1995-08-04.EL MUNDO.LA CONSPIRACIÓN RAUL HERAS

Publicado: 1995-08-04 · Medio: EL MUNDO

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LA CONSPIRACIÓN
EL MUNDO. 04/08/1995. Página, 72
RAUL HERAS
Aceptemos la hipótesis formulada hace meses por Alfonso Guerra, que la Ejecutiva del PSOE se encargó en su reunión del martes de convertir en tesis oficial, al cambiar el título y los objetivos de la programada Conferencia socialista de otoño, para convertir el encuentro en una Numancia democrática, en un Alcázar del régimen: la conspiración existe.
Sentada esta premisa del razonamiento, podemos desarrollarlo. Si la conspiración es un hecho, tiene que existir un objetivo, una estrategia para conseguirlo, unos medios para utilizarlos y, por supuesto, unos conspiradores, en varios estratos que van desde los ideólogos de la conjura hasta los simples peones que desconocen el alcance de la misma, e incluso a quiénes están sirviendo con sus actuaciones.
Vamos punto por punto. Si la conspiración es contra la democracia, sólo puede tratarse de un intento, de un plan para subvertir el orden que nos dimos los españoles en 1978, similar al del 23 de febrero de 1981, que cambie la estructura legal en que se basa el Estado de Derecho e imponga un sistema autoritario y dictatorial, en contraposición al democrático que se sancionó en referendum. Estarían en peligro las libertades colectivas e individuales, el sistema de partidos políticos y elecciones, la existencia de las autonomías, con sus diferentes banderas, idiomas y fueros y, por extensión, nuestra propia pertenencia a la Unión Europea y al mundo democrático occidental.
La estrategia se basaría, según los descubridores socialistas de la misma, en promover el golpe de Estado en varias fases: en la primera se atacaría al actual Gobierno y a su presidente, Felipe González, de todas las formas posibles, explotando al máximo los casos de corrupción y abuso de poder de estos años; en la segunda se atacaría de igual forma al futuro Gobierno del PP y a su presidente, José María Aznar, dejando al descubierto la incapacidad del sistema parlamentario de ofrecer alternativas viables al país para afrontar los retos económicos y sociales; en la tercera se atacaría a la Monarquía y al rey Juan Carlos, para destruir el último baluarte de la Constitución y desmontar el andamiaje entero que vertebra la convivencia entre los españoles; en la cuarta y última fase se ofrecería una nueva fórmula, republicana y presidencialista, con nuevas modalidades de organización y representación ciudadana, más de acuerdo con una concepción oligárquica del nuevo mundo.
Los medios a emplear serían dobles. Por un lado, los juzgados, a través de los cuales se expresa uno de los poderes básicos en toda democracia, el judicial; y por otro, los medios de comunicación, que representan el más eficaz de los cauces para informar y crear opinión, pero permiten con su manipulación la cosificación de actitudes e ideas y el mayor de los alienamientos en la Historia de la humanidad. En cuanto a los conspiradores, junto a los mencionados Conde, De la Rosa y Ruiz-Mateos, tendríamos que colocar, de inmediato y como dirigentes o compañeros de viaje a jueces como Baltasar Garzón, Marino Barbero o Carlos Bueren, y periodistas y opinadores tan diversos como Pedro J. Ramírez, Ramón Tamames o Víctor Márquez Reviriego. El componente republicano irredento lo aportaría Antonio García-Trevijano. El problema está en que la propia dialéctica interna de esa conspiración no resiste el mínimo transcurrir de un segundo, y todo queda claro si pasamos de conspiración democrática a lucha contra un partido y un Gobierno, que es algo más sujeto a las venganzas, ataques, ambiciones y movimientos que se producen en una democracia cuando su lado oscuro llega a los tribunales.