2001-11-12.LA RAZON.JERUSALÉN Y GUERRA SANTA AGT

Publicado: 2001-11-12 · Medio: LA RAZON

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OPINIÓN

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LA RAZÓN
LUNES, 12 - XI - 2001

OTRAS RAZONES

JERUSALÉN Y GUERRA SANTA
E l ataque mili-

LA CIVILIZACIÓN DEGRADADA
¿Q ué  esta-

tar  antiterro-
rista  de  EE
UU  a  Afganistán,
con respaldo en una
alianza  casi  mun-
dial, no puede com-
portar notas de con-
frontación 
entre
Occidente y Oriente,
ni germen religioso
de una cruzada cristiana contra el Islam.
El  mensaje  anacrónico  de  Ben  Laden
obedece  al  signo  embaucador  de  toda
consigna bélica. Su eco arroba a las ma-
sas musulmanas con resonancias de odio
muy diversas de las que les empujaron a
galopar hacia la Edad Media, al ritmo de
consonancias mediterráneas y disonan-
cias monoteístas con al cristiandad.

En un espacio tecnológico, la integra-
ción de la Gran Asia (India, China, Ja-
pón) en un solo mercado global deja ob-
soleta la estrategia geopolítica de lo que,
desde Alejandro y Pompeyo, se planteó
como «la» cuestión Oriental (Asia Me-
nor). Además, ni la guerra santa es una
exclusiva mahometana ni todos los con-
flictos bélicos musulmanes son sagrados.
En la guerra al régimen talibán no se es-
tá  ventilando  el  porvenir  de Asia  ni  la
suerte del Islam. La novedad de la res-
puesta militar a un acto de terrorismo sin
precedentes, junto al interés neocolonial
en un oleoducto que lleve el petróleo cas-
pio al Golfo Pérsico a través de Afganis-
tán, no justifican que de un lado se hable
de guerra santa y de otro de un choque
de civilizaciones, o del «fin de la histo-
ria» y el retorno a la geografía, como in-
sinúa, con su habitual talento, Dalmacio
Negro. Todavía es pronto para distinguir
el sentido de lo que está sucediendo en el
mundo a consecuencia del fatídico 11 de
septiembre.  Pero  nada  arriesga  el  pro-
nóstico de que, pese al aumento conside-
rable de la agitación belicista en las ma-
sas musulmanas, y haga lo que haga EE
UU, no habrá guerra santa. Como tam-
poco se producirá una ocupación perma-
nente de Afganistán para asegurar el im-
perio 
el
subcontinente índico y los sistemas se-
mifeudales del mundo musulmán.

estadounidense 

sobre 

La  visión  catastrofista  del  futuro,  el
pesimismo social que provocan las nove-
dades desastrosas para la humanidad, no
se basa en el conocimiento del presente
o pretérito realmente ocurridos, sino en
la imaginación del pasado que los vence-
dores introducen como verdad histórica
en la memoria de los pueblos. Muy po-
cos intelectuales se sustraen al hechizo
de la historia contada como cuento. Uno
de ellos, acabada la derrota total del na-
zismo, hizo un precioso balance, para la
contabilidad  de  Occidente,  de  los  dos
asuntos históricos que la guerra contra
Afganistán ponen hoy de actualidad: la
cuestión oriental y la cruzada cristiana.

René Grousset unió esos dos asuntos
en una sola causa, que manifestó su po-
tencia virtual pocos años antes de la ex-
pansión del Islam. El emperador Hera-
clio,  continuador  de 
la  cristiandad
constantiniana, ganó la guerra contra el
mazdeísmo de los partos (Irán), que se
había apoderado de Jerusalén, atacándo-

lo desde el Cáucaso
y  devolviendo 
la
Cruz al Santo Sepul-
cro. Ahí se prefiguró
el  sentido  cultural
de la Cruzada contra
el antihelenismo de
la  empresa  musul-
mana, continuadora
de la mazdeísta, y el
la
significado  de 
guerra santa del sultanato contra la cris-
tiandad.

Con Israel en Jerusalén, Turquía en la
OTAN, un estado persa salafita, una Ara-
bia wahhabista, un Irak arruinado, una
Palestina prisionera de su propio terro-
rismo y un mundo árabe enzarzado en al
función política del Islam, no es imagi-
nable una coalición de naciones musul-
manas que declare nada menos que una
guerra santa a Occidente. Estando Japón
y China en la alianza de EE UU, Rusia y
la UE, y no siendo ya crucial el pasillo
terrestre de Afganistán a la India, se bo-
rra  por  completo  no  sólo  todo  tinte  de
cuestión oriental en esta guerra de repre-
salia antiterrorista, sino el menor atisbo
de cruzada cristiana. El oleoducto y la re-
presalia por la «septembrinada» no son
ideas de índole antioriental ni cosas del
cristianismo.

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA  TTRREEVVIIJJAANNOO

mos pre-
sencian-
do en estos momentos
críticos y sangrientos
de la historia mundial?
¿Una lucha de civiliza-
ciones?  ¿De  culturas
opuestas? ¿Una defen-
sa de la democracia y
la civilización frente a
una agresión criminal y fanática? ¿Una res-
puesta desesperada a la opresión que sufre el
mundo islámico por parte del imperialismo
occidental? Son tópicos que en una parte y en
otra circulan, ocultando la sórdida realidad.
Una realidad que yo describiría como el cho-
que entre dos cristalizaciones  degenerativas
de dos grandes culturas históricas, la occiden-
tal y moderna, de una parte y la islámica, de
otra. Ni los terroristas fundamentalistas pue-
den ser identificados con la enorme comple-
jidad de lo que el mundo islámico supone en
la historia universal, con sus aportaciones y li-
mitaciones, ni la política marcada por los go-
biernos de los EE UU y sus seguidores ha de
ser vista como expresión de los valores que
han engrandecido a la civilización occidental
y moderna. Lo que se enfrenta es el violento
fanatismo de un integrismo  islamista y un im-
perialismo guiado por los intereses de la eco-
nomía capitalista no menos violento, aunque
sí más poderoso. y,  como tal, dotado de apa-
riencia legal.

UNA LUCHA MUY DIGNA

E s la que ha mantenido, mantiene y man-

tendrá, sin lugar a dudas, Cristina Al-
bardi. La lucha por la igualdad de los
derechos de las mujeres que le ha ocupado
siempre, acaba de materializarse en un exce-
lente libro que recoge su experiencia desde los
importantes cargos que ha ocupado, tanto en la
judicatura como en política. Se titula «El po-
der es cosa de hombres», título que navega en-
tre el escepticismo recopilado por sus viven-
cias y la esperanza de cambio, porque Alberdi,
a pesar de todo, es una optimista nata. El rela-
to es ameno, interesante y sincero, y más tra-
tándose de alguien que ha tenido en sus manos
ese poder y lo ha ejercido desde altas instan-

cias como en su época de mi-
nistra. Todo esto lo narra Al-
berdi desde la reflexión y con
certeras críticas, tanto al ma-
chismo  social  vergonzosa-
mente presente, como al de
los partidos políticos, ese «co-
to masculino». Interés espe-
cial cobra su relato de cómo fue apeada con in-
trigas de la candidatura a la Alcaldía de Madrid
por el PSOE, y más ahora, cuando sus compa-
ñeros socialistas elucubran cómo enmendar
aquel «error» en las próximas elecciones. ¿Se
atreverán a proponérselo?

LLuuiissaa  PPAALLMMAA

REBOREDO Y SAÑUDO

En este sentido, los
portavoces de la guerra
lanzada  contra Afga-
nistán insisten en que
el ataque no se dirige
contra el mundo islá-
mico. Ni siquiera con-
tra  el  pueblo  afgano,
aunque sus habitantes
caigan bajo las bom-
bas  convertidos  en
«víctimas colaterales». Pero ¿se trata real-
mente de defender la democracia y la civili-
zación? Hace pocas semanas The Mirrornos
recordaba cómo, apenas asentados los taliba-
nes en el poder –con la ayuda de la CIA se-
gún es sabido– se puso en marcha el proyecto
de construir una conducción que recorriendo
Afganistán aportara las grandes reservas pe-
trolíferas de la zona del Caspio a las devora-
doras necesidades de los EE UU.  Sin que, co-
mo  señala  The  Mirror,  el  fanatismo
antidemocrático del régimen talibán y su fe-
roz represión del sexo femenino supusieran
ningún obstáculo para el entendimiento con
un nuevo Estado que se proyectaba maneja-
ble como otros despotismos islámicos al ser-
vicio de los EE UU. Y ésta es la política que
ha seguido la Administración estadounidense
en todo el mundo islámico, prosiguiendo y lle-
vando a su cúspide el colonialismo occiden-
tal. Manejar esta amplia zona del planeta, ri-
ca en recursos  con arreglo a la defensa de sus
privilegios. Los cuales a la luz de los conteni-
dos de la cultura occidental y moderna nos
aparecen como una degeneración de sus me-
jores posibilidades. Como un cáncer que de-
vora nuestra historia.

La ciencia moderna, una de las aportacio-
nes mayores de Occidente al desarrollo de la
humanidad, fue precisamente producto de una
simbiosis cultural que se forjó en el Medite-
rráneo entre el legado griego, el hebreo y el
musulmán. Pero, en importante medida, bajo
la lógica capitalista ha derivado, por una parte
hacia la creación de una industria descontro-
lada, destructora del medio ambiente y ciega-
mente depredadora de los recursos naturales, y
por otra, hacia la forjación de un potencial bé-
lico  increíblemente  destructivo. Y  aún  po-
dríamos añadir toda una tecnología de control
de las conciencias. Y son éstos, cabalmente,
los  protagonistas  del  actual  escenario.  La
apropiación de las reservas petrolíferas para
consumirlas y derrocharlas en el Primer Mun-
do, especialmente en los EE UU. El desplie-
gue de un poderío arrasador y la imposición
de un control de la información, unido al lan-
zamiento de mensajes que arrastren psicoló-
gicamente a la población occidental. Pero la
situación se complica, al afrontar una contien-
da insólita. La tecnología destructiva se esca-
pa de su control monopolizador y acechan tre-
mendas amenazas, al difundirse por el planeta,
y caer en manos enemigas de quienes creían
poder controlar indefinidamente nuestra so-
ciedad. Las sofisticadas armas resultan de una
eficacia muy inferior a lo que proclamaba su
propaganda  –ya se vió en la Guerra del Gol-
fo– y el enemigo no corresponde al estudiado
en las contiendas clásicas. El horizonte se en-
sombrece ante la perplejidad de una civiliza-
ción, cuyos dueños han jugado al aprendiz de
brujo. Y en estas tinieblas la única luz salva-
dora es la crítica y la rectificación, empren-
diendo una nueva marcha hacia los olvidados
valores solidarios y humanistas. 

CCaarrllooss  PPAARRÍÍSS