2001-03-13.LA RAZON.LA CRISIS DEL ESTADO DALMACIO NEGRO

Publicado: 2001-03-13 · Medio: LA RAZON

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LA CRISIS DEL ESTADO (II) 
LA RAZÓN . MARTES 13 DE MARZO DE 2001
DALMACIO NEGRO 
En las crisis del Estado no siempre resulta fácil distinguir entre las causas materiales y las causas morales. Consideradas por separado, las causas materiales dan lugar a las causas morales y estas últimas a las primeras. Así, la corrupción, causa material, da lugar a una crisis de la moralidad pública. El hastío del Estado, causa moral, da lugar a la crisis material, a la misma corrupción. En último análisis, las causas materiales, cuando no son una excepción aislada, pueden reducirse a las morales. Pero lo más grave es cuando no se pueden aislar entre sí; entonces la crisis puede ser total, sin que quepa corregir alguna para rectificar el curso de las cosas. Siguiendo con el ejemplo, ¿se puede aislar hoy la corrupción estatal, prácticamente estructural, de las causas morales, sustancialmente la decadencia del espíritu público? En suma, la crisis total del Estado deviene cuando el uso del poder -y el Estado es la mayor concentración posible del poder público- es radicalmente inmoral en el preciso sentido descrito por García Trevijano: «La corrupción política traduce la inmoralidad estructural de las reglas y valores del sistema de poder».
    El poder, en sí mismo, nunca es neutral; de suyo es bueno, pero el uso que se hace de él puede ser moral o inmoral. Mas, en el Estado de Partidos, que usurpa al pueblo la posesión del poder -la mayor de las inmoralidades- no hay alternativa: el uso del poder tiene que ser lógicamente inmoral, puesto que descansa en el hecho de que se sustrae o roba la libertad política al pueblo. La libertad política no es empero un concepto colectivo sino individual. Decía Bertrand de Jouvenel que uno de los mayores defectos del pensamiento político moderno, del racionalismo político, son sus generalizaciones, su colectivismo, su carácter abstracto, pues, in politicis, el sujeto y el objeto son individuos concretos dotados de libertad. Así, el concepto libertad política puede ser manipulado refiriéndolo a la totalidad, no a individuos concretos. En el Estado de Partidos es obvio que sólo unos pocos, los dirigentes de los partidos y quizá sus mentores, pueden ejercitar plenamente su libertad política. Sin embargo, se hace creer que hay libertad política reconociendo el derecho de todos a ser uno de esos pocos. Es un caso de la típica contradicción entre la libertad y el derecho que da lugar al viejo dilema de las libertades formales y las libertades reales: el derecho hace a todos iguales ante la ley; luego, reconoce la libertad política universal. Pero, en realidad, sólo una minoría puede ejercitarlo, como descubre fácilmente el análisis sociológico. Y este es hoy el caso normal.
    Jamás ha sido tan reivindicada la libertad política universal. Pero como el Estado es, por su propia naturaleza, un poderoso dique protector de la libertad política de los pocos frente a la de todos, el sentimiento del mismo como un obstáculo y de su creciente inutilidad, pues combina despilfarro y expolio fiscal, se ha convertido ya en una corriente de opinión, en gran parte inconsciente, contraria a lo público, que identifica con el Estado, en el que sólo ve algo a explotar en provecho particular. La privatización, de ser un correctivo frente a un Estado que se ocupa de todo, se ha convertido así en una suerte de panacea que justifica tanto la práctica de la corrupción dentro del Estado, corrompido a radice al ser patrimonio de los dirigentes de los partidos, como la tendencia a privatizar todo lo público.
    En cierto modo, el hecho político más grave hoy en día, es la tendencia a feudalizar el Estado, de lo que la privatización de actividades públicas -razonables en sí mismas si son correctas- no es más que la punta del iceberg. Pues, los medios y recursos públicos se utilizan descaradamente dentro del Estado para crear situaciones particulares ventajosas a favor de grupos o personajes. En la práctica, la feudalización del Estado está más adelantada de lo que parece. La libertad política de unos pocos, favorecida por la estructura del Estado de Partidos, opera creando lazos de todo tipo con una clientela cada vez más numerosa. Es también una de las causas de que el Estado favorezca las grandes concentraciones de poder empresarial con el pretexto de la «globalización».