1976-07-12.POR FAVOR 106.JOSE MARTI GOMEZ- JOSEP RAMONEDA
Publicado: 1976-07-12 · Medio: POR FAVOR 106
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COSAS DE TRES DIAS DE JULIO Para los políticos de la oposición, un consejo: afinen stIN pulsos. Ya me veo yo a Ramón Tamames prac- ticando con José María Gil Ro- bles (el punch del joven luchador contra la veteranía del corredor de fondo) o a Ruiz Giménez haciendo prácticas con su hijo en las reunio- nes familiares. Por unos días esto va a ser el pan de cada día en casa de los hombres fuertes del país: —Anda hijo, antes de irle al co- legio échate un pulso con la pa- dre... No sé qué tal le sentaría al señor Carrillo la sugerencia de jugarse a un pulso con el presidente del go- bierno la legalización de su partido. ¡Local? ¿Fecha? Por el momento una cosa es cierta: el presidente es un hombre de buen pulso. No nos extrañemos pues si vamos hacia la democracia del échate un pulso y tente tieso. El señor Adolfo Suárez deja, por lo visto, hondo cariño por donde pasa. Al menos esto es lo que dicen esta vez y siempre las agencias ofi- ciales. Don Manuel Díez Miguel Moaleda, secretario del gobierno civil de Segovia lo ha explicado así: —Es el único presidente de honor de la Gimnástica Segoviana. Cuan- do estaba aquí era frecuente verle los domingos en el campo de El Peñascal. Dicen que también en Pefiíscola dejó cariño cuando de la mano de Herrero Tejedor organizó unos fa- mosos cursos de Administración Lo- cal (1960-1964) en los que apren- derían cosas Viola Sauret, Eugenio López y Jordana Pozas. Pero lo que todo el mundo se pregunta es ¡cómo llega a presiden- te un hombre de cuarenta y tres arios que prácticamente sólo es co- nodido por el discurso giscardiano —dicen los que le quieren— que hizo hace pocos días en las Cortes? —Es un intimo amigo del rey —dice Josep Meliá. Y es una explicación posible. Co- mo también es una explicación el que iba de suplente. —Si no puede salir Areilza que cuelen a Suárez: en la terna —ha- bría dicho el soplo. zumn A ADOLFO SUkREZ SE LO GINO k PULSO post franquismo. Don Julio García Ibáñez, conse- jero Nacional del Movimiento por Segovia, al conocer el nombramien- to de don Adolfo Suárez como pre- sidente del gobierno afirmó que era «un hombre de gran instinto polí- tico». Para refozar su opinión puso un ejemplo: —«Puedo contar —dijo— que es- tando de gobernador civil tuvimos una discusión que cortó el nuevo presidente arreglando la cuestión con un desafío sobre la mesa del despacho (lo que conocemos por un pulso) resultando vencedor el nue- vo presidente del gobierno.» Para los que puedan creer que esta anécdota es fruto de las ima- ginaciones turbulentas de los redac- tores de «Por Favor., una referen- cia: la información corresponde al servicio número 121 de Cifra, fe- chado en Segovia el día 3 de julio a las 22,45 de la noche. Y don Torcuato, que no es pre- cisamente un íntimo del señor con- El rostro miís fotogénicó del flan- 4 quisto, del transfranquismo y del de, tenía así margen de maniobrar para poder sonreír: «He cumplido el encargo que se me ha pedido.» Aunque es lícito sospechar que fue cumplido a medias. Pero eso son razones inmediatas y un presidente es algo que viene de lejos. Así, Arias venía de Málaga y de la dirección general de Seguri- dad. ¿De dónde viene Adolfo Suá- rez? Hay casualidades en la vida que a veces determinan una carrera. Y 23 Le condecoró hasta Sánchez Bella. en este caso la hubo. El punto de partida hay que buscarlo muy lejos de Avda. la ciudad natal de don Adolfo. El punto de partida está en Castellón. En Castellón estaba a finales de los cincuenta don Fer- nando Herrero Tejedor. Ejercía co- mo abogado y era subjefe provin- cial del Movimiento. Muy amigo del director del diario «Mediterrá- neo» formaban un tandem influyen- te que no gustaba nada al gober- nador civil. Este movió cielos y tierra para alejar a don Fernando de por allí. Y un día llegó la solu- ción: le nombraron gobernador civil de Avila. Y aquí empieza la histo- ria, la increíble historia que llevaría a don Adolfo Suárez a la presiden- cia del gobierno. Don Fernando Herrero Tejedor se encontró a don Adolfo Suárez González y le nombró Jefe de la Primera Sección del Gobierno Civil de Avila. Ya no se abandonarían nunca. «Hemos perdido un perio- dista pero hemo.v ganado un Robe, nado, civil . . dicen que dijo ufano el señor Sánchez Juliá cuando supo de la nominación de Herrero Teje- dor. • Reinos perdido un irle de sec- ción pero ¡ternos ganado un presi- dente., diría quizá, si pudiera de- cirlo, don Fernando Herrero Teje- dor. El caso es que se encontraron y ya no se dejaron. Herrero se lo llevó a todos los lugares por donde pasó. Y Adolfo Suárez le siguió siempre incluso cuando la famosa crisis Solís-Herrero en la Secretaría General del Movimiento. De aquella crisis hay una anéc- dota deliciosa de la que el señor Suárez no tenía ninguna culpa pero 24 que contaremos al paso. Estaba en un día de calor el señor Herrero Tejedor arreglando su nevera en calzoncillos cuando le llegó un emi- sario del señor Solís. Solo en casa, don Fernando, que no esperaba a nadie que no fuera de confianza, fue a abrirle sin demasiadas pre- cauciones. Confidencia posterior a un amigo: —Es la primera vez que en una negociación politica me cogen en calzoncillos. Herrero ganó. Y Suárez siguió con él. Empezaban juntos este lar- go y sospechoso proceso de desmo- vimentación del régimen. Este pro- ceso que no acaba de terminar nun- ca y que quizá porque no ha ter- minado del todo. don Adolfo está donde está y donde estará mientras dure. Y murió Herrero. Y le sustituyó Solís. Con lo que pasó lo que tenía que pasar: Adolfo Suárez de patitas en la calle. Asegura una persona de confianza que Adolfo Suárez ade- más de quedarse en la calle se que- dó con poco dinero, muy poco di- nero para lo que acostumbra a ser el dinero de estos señores que me- dran y se pasean por los pasillos del poder. Lo que nos hace abundar en la idea de que quizá si no apa- rece Herrero Tejedor en Avda se- guirían teniendo un eficiente jefe de sección en el Gobierno Civil. Pero poco más tarde Suárez vol- vió. Volvió al ministerio del Mo- vimiento. Solís se sentaba los vier- nes en la misma mesa. No hemos podido aclarar cuántas palabras se dijeron en el tiempo en que Ne sentaron juntos. Lo que estamos seguros sin preguntarlo a nadie es de que Solís debe lamentar ahora haberle echado cuando podía tener- lo de subsecretario. Volvió Suárez, habló en las Cortes y llegó a la cumbre. Su mujer estaba, este sábado tres de julio, en el • Hotel Los Loros» de Santa Eulalia de Ibiza. No po- demos facilitarles estrellas y precio porque no figura en la guía Mi- chelín. El acaba de venderse lo que debía ser un muy pequeño aparta- mento en Orihuela si de verdad sólo le pagaron un millón y medio de pesetas. Pero de este señor el país se pregunta hoy dos cosas: ¿qué auto- ridad tiene? O dicho de una ma- nera menos gentil ¿quién tiene de- trás? Y ¿es u no es del Opus? La segunda sospecha se funda en este aspecto externo de limpia, fija y da esplendor que le asemeja a un López Rodó o a un López Bravo y en estos cinco hijos que tiene en nómina, más en algún rumor de pasillos. Y la respuesta que nos- otros tenemos es que del todo del todo —afiliado, para entendernos— no parece serlo. Aunque muy bien podría estar bien relacionado con ellos. Véase el caso Herrero Teje- dor. La primera cuestión es más de- licada: toda sospecha se funda en dos cosas: la edad —que en este país la veteranía todavía es un grado— y lo relativamente poco co- nocido que era —excepto en los sectores estrictamente políticos— este señor. Y la impresión que uno tiene es que serán muchos los que intentarán estar detrás suyo. Y veremos quién llega primero o quién se hace oír más fuerte. Mu- cho nos tensemos que no serán los que han hablado más claro hasta el momento los más oídos, los 32 de Coordinación democrática y com- pañía, y la Assemblea de Catalunya y el Consell que han pedido el pac- to inmediato de la ruptura y tres cosas más: la reincorporación a la vida ciudadana con plenitud de derechos civiles y políticos de cuan- tos españoles se encuentran aún en el extranjero, en prisión, procesa- dos o sancionados por razones polí- ticas, en una palabra: la amnis- tía: la vigencia efectiva de los de- rechos y libertades democráticas y libre constitución y actuación de los partidos políticos, en otra pala- bra: las libertades políticas: y la formación de un gobierno amplia- mente representativo de la comu- nidad nacional que inicie y coordine sin dilaciones innecesarias el trán- sito pacífico hacia una verdadera democracia, simplemente: la aper- tura de un período constituyente. Mucho nos tememos que no sea ésta la voz más oída. Y la oposi- ción también lo entiende así. De ahí el desencanto por este nom- bramiento sorpresa. — De dreilza hacia la izquierda --decían el viernes las llamadas desde Madrid, con euforia y pro- yectos abundantes, —Nada, Suárez. —Cling. Decían los mismos interlocutores el sá- bado. —Tendrá que hacer mucho este hombre para convencernos —si es que quiere convencernos de ello— de que no es ni un hombre de compromiso —ni Areilza, ni un bleu, intermedio— ni un hombre de transición. — Durar-ti poco —dicen los inase- quibles al desaliento. Y la verdad es que en la prensa flota un sentimiento de oportunidad perdida, de decepción. Una sola excepción en Barcelona: el otras veces tan agresivo «Mundo Diario» de Auger, el mismo que hace cua- tro días dedicaba un sentido edito- rial, al aniversario de la muerte de Escrivá de Balaguer. Hasta ahora, lo peor para el pre- sidente ha sido un elogio: el del señor Sánchez Covisa, muy conten- to porque no ha salido Areilza y convencido de que éste no defrau- dará. Lo mejor para el presidente la disposición de pacto de todos los líderes de la oposición. Lo que falta es que recoja el guante. Sin miedo a los pulsos en los que ya sabemos que es todo un señor. De lo con- trario García Trevijano tendrá ra- zón de temer el retorno a los años 60. Pero el presidente tendrá además mucho trabajo para hacerse cono- cer: aquí y en el extranjero, donde el estupor ha sido más grande, si cabe, que en casa. Y todo lo que se le pide, aquí y afuera, es en apa- riencia, por lo menos, muy poco: — Un gobierno que sea represen- tativo. Es decir, lo que hace un mon- tón de años que no tenemos en este país. No es extraño que el presidente sintiera una «serena preo- cupación•. El peligro es que le han metido donde está —y dándole me- nos votos que al tecnócrata López Bravo y al democratacristiano estilo bunker señor Silva— sean precisa- mente los pocos que no quieren esto que pide todo el mundo y que empieza con una palabra: amnistía. Pero, en fin, este hombre que algunos dicen que es el político más guapo del régimen, ya está aquí. —zRefornias cosméticas y super- ficiales de las que sólo engañan a quien se quiere dejar engañar...? Quizá don Rafael Calvo Serer tenga razón. A don Rafael según salga la composición del gobierno, si el eterno retorno de los tecnó- cratas se concretara, se le volvena a agravar su problema y más ahora que está en el interior: explicar por estos mundos que es demócrata y del Opus. Ahí es nada. Por suerte su valor democrático lo tiene bien probado: paso por Carabanchel in- cluido por si alguien todavía du- daba... Mientras, el señor Fraga Iribar- ne, que no debe estar demasiado seguro de continuar, se ha lanzado, a la espera del nuevo presidente, a prohibir cosas y a anatematizar por estos mundos con el mejor estilo de la casa, cuarenta años de solera. Prohibe el homenaje a Ridruejo, porque temía que Senillosa, Gil Ro- bles, García López y Jordi Pujol montaran una manifestación comu- nista, que ya es temer. Prohibe el miting del PSUC en Mataró, cuan- do un día antes lo había autorizado en Cornellä. Y suelta el exabrup- to de que no quiere negociar con los comunistas porque «mienten, ( . 01110 bellacos.. Sus colaboradores no están demasiado tranquilos entre sobresalto y sobresalto. Aseguran que el señor Sánchez Terán estaba buscando por todos los lados al se- ñor Antoni Gutiérrez Díaz, del PSU de C para hacerle saber que la prohibición del miting de Mataró era orden expresa de Madrid. — Yo lo hubiese autorizado, sa- be, pero... Que no todo lo que empieza bien termina igual lo demuestran estos días que acabamos de vivir. El jueves todo eran telefonazos eufó- ricos: —El bunker se está desmoronan- do, oye —nos decía Ramón Ta- mames—. Esto se acelera mucho. El jueves, no sé si ustedes lo ha- brán olvidado ya. dimitió Arias. Si algunas veces nos hemos sorprendi- do de que al medio año de la muerte de Franco ya casi nadie hable de él, nos tememos que va- mos a sorprendernos más con la dimisión de Arias: apostamos a que en una semana nadie se va a acor- dar de este hombre que la gran mayoría de la prensa lamentó .que »o hubiese dimitido antes». <El País, es el que lo ha escrito más claro: ' Si el presidente Arias no hubiese necesitado la iniciativa del Rey partí poner a disposición de éste su cargo, podría decirse que, aunque tarde, había comprendido cuál era su verdadero papel, a jugar en estos momentos de la vida poli- tica del país.. Su verdadero papel está claro: la pesca del salmón. La única lástima es que no vayan a pescar todos los que tendrían que ir a pescar. Los mares se poblarían pero en tierra nos quedaríamos muy tranquilos. La historia de la dimisión de Arias habrá tiempo de hacerla. Por el momento una cosa parece cier- ta: no fue tal dimisión sino un cese. Un cese elegante, adornado con marquesado y grandeza de España, que suponemos que significa una generosa pensión vitalicia, pero cese a fin de cuentas. Ricardo de la Cierva, que por una vez parece de acuerdo sin peros con la oposi- ción, da gran importancia para com- prender la crisis al documento de los 32 —Coordinación democrática y cía.— Mucho nos tememos que don Ricardo escribió este texto dentro de la euforia que medió en- tre la dimisión y la terna, es de- cir, en las horas de Areilzismo que vivió este país. Hay también toda una historia negra para explicar la crisis: la que empieza con una supuesta carta de Girón a Milans del Bosch, sigue con una confidencia de éste al general Vega y continúa con la visita del capitán general a Su Ma- jestad el Rey. Y unas explicaciones poco satisfactorias de Arias al Jefe del Estado. Este es otro tema que ha circulado estos días y que ha per- dido fuerza a medida que los he- chos demostraban que la derrota del bunker no era tan estrepitosa como todos hubiéramos querido. Pero, en fin, de todas las infor- maciones en cuya abundancia he- mos nadado estos días, nos queda- mos con una pequeña nota: «Don CarlOS Arias Navarro. después de presentar su dimisión ante el Mo- narca y tras la comida íntima que celebró crin Cal. IOS Finilla y losé García Hernández, acudió al Volle de los Caídos para rezar ante la (arriba del generalísimo Franco.. ¿Qué le diría Arias a Franco? ¿Qué le pediría? Hemos hecho una en- cuesta de urgencia con una maes- tra de tres personas escogida, al azar —las tres que teníamos más próximas— y hemos llegado a la conclusión de que podía haberle dicho tres cosas: —S'ha acabat el broquil. —Perdónalos que no saben lo que se hacen. —Estamos rodeados. Lo cierto es que Arias habrá de- mostrado hasta el fi nal que es uno de los pocos franquistas sin ver- güenza de decirlo. Quizás una ava- lancha de cartas a la redacción pruebe por inducción que nuestra afirmación es errónea. Nos extra- ñaría. Hay otros muchos franquis- tas colados por estos mundos del poder que intentan disimularlo, aunque no pasen la prueba de las biografías fácilmente. Arias no lo disimula. Llora. Llora, cesa y se va a pescar. ¿Quién es y quién no es fran- quista en el poder hoy? ¿Todos? ¿Casi todos? ¿Casi nadie? ¿Nadie? ¿Es franquista Fraga? ¿Es franquis- ta Areilza? ¿Es franquista Adolfo Suárez? He aquí varios interrogan- tes que dejamos a la libertad del público despejar, y así todos con- tentos. —La segunda muerte del general Franco —titulaba en frase feliz un periódico extranjero para glosar la dimisión de Arias. ¿Segunda y definitiva? pregunta- mos nosotros. ¿Cuántas harán falta para llegar a la democracia? El jueves y el viernes de crisis —días de esperanza— veíamos más corta la distancia entre estos dos puntos que cuando después de la tempes- tad vino la calma. Y dicen que Girón sonreía. La explicación más elocuente del porqué de la dimisión de Arias la dio un ministro de cuyo nombre, hoy por hoy, preferimos no recor- dar: —Estaba acorralado. Dimitió por todo, por todo, por todo, por todo... Si no le paramos, aún estaría diciendo «por todo, por todo...» Tantas eran las cosas que el señor Arias no podía o no quería enten- der. —Corno desbloqueo de la situa- ción es buenísimo —decía Francis- co Fernández Ordóñez, comentan- do la dimisión. Hay dos alternativas: o lanzarse a la construcción del futuro —pac- tando con quien fuera necesario pactar sin temor a los nombres y sólo la preocupación de que repre- senten algo— o seguir cada vez un poco más hundidos en el lodo, resistiendo, resistiendo, con el tozu- do empeño de antes morir que cam- biar. Hay dos alternativas: el ir hacia adelante o el esperar la de- finitiva autodestrucción de lo que ya no tiene salida. El desencanto de este domingo en que escribimos hace pensar que domina el senti- miento de que en el fondo se ha optado por seguir con el barco ha- ciendo aguas sin cortar las anclas con el pasado para salir del emba- rrancamiento. Pero si todos los po- líticos dicen que esperemos a ver el gobierno, la amnistía y la volun- tad de pacto, no seremos nosotros los impacientes. Esperemos también. Recordando como siempre que sin amnistía, sin autonomías y sin liber- tades (plural y sin excepciones) no habrá democracia con lo que te- nemos un buen criterio para no con- fundirnos ante los amagos de demo- cracia que puedan dársenos. Que Arias era otro botón de este pasado largo y pesaroso que se ha ido es claro. Todos sentimos el ali- vio. Que no se ha ido todo lo que se tenía que ir también está claro. Todos sentimos, seguimos sintiendo, sin que los años creen hábito, el peso. El peso de las arbitrariedades, el peso de las discriminaciones, el peso de los criterios desiguales pa- ra todos, el peso de la ausencia de libertades... —Este es el tema —dice Fernán- dez Ordóñez— las libertades. Si no hay libertades políticas, las re- formas de las instituciones, las mo- dificaciones que puedan introducir no tienen ningún sentido. Este jueves y viernes de crisis, otra vez nos sentimos cerca de las libertades. ¿Otra vez una larga es- pera? El señor Fraga, cantor de lí- mites a las libertades en Zaragoza, parece advertirnos de que habrá que seguir... luchando. La dimisión de Arias es un paso adelante. Todos de acuerdo. Ahora bien: si no se adelanta la otra pier- na es como si no se hubiese avan- zado. Esta es la incógnita. ¿Segui- rán dándonos •<ejemplos perfectos de la reforma. (Felipe González) como la suspensión del homenaje a Ridruejo? —Arbitrariedades que no se con- ciben nuís que en un momento de crisis en el que los residuos de la dictadura se niegan a moverse. Es- tas palabras de Gil Robles explican dónde estamos. Y de dónde quere- mos salir. Esto es lo que dice el Consell de Forces Polítiques, la Assemblea de Catalunya, Coordinación Democrá- tica, los Treinta y dos e incluso Gil Robles que no firmaba con los trein- ta y dos. Y ante la libertad no cabe que un ministro se permita el lujo de decir que «no hay que poten- ciar a los partidos confesionales. o que «a los comunistas no les quiero en mi país.. NO hay que potenciar ni excluir a nadie. Simplemente hay que abrir las puertas. De lo contra- rio no hay libertad. Una puerta se abrió, por ella se fue Arias. ¿Quedará abierta? ¿Vol. verán a cerrarla? —Esperemos el nuevo gobierno, la amnistía y la voluntad de pacto. —Que por esperar no quede. José MARTI GOMEZ Josep RAMONEDA e 25