1995-06-23.EL MUNDO.LA CONJURA DE LOS NECIOS MARTIN PRIETO
Publicado: 1995-06-23 · Medio: EL MUNDO
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LA CONJURA DE LOS NECIOS EL MUNDO. 23/06/1995. Página, 5 MARTIN PRIETO No sé si Pedro J. Ramírez, director de esta publicación, y Agatha Ruiz de la Prada, ebrios de champaña, se bañan desnudos en la piscina de José María Aznar y Ana Botella (ahora que se han mudado a lo mejor tienen pileta de natación), entre las carcajadas obscenas de Antonio García Trevijano y Mario Conde, aunque éste no está estos días para muchas risas teniendo la vida de su padre en el alero. Pero podría ser, por cuanto estos aventureros barojianos carecen de recato y conspiran en público. Yo al menos a la última reunión, ciertamente conspirativa, a la que asistí, se celebró en un restaurante, y a la salida, Trevijano, el amigo de José Oneto y Miguel Angel Aguilar, se ofreció gentilmente a transportarme hasta mi domicilio. ¡Nunca me vi en otra! Me llevó en un «Rolls Royce» descapotado de colección, y, claro, a ambos y a Aurora Pavón que nos acompañaba, casi nos hacían fotos en los semáforos. Se lo dije: «Coño, Antonio, ¿cómo vamos a desestabilizar el Estado democrático paseando a las cinco de la tarde en calesa por Madrid?». Antonio por sus prisas y su descaro parece Miguel Maura, y así me luce el pelo a mí en su compañía, más asustado que Azaña el 14 de abril del 31. Ben Bradlee, quien fuera gran director del Washington Post, abiertamente «demócrata» (por el partido estadounidense) fue íntimo del núcleo interior y machista de los Kennedy, y él sí que compartía piscina, champaña y hasta desnudos de Marilyn Monroe. Y, aun siendo conocidas tales andanzas, tan lúdicas como legítimas, ningún norteamericano en su sano juicio puso en entredicho la credibilidad de las informaciones del Post, porque Bradlee, como todo periodista que se precie, podía ser amigo de los Kennedy, pero más de la verdad. Ni cuando el solvente diario de Katherine Graham desovilló el caso «Watergate», Nixon y sus fontaneros se atrevieron a insinuar que el viejo Ben y su gente pretendían arruinar el sistema democrático estadounidense. Esas son cosas de la cultura anglosajona y protestante. En España, donde hasta los ateos son católicos, y mediando la figura del confesor, la mentira y hasta el perjurio tienen cien años de perdón. Así las cosas, aquí lo importante no es la verdad, ni siquiera la evidencia, sino la interpretación de los hechos. Será por eso por lo que parecemos negados para la ciencia empírica. Tras un gobernador del Banco de España pillado en trapicheos fiscales y de amiguetes indignos de su condición de tal; tras el jefe de la Guardia Civil que coge el dinero y corre, tras asesinatos sufragados con dinero público, con la directora del periódico del Estado procesada por estafa, con el servicio secreto convertido en casa de Polichinela, y con tantos desastres organizados bajo el prolongadísimo mandato de un hombre que de esta sociedad recibió un cheque en blanco pudiendo hacer de su capa un sayo, ahora resulta que los denunciantes de tamaños desmayos de la razón de Estado son reos de conspiración antidemocrática. El mundo al revés. El carro delante de los caballos. La hipocresía llevada hasta sus últimos límites. La nueva filosofía socialista: la verdad ya no es revolucionaria sino conspirativa y dictatorial. ¡Tócate los cojones, Mardones, que esto es la postmodernidad! Quienes debían representarnos a los socialistas nos han enfangado en su mangancia o en su incompetencia y ahora la culpa la voy a tener yo por hablar con Mario Conde o dejarme pasear en «Rolls» por Trevijano. Pero ¿qué piensa Felipe sobre la base social en la que se viene apoyando? ¿Supone acaso que además de pálidamente rojos, casi rosados, también somos gilipollas? El presidente me recuerda a Manuel Hidalgo quien habiéndose gozado en la mejor prosa antifeminista que se me ha dado a leer en los últimos años (en Azucena... sutilmente; y en ¡Olé!, de forma brutal) ahora me viene con dengues celosos de su propia obra pretendiendo desenmascarme como machista inconfeso y mártir. A la conjura de los necios, como la obra del mismo título, hay que echarle humor si no queremos perder la cordura. Yo me apunto a la piscina de Aznar con Pedro J. y Agatha en pelotas, porque al día siguiente hasta nos denunciaremos a nosotros mismos si faltáramos al mandato de la verdad. Quien sí tiene piscina es mi amigo Felipe: pero yo no me baño desnudo con Narcís Serra y con el general Manglano porque ya sé mi destino: acabar con un micrófono en el culo.