2002-08-03.LA RAZON.LA BELLEZA COMO ETERNIDAD REPRESENTADA MARTIN MIGUEL RUBIO
Publicado: 2002-08-03 · Medio: LA RAZON
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LA BELLEZA COMO ETERNIDAD REPRESENTADA LA RAZÓN. SÁBADO 3 DE AGOSTO DE 2002 MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN Los artículos sobre arte que en este MMII nos está ofreciendo nuestro maestro García-Trevijano constituyen la construcción de toda una ontología sobre el arte que no puede pasar desapercibida ni por los creadores, ni por los espectadores, ni por los estudiosos. Su artículo «Socialidad de la Belleza» supone la demostración lógica de la existencia de un creador y un espectador pacientes de una misma experiencia, de una memoria común sobre su roce personal con el gran misterio de la belleza, devolviendo el espectador a la obra creada el sentido humano de la belleza solitaria, que encerraba mientras permaneció escondida o incomprendida, haciéndola social aunque no sea coeva y treinta siglos la separen. El joven György Lukács, en su Teoría de la novela (1916), reconocía ya que el fuego que late en el corazón del artista (hombre universal, perfecto paradigma de la especie, sacerdote de los instintos originarios de la Humanidad), es el mismo fuego que late en las estrellas. Desgraciadamente, otros marxistas, como el hipermaterialista Ernst Fischer, casi un empiriocriticista ¬vid. su The necessity of Art¬, no supieron jamás entender al genial ontólogo marxista húngaro. La vida como Naturaleza es el fondo del que sale el «a priori» sobre la belleza. La experiencia de este a priori es, según Brentano, del que tanto se benefició la fenomenología de Husserl y que fue tan mal digerida por nuestro Camón Aznar, sensación de belleza y de verdad, con que sentía Leibniz un teorema sencillo, un axioma evidente, una demostración «sencilla y bella». La sensación de belleza es una experiencia; la experiencia es una sensación del ser, que sobrecoge intensamente a todo sujeto. No hace falta que el sobrecogimiento que el espectador «sufre» ante la belleza artística sea una sacudida psíquica o éxtasis. Es contemplación como asombro y no pasmo, como de algo esperado y no extraño, gusto y regusto y no embriaguez menádica; sensación adecuada a todo sujeto sensible al que la belleza lo pone más en sí mismo y, así, más en los otros y en el Universo...( Agustín Andreu ). El asombro ante la belleza siempre es algo esperado, previsto. Con razón Aristóteles definía a la experiencia como memoria de un sentir (temporalmente impreciso). En la experiencia de la belleza el alma se lee a sí misma; por eso tiembla; por eso la experiencia es recuerdo vivo. En la experiencia de la belleza predomina la sensación de lo eterno, de lo nacido ya como un todo y con todas sus características. Son el fuego de las estrellas de Lukács, cuyas obras me hicieron a mí un marxista heterodoxo y metafísico. Por eso, cuando el arte es un imprevisto, un accidente anómalo con fecha de caducidad, a lo más que puede llegar es a ser un producto interesante (García-Trevijano). Hay mucha profundidad en lo que decía Condillac sobre su estatua con sentidos: «La sensación de belleza no se halla guiada por las especiales cualidades del objeto bello sino por el interés que el sujeto siente hacia él». Las Bellas Artes quieren unir el yo limitado a una existencia comunitaria y eterna. Las cosas antiguas esenciales, y aparentemente olvidadas permanecen en nuestro interior, siguen operando en nosotros ¬a menudo sin que nos demos cuenta¬ y un día, súbitamente, vuelven a la superficie y nos hablan como las sombras del Hades que Ulises alimentaba con su sangre. Toda belleza auténtica profetiza el retorno del viejo orden y de los viejos dioses de Hesíodo y Ovidio, una nueva Edad de Oro de riqueza, bienestar y justicia. Toda belleza supone una nostalgia dionisíaca dominada por el saber apolíneo, en donde brilla un Paraíso, un pardeísos, inocente, del que fuimos arrojados en la época en que éramos dioses. Si bien parece claro que entre las bellezas naturales y las bellezas artísticas contingentes existen diversas diferencias, también lo está el hecho incuestionable de que el creador, a pesar de ser casi un valor adquirido por la cultura humana de una época, es también Naturaleza por el mismo casi ese que le queda. Por lo que también deben mantener ese quasi las producciones artísticas que de su mano transcendente salen.