2004-01-29.LA RAZON.INCONSCIENCIA DE ESPAÑA
Publicado: 2004-01-29 · Medio: LA RAZON
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INCONSCIENCIA DE ESPAÑA LA RAZÓN. JUEVES 29 DE ENERO DE 2004 ANTONIO GARCÍA TREVIJANO Aznar polariza un defecto de visión europea del que no es responsable. Al fin y al cabo no se le puede reprochar que actúe en la UE con el ánimo nacionalista de los únicos sentimientos que la historia de España le podía transmitir. En esto no se diferencia del resto de los gobernantes europeos. Si Francia y Alemania parecen hoy más europeístas que España y Polonia, no es debido a que en ellas predomine el espíritu europeo sobre el nacional, o a que tengan mayor conciencia europea, sino a que su potencia económica les hace presumir, y no les falta razón para ello, que tienen derecho a orientar por sí mismas el porvenir de una Unión Europea que todavía no sobrepasa la dimensión administrativa de una mutualidad económica. Aznar ha sido inconsciente de esta realidad. Otra cosa sería si la UE fuera una federación democrática o, sin serlo, obedeciera al impulso de un espíritu común europeo, en lugar de a una hábil estrategia para suprimir las fuentes del conflicto nacionalista franco-alemán. En la Comunidad Europea, subproducto del éxito de ese propósito fundacional, sólo el Benelux ha desarrollado, al socaire del pretexto europeo de la entente franco-germana, la conciencia de querer pertenecer a una entidad supranacional independiente de las naciones integradas. Una entidad que jamás ha existido, como realidad o como idea, en la historia de los intentos de unificación del continente. Las ambiciones europeas de Francia y Alemania siguen siendo pues, como las de España y Reino Unido, de orden nacionalista. Sentada esta premisa, se puede comprender mejor la dimensión del estrepitoso fallo de Aznar, que aleja a España de los centros de decisión económica y administrativa donde se regulan sus intereses mayores e inmediatos. En la guerra contra Iraq, el gobierno español ha hecho una opción política no solo distinta y contraria a la de sus principales socios europeos, sino incluso contradictoria de los intereses españoles en la UE. La divergencia en la política extra-europea ha sido lo más llamativo y novedoso, lo más hiriente en la posición de España, pero no lo más trascendente, dada la indefinición de objetivos exteriores consecuentes con la independencia internacional de la UE. Los cambios de alianzas en sus miembros pueden recorrer caminos de ida y vuelta sin producir daños irreversibles. Si la guerra de Iraq era una cuestión políticamente discutible, los partidarios de la misma no pueden ser acusados de falta de conciencia europea, pues no era inconcebible que Francia y Alemania se alinearan con EE UU y España se opusiera, como el Vaticano, a la invasión militar. Lo inaudito ha sido que España, como miembro de una asociación primordialmente económica, que ella no ha fundado, pretenda una capacidad de bloqueo de las decisiones de sus socios mayoritarios, como la que tenían las acciones privilegiadas en las antiguas sociedades anónimas, generalmente reservadas a los fundadores, para impedir que la proporcionalidad entre el valor de la acción y el derecho de voto tomara acuerdos no deseados por la minoría dotada de voto plural. Si la ley europea de sociedades anónimas prohíbe la desproporcionalidad en el derecho de voto, con mayor razón debe de estar prohibida en una asociación que, además de económica, quiere ser democrática. La inconsciencia europea que distingue a España y Polonia de Francia y Alemania no es de orden espiritual o sentimental. Lo que las separa es el nuevo rasgo de pragmatismo que en Francia y Alemania ha sustituido a la Realpolitik dominante en la guerra fría. Un respeto ciego a la ley del más fuerte que todavía subsiste en los países europeos más inseguros de sí mismos. Lo verdaderamente curioso es que el pragmatismo franco-alemán, por ser de intereses prudenciales, procede de la filosofía norteamericana, mientras que la Realpolitik de Bush, Blair y Aznar, por ser de dominación estratégica, proviene de la filosofía alemana.