1998-07-28.ABC.LA CACERIA JAIME CAMPMANY

Publicado: 1998-07-28 · Medio: ABC

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MARTES 28-7-98 

OPINIÓN 

ABC  I  \7 

EL SUPREMO 

esto sí que es grave. Esto sí que es 
seria.  Tener  un  magistrado  del 
Supremo  que  miente.  Algo  que 
atenta  contra  la  misma  base  del 
Estado de Derecho. Es por lo que, 
en  Estados  Unidos, el juez  no  se 
pararía  ahí. Llamaría  a  los perio 
distas  que  publicaron  la  noticia. 
Al director  del  diario  «El país», 
que fue  el primero  que la sacó a 
la  calle, y al  redactor  encargado 
de redactarla.  Y les  preguntaría 
quién  se la  había  filtrado.  Ellos, 
casi  s^guro^irían  que  el  secreto 
profesional  les impide  decírselo. 
El juez les coiitestaría que eso está 
muy bien, pero^que tal secreto no 
está  incluido  en^l  Código  Penal 
como eximente. Asf-qyeo  se lo di 
cen o les condena por  desacator¥-
si  ellos  siguen  callados,  les  en 
viará  a  la  cárcel.  El  periodista 
tiene  el  deber  de no  revelar  sus 
fuentes.  Pero no tiene  el  derecho 
de guardárselas  ante un  Tribunal 
que trata de aclarar un delito. Re 
cuerdo el caso de un periodista del 
«New York  Times» que acabó  en 
una celda por ello. Y  más reciente 

mente,  una  ayudante  de  Clinton 
lleva dos años en la cárcel por no 
haber  contestado  a las  preguntas 
de un juez. De  ahí en adelante, hay 
dos posibilidades:  que  el magis 
trado  autor  de la  filtración  tenga 
un gesto de dignidad y diga en voz 
alta: «Yo  fui», con lo  que ahorraría 
al  periodista  la  pena.  O que  siga 
cañado, con lo que quien  paga  es 
el periodista, si es que sigue prefi 
riendo  mantener  el secreto  profe 
sional a escudar  a un  magistrado 
indigno. En cualquier caso, la Jus 
ticia  queda  servida.  Se ha  come 
tido una falta grave y alguien paga 
por ella. En España, por el contra 
rio,  más  que Justicia  se hace  un 
paripé. Se hace  como si se inves 
tiga. Se conducen unos interroga 
torios. Se dan por satisfechos  con_ 
las respuestas de cumplido y tBdós 
-coirtBntOsT^ues  se ha  lavado  la 
cara a la Justicia. Lo que no sé es 
si se hace Justicia. Pues una  falta 
muy  grave  quedaría  sin  sancio 
narse. Mejor  dicho, dos: la  filtra 
ción y el perjurio.  Tal vez se en 
gañen a sí mismos. Pero no van a 
engañar a los demás. 

José María CARRASCAL 

^^mr^'^ ií/í^x^'^ío; 

í  í f ^ l ^ ^ ^ ^ í ' - T Í U^ 

Breverías 

Kremlinología  aguda 
La  situación  en  Rusia  es 
tan  caótica que sólo quienes co 
nocieron los usos políticos de la 
extinta  Unión  Soviética,  los 
kremlinólogos,  recuerdan  mo 
mentos tan confusos. Kiriyenko, 
el primer ministro que había  de 
ser el títere del  presidente, ha en 
mendado la plana a quien le en 
cumbró. Mientras Yeltsin, desde 
su dacha, alude, en tono críptico, 
a la necesidad de una «limpieza» 
gubernamental,  Kiriyenko  da 
por zanjada la crisis con el nom 
bramiento de im nuevo director 
general del Servicio Federal de 
Seguridad,  el antiguo KGB. En 
medio de esta  agitación,  prosi 
guen  las  huelgas,  la  asfixia 
económica, la incertidumbre, el 
peligro de un retorno al pasado. 

Abismarse en la Expo 
La Exposición de Sevilla desa 
pareció sumida en un insondable 
agujero  financiero.  El Tribunal 
de  Cuentas  ha  decidido  abis 
marse  en  el pozo para  intentar 
vislumbrar  el fondo,  y el modo 
de asomarse  a  él es  fiscalizar, 
además  de la  Sociedad  Estatal 
Cartuja  93,  conocida  como 
Agesa, heredera  de la  Sociedad 
Estatal Expo 92 que tan colorido 
hizo el desastre, investigado por 
Garzón. Que el actual presidente 
de Agesa diga que su empresa es 
«ineficaz  e ineficiente»,  y  que 
Cartuja  93  «hace aguas por todas 
partes» es bastante  significativo. 
El Tribunal debe aclarar  porqué 
aquélla fue creada a última hora, 
en  servicio  de qué  intereses, y 
cuál pudo ser el papel de Pellón. 

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Escenas  políticas 
LA CACERÍA 

AL comentar  la  sentencia 

del «caso Marey», don Fe-
üpe González ha usado dos ex 
presiones  que  pronunciadas 
por  él  no  pueden 
dejar  de  producir 
escalofríos.  Se ha 
referido  a  «la  ca 
cería» y al «sindi 
cato  del  crimen». 
No  se  puede  en 
contrar  una  opor 
tunidad  peor  para 
mentar  la  cuerda 
en  casa  del  ahor-
c a d o.  A f i r ma 
González  que  el 
«caso Marey»ry-se 
sobrentiende  que 
todos  los  demás 
casos del GAL, se derivan de 
una  «operación  antigua»  lan 
zada  contra  él con  objeto  de 
desalojarlo  de La Moncloa. O 
sea,  que  el secuestro  de Ma 
rey, la  cal viva de Lasa y Za-
baJa y los demás crímenes del 
GAL fueron  organizados  por 
no se sabe quién,  puesto  que 
Barrionuevo  y Vera  son ino 
centes,  con  el  propósito  de 
chafarle  a Felipe  González  la 
guitarra. 

Pide González  con  singular 
gallardía  y bravura  que  se 
centre  sobre  él  la  «cacería» 
abierta  contra  los sociahstas, 
y declara con generosa altivez 
que asume plenamente  todas 
las  responsabilidades  políti 
cas.  De las  responsabiñdades 
penales  nada  dice.  Ésas  las 
deja  para  que las paguen Ba 
rrionuevo, Vera y los demás, 
aunque haciendo  constar  que 
esos  dos  son  inocentes.  ¿En 
qué estarán pensando los jue 
ces del Supremo para  no per 
catarse  de esa  inocencia? Lo 
más probable es que, como le 
espetó el propio Fehpe Gonzá 
lez al presidente de la Audien 
cia  Nacional,  don  Clemente 
Auger, «aquí no hay nadie que 
les diga a los jueces lo que tie 
nen que hacer». 

Hablar de «cacería»  abierta 
contra  los socialistas  cuando 
los jueces investigan una ver 
dadera cacería con .veintiocho 
muertos  y medio,  es  un  in 
sulto a los Tribunales de Jus 
ticia,  que  no  cazan  sino  que 
juzgan, y una broma macabra. 
Para  González, ahí  están  los 
once  magistrados  de la  Sala 
Segunda del Sutóremo, aposta 
dos detrás de la mesa, llena de 
códigos y sumarios,  armados 
de rifles  de repetición, ayuda 
dos por batidores  y alimañe-
ros fiscales,  ojeando  socialis 
tas,  a ver al que cazan. Bueno, 
once  magistrados,  no.  Hay 
cuatro (Jiménez Vülarejo, Ca-
nivell,  Bacigalupo  y  García 

j 
Ancos)  que,  en vez  de cazar 
| 
socialistas, los oxean, los ahu- 
yentan  por  compasión  o solí-  ¡ 
daridad y tiran  al aire. Según  i 
Felipe  González,  ¡ 
las cacerías las or-  ¡ 
ganizan  los  cene-  I 
j 
jos. 

En  eso  de  asu 
mir las responsabi-  j 
j 
lidades  políticas, 
Fehpe González ha 
j 
hecho  una  impor-  j 
tante  matización. 
| 
No se trata  de asu-  J 
dades políticas  así 
como  así,  tal  y 
como se han enten 
dido  siempre  las 
responsabilidades  políticas. 
González asume, sí, esas res 
ponsabilidades, pero en la di 
rección  contraria  de  la  que 
quiere  marcar  «el  sindicato 
del  crimen». Aquí, el sindicato 
del crimen  realmente  activo, 
el sindicato  que ha  cometido 
crímenes, es un  sindicato del 
que  son  responsables  el pro 
pio Felipe  González,  sus mi 
nistros y colaboradores. 

Poco inspirados  anduvieron 
Juan  Luis  Cebrián  y  Javier 
Pradera, autores de la denomi 
nación de origen. Pero el nom 
bre alcanzó fortuna  entre los 
chupavelas  y rapacirios  de la 
parroquia,  y ahora  hay  algu 
nos que lo  repiten. En ese «sin 
dicato del crimen» están,  que 
yo me acuerde,  Camilo  José 
Cela, Antonio Gala, Luis María 
Anson, Antonio Burgos, Luis 
del Olmo, José Luis Gutiérrez, 
José Luis Martín Prieto, Julián 
Lago, Pablo Sebastián,  Pedro 
Jota  Ramírez,  Luis  Herrero, 
José  Luis  Balbín,  Raúl  del 
Pozo, Federico Jiménez Losan-
tos  y Antonio  García  Trevi-
jano. Y estuvo, claro  está,  el 
inolvidable  Antonio  Herrero. 
Ninguno de  ellos ha matado, ni 
secuestrado  ni  se ha  llevado 
fondos reservados de las arcas 
púbhcas. Hablar  en España y 
en estos momentos de im «sin 
dicato del crimen» es una alu 
sión a la banda del GAL en el 
Ministerio felipista de Interior. 
Y la «cacería» más obvia es la 
que  ellos  organizaron.  Más 
claro, agua. 

Cuando  Felipe  González 
sale por ahí hablando de «ca 
cería» y de «sindicato del cri 
men» no parece sino que estu 
viese recitando una  confesión 
pública  de  culpabilidad.  ¿Es 
que  no  hay  quien  le  diga  a 
González lo que tiene  que ca 
llar,  y dónde  tiene  que  me 
terse la escopeta? 

Jaime CAMPMANY 

ABC (Madrid) - 28/07/1998, Página 17
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