1994-10-24.EL MUNDO.LA DESVERGÜENZA INTELECTUAL DE EL PAIS AGT
Publicado: 1994-10-24 · Medio: EL MUNDO
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LA DESVERGÜENZA INTELECTUAL DE «EL PAÍS» EL MUNDO. LUNES 24 DE OCTUBRE DE 1994 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO La muerte de Franco fue confundida por la generación del cambio con la muerte de España. Y ese error histórico ya es suficiente para no sentirme identificado con la generación de Juan Carlos que sustituyó en el poder a la de la dictadura. El paquete de libertades sin libertad política, que nos regaló el Estado, fue confundido con la democracia. Y este error ideológico impide a cualquier conciencia libre aceptar la oligarquía liberal del régimen de partidos que sustituyó al de partido único. España y libertad política son, en consecuencia, las dos reivindicaciones que justifican la actualidad y legitiman la pertinencia de mi «Discurso de la República». Sin libertad política, España no puede dejar de ser un botín administrado por bandas incontroladas de políticos, banqueros y editores de medios de incomunicación social. Sin España, la libertad política exacerbaría aún más la división entre rivalidades regionales y apátridas de ciudadanos sin ciudad. Mi libro pone al descubierto la superchería cultural que, en nombre de la democracia, impone en la opinión el dominio de la oligarquía. Los partidos y el oligopolio editorial son los adversarios naturales de las tesis que defiendo, contra ellos, en mi libro: unidad nacional y democracia. Es natural que no estuvieran presentes en su presentación y que lo combatan. Como era de esperar, el líder de la falsedad ideológica en los medios de la comunicación escrita ha comenzado a demoler mi obra con la piqueta de la mentira. No concibo que pueda existir libertad sin partidos políticos. Mientras la vida del principal accionista y la del primer director de El País prosperaban con la dictadura, yo exponía la mía para defender la libertad de todos los partidos clandestinos. Pero una cosa es la legítima libertad de partidos en el seno de la sociedad, por la que luché y volvería a luchar si fuera preciso, y otra muy distinta el ilegítimo monopolio y los privilegios de los partidos en el seno del Estado. La noción de partidos estatales es una aberración política incompatible con la democracia. La naturaleza estatal de los partidos actuales, y su financiación por el Estado, hacen imposible que puedan ser representativos de la sociedad civil. Mi opinión no se basa en la tesis inglesa de la perversidad intrínseca de los partidos, que el fascismo explotó dos siglos después con evidente demagogia, sino en la inteligente previsión de los fundadores de la democracia en América y en la tradición del mejor pensamiento liberal. Lo que propongo en mi libro no es deslegitimar a los partidos, ni humillarlos, sino dignificarlos ante la sociedad sacándolos del Estado donde viven enquistados. Es inútil esperar buena fe intelectual o moral en los comentaristas de El País que se han ocupado o que se ocuparán de mi libro. Ese periódico cumple en la esfera de la cultura la misión depuradora que realiza el PSOE en la esfera de la moral y de la política. Ambos son incompatibles con la decencia. El País de Polanco y el PSOE de González nunca han tenido ideas ni ideales. Y no pueden siquiera comprender que otros los tengan. Un mismo complejo de inferioridad intelectual y de ambición personal los ha unido en la síntesis felipista. Una ideología de dominación de la inmoralidad hecha por los Cebrián y los Pradera a la medida de los bolsillos. Es normal que muchas personas pertenecientes a la generación de Juan Carlos, una generación vividora del presente que renegó de su pasado y sacrificó su futuro, rechacen los análisis de mi libro. Pero hay que ser un verdadero sinvergüenza intelectual para definir mi Discurso democrático, desarrollado en trescientas páginas, con la mentira de que deslegitimo a los partidos y con la anécdota de que recoja con humor la frase de Tola «me dan ganas de coger la escopeta y liarme a tiros», o la advertencia sobre la urgencia de la reforma democrática para evitar el peligro de los cirujanos de hierro.