2018-02-25.DISIDENTIA.LA CAUSA DE LA CORRUPCION ESTA... EN EL SISTEMA JESUS PALOMAR

Publicado: 2018-02-25 · Medio: DISIDENTIA

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La causa de la corrupción está… en el sistema

POR  JESÚS PALOMAR  - 25 febrero, 2018

En la esfera de la ciudadanía, regida por el Derecho, a menudo las
cosas no son lo que parecen. El ciudadano puede parecer una cosa y
ser otra. Por eso el sistema es garantista y salvaguarda su inocencia.
Aunque parezca culpable es inocente si no se puede demostrar su
culpabilidad.

El Derecho penal asume como mal menor que un culpable quede sin
sanción ante la posibilidad de que un inocente sea castigado. No
podría ser de otra forma si queremos evitar la arbitrariedad
jurídica propia de las tiranías. Tolerar esta potencial injusticia es
necesario para el bien general. De otro modo no podríamos dormir
tranquilos. Pero en el ámbito político el planteamiento debe ser
diferente. Precisamente para que podamos dormir tranquilos.

Cuenta Plutarco que César admitió públicamente que no consideraba
responsable de adulterio a su esposa Pompeya. Y, sin embargo, la
repudió. Acto seguido añadió la famosa frase: la mujer de César no
solo debe ser honesta, además debe parecerlo. La anécdota fue
elevada a categoría por la pensadora Hannah Arendt cuando afirmó
que en política no hay diferencia entre el ser y el parecer.

HANNAH ARENDT: EN POLÍTICA NO HAY DIFERENCIA
ENTRE EL SER Y EL PARECER

Montesquieu consideraba que para evitar que el Estado se volviese
tiránico y abusivo era necesaria la independencia de poderes. De
este modo unos vigilarían y limitarían los posibles excesos de los
otros. El filósofo era consciente de la perversa inercia del poder y la
presunta culpabilidad de los que lo ejercen. De ahí la necesidad de
su continua vigilancia.

Siguiendo la máxima de Hannah Arendt y la sugerencia de
Montesquieu, si un político parece culpable y no demuestra su
inocencia, es culpable. Se invierte entonces la carga de la prueba. No

obstante, la culpabilidad es política, no jurídica. Esto es, debe
cesar inmediatamente de su cargo. Prima de nuevo el bien general y
la tranquilidad de la ciudadanía: la ejemplaridaden un político está
por encima del presunto derecho a su puesto de trabajo.

LA FUNCIÓN PÚBLICA ES INTERINA Y DEBE ESTAR
MOTIVADA POR UN IMPERATIVO DE SERVICIO QUE
SE DEBE ASUMIR SIN INTERÉS PERSONAL

La política no es una profesión. La función pública es interina y
debe estar motivada por un imperativo de servicio que se debe asumir
sin interés personal. No debe ser objeto de condescendencia
ciudadana ni conllevar privilegio alguno. La representación política
es un honor; la honradez, su básica condición; y además parecerlo,
ineludible exigencia. Si César fuese un ciudadano más no repudiaría a
Pompeya. Pero lo hace precisamente porque es César. En
innumerables debates y discursos públicos este concepto que he
intentado bosquejar aquí se suele expresar con dos
palabras: responsabilidad política.

En España, salvo honrosas excepciones, la responsabilidad política
brilla por su ausencia. El político que no parece honrado disimula
hipócritamente o se despacha con cínica desenvoltura; a veces, con
irritante desenvoltura. No obstante, no dimite y sus jefes no lo cesan.

LA PECULIARIDAD DE ESPAÑA NO SE DEBE A
NINGÚN CARÁCTER NACIONAL SINO A NUESTRO
SISTEMA POLÍTICO

Hace unos días en Reino Unido un político renunció a su cargo
avergonzado por llegar unos minutos tarde al Parlamento;
en Alemania hay ministros que dejan de serlo por falsificar el
currículo; y en Japón, algunos incluso se suicidan si aparecen
envueltos en turbios casos de malversación de fondos públicos.
¿Somos los españoles diferentes? No lo creo. En un mundo cada vez
más globalizado acabamos por ser todos muy parecidos. La
peculiaridad de España no se debe a ningún carácter nacional o una
maldición divina, sino a nuestro sistema político.

La mayoría de los partidos nacen en la sociedad civil y se parecen
mucho a un grupo de amigos que quieren cambiar las cosas. Los
miembros de este amistoso grupo no son ni peores ni mejores que
usted o que su vecino. Pero si se someten a la ley electoral
proporcional con listas y consiguen representación parlamentaria, la
cosa empieza a cambiar: el grupo recibe una generosa subvención del
erario y su estructura se jerarquiza. ¿Qué significa esto? Que el
partido se convierte en una empresa del Estado donde el líder es el
jefe y sus antiguos amigos son los empleados. ¿Y qué quiere una
empresa? Tener muchos clientes para conseguir beneficios.

Si algún empleado insiste en seguir pensando como cuando eran un
grupo de amigos ―anteponiendo el bien general al de la empresa―,
será expulsado y se quedará sin trabajo. Los que aprenden a ponerse
de perfil o a mirar para otro lado en el momento oportuno, medrarán
y mejorarán su posición.

EL PARTIDO SE CONVIERTE EN UNA EMPRESA DEL
ESTADO DONDE EL LÍDER ES EL JEFE Y SUS
ANTIGUOS AMIGOS SON LOS EMPLEADOS

La independencia de poderes podría paliar un poco esta fatal inercia,
pero en España el sabio consejo de Montesquieu es continuamente
desoído: el jefe de un partido controla el partido, el legislativo y el
ejecutivo si tiene mayoría absoluta; y tras alguna concesión política
y/o económica al jefe de otro partido, también si no la tiene. El resto
de pequeños poderes se reparten ocasionalmente a través de pactos u
oscuras complicidades: pocos ignoran ya que la extraordinaria
cobertura mediática de Podemos fue promovida por el Partido Popular
y que de tal cooperación no confesada pretendían sacar réditos
electorales los dos.

El entramado político descrito produce consecuencias del todo
previsible: financiaciones irregulares y prebendas de dudosa
legalidad que benefician a todos serán toleradas por todos, y solo
serán denunciadas públicamente por la mayoría de los políticos
cuando un competente periodista o un valiente juez evidencie que son
ilegalidades manifiestas.

Si los comparamos entre sí los políticos parecen muy diferentes; pero
si comparamos a todos ellos con el resto de ciudadanos, son muy
parecidos. El sistema de partidos combinado con el desprecio a
Montesquieu, malformación política presente desde la Transición,
actúa como un filtro inverso que deja fuera del poder a los mejores.
Los políticos se convierten en una clase privilegiada desligada de una
sociedad civil cada vez más alienada, explotada y desorientada.

NO ES LA ESCASA ÉTICA DEL POLÍTICO DE TURNO
O LA FATAL INMORALIDAD CONGÉNITA DEL PARTIDO
EL MOTOR DE LA PERVERSIÓN, SINO EL SISTEMA
MISMO

No es la escasa ética del político de turno o la fatal inmoralidad
congénita de uno u otro partido el motor de la perversión, sino el
sistema mismo. Desde un inmerecido ostracismo mediático Antonio
García Trevijano, inagotable pensador de la política, lleva clamando
durante décadas esta elemental verdad: allí donde impera
la partidocracia se producen semejantes consecuencias.

Ante este estado de cosas
muchos ciudadanos siguen
votando a su partidopensando
que la corrupción es cosa de
cuatro garbanzos negros. Otros
piensan que los corruptos son
siempre los del otro partido y
esperan, como se espera
a Godot, a las siguientes
elecciones. Mientras tanto,
lámpara en mano
como Diógenes, algunos
seguimos buscando al verdadero
hombre… político.