1994-05-16.EL MUNDO.LA DICHOSA GOBERNABILIDAD AGT

Publicado: 1994-05-16 · Medio: EL MUNDO

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LA DICHOSA GOBERNABILIDAD
EL MUNDO. LUNES 16 DE MAYO DE 1994
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
LAS peripecias personales en los acontecimientos políticos no suelen atraer mi atención.  Se puede ver a través de ellas la gravedad de la crisis actual. Pero las personas implicadas en la misma no son protagonistas de lo que está sucediendo. La última sesión parlamentaria desveló, por ejemplo, cómo el control del Estado ya no está en el consenso de los grupos parlamentarios, ni en la iniciativa de los jefes de Gobierno y de oposición. Aunque de distinta naturaleza, en este momento sólo hay dos poderes conscientes de su fuerza y decididos a emplearla para salir o permanecer en la situación gubernamental. La Prensa y la Generalitat. Sus intereses inmediatos son opuestos. La lucha por el poder tiene líderes inconfesados y escuderos acobardados. Y los dos bandos juegan, sin tapujos, la partida final dentro del sistema oligárquico de la transición. Aunque no estoy metido en ese juego extraño a la democracia, mi esfuerzo por preservar de este envite a los demócratas conscientes está contribuyendo, sin querer, al triunfo del bando cuyo fracaso gobernante agotará el oportunismo de la transición y abrirá, por fin, las compuertas a las corrientes retenidas de la democracia. La Prensa y Aznar deben derrotar, cuanto antes mejor, a la Generalitat y González. 
Cuando digo Prensa hablo sólo de la que está en vanguardia contra la corrupción. Y cuando digo Generalitat no me refiero a la institución o a Cataluña, ni a la coalición nacionalista que la gobierna, sino a los hombres que la representan en Barcelona y Madrid. Últimos responsables de que España permanezca, gracias a sus habilidades, en situación estable de debilidad. Únicos políticos que saben lo que se está jugando España con la dichosa gobernabilidad. A medida que la situación se degrada, y menos se gobierna, más aumenta el valor y rentabilidad de la estabilidad que puede dar la Generalitat al Gobierno central. La situación política puede llegar a ser así tan estable, en su decadencia, como todo lo que desciende por los anchos peldaños de una larga escalera. Por su propio peso, en cada descansillo recupera el equilibrio que la transición del superior al inferior le había hecho perder. La llamada transición española es un buen ejemplo de cómo se puede ir descendiendo, guardando el equilibrio, desde una plataforma de poder a otra más baja. Y la del gobierno actual esta ya casi en el nivel de bajeza del primer Gobierno de la Monarquía. No hay en toda Europa un pueblo más gobernable que el nuestro, salvo el alemán. Ni una clase política más corrompida, salvo la italiana. 
Bastan estas dos observaciones para comprender lo que significa entre nosotros la dichosa gobernabilidad. Tanto el jefe de gobierno, como los del nacionalismo gobernante, se oponen a un cambio de poder gubernamental en el Estado en nombre de la gobernabilidad. ¿De quién? Se comprende que el uno se resista a dimitir, diciendo cualquier cosa sin significado, y que los otros le apoyen repitiendo el abstruso pretexto. Pero no es fácil de entender, sin pensar en motivos inconfesables, por qué osan echar sobre un pueblo tan dócil y resignado una tara de ingobernable que avale su «deber» de mantener, por el bien de España, al Gobierno de la corrupción. Pues éste es, en verdad, su único argumento. Que el jefe del Gobierno se atreva, conocida su osadía para parlotear contra la verdad, pase. Pero ya es demasiado que, además de la corrupción, tengamos que soportar el sermón de la estabilidad y gobernabilidad, pronunciado por quienes sólo se han dirigido a nosotros para advertirnos de que los asuntos de España eran, para ellos, asuntos extranjeros. Los asuntos de Cataluña y País Vasco son en cambio, para nosotros, asuntos propios. Y no podremos olvidar el daño que el nacionalismo gobernante ocasiona hoy a la causa de la verdad y la democracia en toda España. Que no está necesitada de gobernabilidad, sino de gubernamentalidad. O sea, de otra mentalidad de gobierno, de otro régimen de poder.