2003-11-10.LA RAZON.INMIGRACIÓN EN LA UE AGT
Publicado: 2003-11-10 · Medio: LA RAZON
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INMIGRACIÓN EN LA UE LA RAZÓN. LUNES 10 DE NOVIEMBRE DE 2003 ANTONIO GARCÍA TREVIJANO Tal vez sea lo más grave y menos calculado en la construcción mecánica de la UE. Las emigraciones a ella desde otros continentes son un problema original del mundo posmoderno. Por ser original, no puede ser resuelto con los criterios de integración económica que regularon las anteriores inmigraciones. Por ser acuciante, se parece a la colocación temporal de obreros chinos en la construcción del ferrocarril desde el Atlántico al Pacífico. Nada tiene de común con la típica emigración europea a países americanos, ni con el empleo de mano de obra agraria para la reconstrucción posbélica de regiones más industrializadas en una misma civilización. La tecnoburocracia de la UE había previsto los efectos económicos de la llegada de mano de obra desde otras culturas extrañas a nuestro modo material de producir y consumir, pero no contaba con la habilidad de esas manos alargadas para presentarse ungidas de espiritualidad en el mercado laboral. Los emigrantes africanos que sufrieron el colonialismo se sumergen en el mercado europeo con la creencia de que manos y mantas exóticas bastan para procurarse aquí las satisfacciones espirituales que no osaban concebir siquiera en sus países de origen. Los emigrantes no llegan con manos sin obra a un mercado visible regulado por el Estado, sino con manos de buscar, encontrar y atrapar un bienestar de civilización en los sótanos del templo occidental. Vivifican sus credos y reaniman sus costumbres en un mercado negro prestidigitador de tráficos prohibidos. Un mercado de manos sin cabeza que, al modo de la Constitución inglesa, no estando dirigido por nadie regula lo irregulable. La inmigración, como la prostitución y el tráfico de drogas, se autorregula con la siempre renovada esperanza de liberación de la tristeza de la vida. Pues no hay mayor libertad, aunque sea sin el menor derecho, que en el mercado negro. Un ámbito de actuación secreta que tiende a restaurar el espíritu legitimador de la explotación colonial. En esa actitud espiritualista, no encuadrable en el marco del trato laboral, reside la fuente del conflicto causado por la coexistencia de comunidades de manos, tan ávidas de agarrar como de manipular la mala conciencia europea, en el seno de modernidades tan ricas de derechos como pobres de espíritu. Sociedades que, tras el naufragio del fascismo y la evanescencia del comunismo, alzaron su nivel de vida abrazándose a una economía de capitulación moral. Donde nunca se desespera de ilusiones para que la desesperanza no se ponga al servicio de la esperanza. Hay capitulación frente a los exiliados de la tiranía en la miseria porque no hubo confesión de culpa europea en la explotación colonialista de los veneros de riqueza. Los racistas y xenófobos que hoy vapulean a los inmigrantes africanos son los mismos «petit blanc» que perdieron, con las colonias, la sahariana que uniformaba su superioridad de fusta. Y los fanáticos musulmanes que aquí mandan a sus hijas veladas a colegios laicos sin crucifijo, son también los mismos que allí les retiraban, con la ablación, los siete velos de la inocencia. La miseria jamás ha justificado en tiempo ni pueblo alguno el robo o la pérdida de la dignidad de las manos. La falsa izquierda europea se jacta de hacer por elección lo que acepta por necesidad. La derecha llena a rebosar las arcas de la seguridad social con mano de obra sacada de la economía sumergida y trata a los inmigrantes ilegales como delincuentes. Si cree que no debe capitular en nombre de la justicia y aplica la ley, es a la justicia a quien hace capitular. Pues la justicia no tiene lugar en una civilización de manos, a no ser que la diestra y la siniestra, la femenina y la masculina, la propia y la foránea, la religiosa y la laica, obtengan del trabajo la misma dignidad de satisfacción. Y se sabe que el mercado negro, verdugo de manos con cabeza encapuchada, decapita la dignidad de las manos.