque triste de la política. La sonrisa ancha nunca hace sangre.
   Lo que parece claro es que el aznarista Rajoy es muy distinto caracteriológicamente a Aznar, y esto significa que la política española puede cambiar radicalmente. La lealtad personal no debe bloquear ni los ojos ni las inteligencias individuales. Porque para ser leales con los amigos primero hay que ser leales con las capacidades del propio ser. Ni la amistad ni la lealtad obligan a enterrar los talentos propios. Al contrario. Lo que es indudable es que Aznar quedará hieratizado en su enorme poder moral ¬sólo comparable al que tuvieron dos de los presidentes de la Primera República¬, mientras Rajoy hará frente al nacionalismo rampante, el asunto de Iraq, la urgente reforma sobre la elección del Consejo General del Poder Judicial, ente lacayuno de los partidos, y la necesaria democratización del Estado ¬ya va siendo hora de que nuestros representantes no sean también los alabarderos de nuestros gobernantes¬. La prudencia y la absoluta falta de estridencia de Rajoy debería servir entre otras cosas para que la política «no fuera el único centro creador de historia» (Ortega). Ya estamos hartos de tanto chato protagonismo de mediocres y mezquinos maragalles e ibarreches. De todas formas, decidir en solitario sobre lo que va a ser España tiene que dar pánico. Sobre todo, cuando la sociedad civil no puede asesorar ni controlar a la corrupta sociedad política ¬vid. el caso Tamayo¬. Nuestro futuro depende de otros que están «jurídicamente» desvinculados de nosotros.
   La crítica socialista de que ha sido únicamente el dedo de Aznar quien ha elegido a Rajoy no sólo es perversa sino de una hipocresía oceánica. ¿Qué diferencia hay entre ser elegido por Aznar ¬que fue elegido dos veces por los españoles¬ y serlo por una mezquina oligarquía que constituye la cúpula del PP y que sólo representa intereses financieros, mediáticos y de autopermanencia ¬lo mismo, naturalmente, que la cúpula del PSOE¬? Yo prefiero la elección solitaria y generosa de Aznar que la del consenso de intereses ajenos al bien común. Aquélla es más democrática por su origen. Entiendo, no obstante, a los socialistas. La falta de un líder les lleva a un consenso de taifas. Pero no entiendo que abanderen esta crítica socialistas como Bono, cuyo incontestable poder descansa mucho más en la ciudadanía de Castilla La Mancha ¬que le profesa una ciega y férvida confianza¬ que en su propio partido. Supongo que tendrá ya que ver con el discurso electoral. Por otro lado, cuando Aznar nombra de este modo dioclecianesco a su sucesor (el Augusto elige al César que meses después será Augusto) refleja paladinamente que el poder político en esta monarquía reside «sólo» en la clase política y sólo la clase política lo controla y conforma.