1994-10-22.ELMUNDO.J. UMBRAL

Publicado: 1994-10-22 · Medio: ELMUNDO

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J.
EL MUNDO. 22-10-1994
FRANCISCO UMBRAL
http://fundacionfranciscoumbral.es/articulo.php?id=2314
Un día publiqué un artículo con este título un poco lacónico en Diario 16. Era el día en que habían echado a Pedro J. Ramírez de Diario 16. Entonces yo apostaba por aquel chico. Hoy me apunto a la gloria de este amigo, y no sólo por razones sentimentales (que él no deja que le hipotequen demasiado), sino por razones inmediatas, fácticas, políticas, profesionales, nacionales. J. entonces era un chico solo y hoy es una multitud. Hay un ramirismo en la sociedad española que ya no es el de Ramiro de Maeztu, el Mortadelo/Filemón de la derecha clásica, ni el de Ramiro Ledesma Ramos, führer esquinero del ala izquierda del fascismo falangista, sino el ramirismo de Pedro J. Ramírez, que tiene algo de doctrina, algo de revuelta callejera y algo de futuro matinal y rebelde que está cambiando nuestra sociedad, con su periódico y su persona, como alternativa a la democracia escalafonal, al socialismo perjurado y, por supuesto, a la derechona natalista, nativista y españista. J., Pedro J., para decirlo pronto y mal, es o parece la variante hacia la izquierda del partido yanqui que quiere hacer Felipe González, aunque J. preferiría quedarse aclarando las cosas, puliendo lentes en su tenderete, como Spinoza, para ver y que veamos más claro, gracias al zaquizamí del periódico, a los hombres de la política y la política misma y la sociedad que viene. Porque J., tan triunfador, está hecho de sus renuncias. En el periodista brillante y revolucionario yacen masacrados un político nato y nuevo, un escritor político de buida penetración y plurales informaciones, y un ensayista histórico que sigue con su gran libro en la cabeza. Aunque hay días -noches- en que J. prefiere limitarse a ser sólo el que acompaña a Agatha Ruiz de la Prada. El fenómeno J. es un cruce de aglomeración de masas, periodista de Hollywood, orador cartesiano y subversivo al mismo tiempo, sensacionalista de la verdad (hay verdades sensacionales, qué le vamos a hacer), «amarillismo» del sol amarillo de la mañana, que no del otro (como quisieran), alma fundacional que inventa, salva y funda papeles por toda España, políglota de las ideas (no sólo de los idiomas, como nuestros políticos profesionales, y ni eso), chico listo de Navarra y chico malo de Manhattan. Todo en él es exterioridad, la vida es un gran titular, todo en él es vocación social, actividad hacia afuera, pero una vez me dijo Alberti que el barroco es eso: la profundidad hacia afuera. J. es profundo hacia afuera, hacia los demás (todo lo contrario de ser frívolo o flaneur), es profundo/penetrante y le ha pegado el vuelco a esta democracia, a este socialismo, a este país, a la izquierda y la derecha, por el sencillo, elemental, limpio procedimiento de contar y cantar la verdad, de poner a los personajes frente a sí mismos, y casi ninguno aguanta el contraste, la letra gorda y el reloj en punto, la imagen y el número, la prueba del nueve. J. es quien se los ha pasado por la cárcel como por un espejo de hierro. Yo no sé adónde va este chico. Yo sé que va a lo suyo, pero no sé cuál es lo suyo, y quizá él tampoco, porque lo suyo es la utopía y por eso se rodea de utopistas como Mario Conde y Trevijano. Pero Pedro tiene la intuición urgente de la realidad y su utopía de letra impresa es el periódico de cada mañana, que mancha las manos de tinta, pólvora y exclusivas letales. Mientras esta democracia de veinte años aparece ya cansada de sí misma, con una percha en el escote, J., su periódico y sus mil periódicos verbales son lo único que suena a nuevo y posible. El chico del flequillo es el mito matinal de miles de estudiantes. Esa Jota es el alfanje que decapita ministros y millonarios cada mañana. Que EL MUNDO cumple cinco años, o sea.