2006-08-02.ABC.IN MEMORIAM DE LA SAGA LIBERAL BERNARDO RABASSA

Publicado: 2006-08-02 · Medio: ABC

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ABC MIÉRCOLES 2/8/2006

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BERNARDO RABASSA ASENJO SOCIÓLOGO. PTE. DEL CLUB LIBERAL ESPAÑOL

«IN MEMORIAM»
DE LA SAGA LIBERAL

... Defendían el progreso, ante la miseria moral del Frente

Popular...

LA izquierda liberal es el título de

un libro de Javier Moreno Luzón.
Un libro de biografías, de once bio-
grafías de los liberales con los que entron-
camos los liberales del presente, exilia-
dos por la apropiación del concepto iz-
quierda por el PSOE en el poder, que mu-
chas veces los hace suyos, olvidando que
hay una pequeña pero inmensa diferen-
cia, y es que no eran ni somos marxistas.
No se debe olvidar que el socialismo pro-
cede de una escisión de la Internacional
Comunista y que la dialéctica marxista
enfrenta al capitalismo contra el proleta-
riado. Claro, que se les han caído los pa-
los del sombrajo, dado que la riqueza de
los países propiciados por los liberales
les han dejado sin proletariado obrero al
que redimir, y por lo tanto andan a la caza
de ideas falsamente «progresistas» con
las que ilustrar una ideología socialista
que ya no tiene ningún sentido, salvo el
totalitarismo de pensamiento único, de
las clases medias enriquecidas, y que han
transformado los países occidentales en
mesocracias que precisan de ideologías,
como la liberal, que defiende las liberta-
des ciudadanas, de los individuos, dándo-
les nuevas ilusiones, al hacer al hombre
individual e irrepetible, el centro antro-
pológico del presente, del pasado y del fu-
turo. Es solamente sintiéndose uno a uno
trascendentes, como podemos soportar

con paciencia o con alegría nuestro paso
por este mundo, que de tan cruel como es
a diario, sólo nos podría consolar la fe en
la vida después de la muerte. Aunque mu-
cho me temo que el hombre posmoderno
se ha dado ya cuenta que esta hipótesis
tiene pocas posibilidades de realización.
¡Ojalá pudiera ser de otra manera! De mo-
do que si nos ponemos a vivir el día a día,
o nos sentimos trascendentes por ser úni-
cos y con ilusiones éticas y solidarias, o
entraremos en la depresión, o en la disper-
sión artificial del hedonismo dominante.
Once biografías: Canalejas, Melquía-
des Álvarez, Joaquín Mª López, Santiago
Alba, Sagasta, Negrín, Salmerón, Flórez
Estrada, Manuel Azaña, Victoria Kent y
Fernando de los Ríos. Cada personaje es
biografiado por un historiador distinto,
pero todos ellos han sido seleccionados
por ser progresistas, término polisémico
del que hoy en día se abusa en forma masi-
va y monopolística, especialmente por
los socialistas, que intentan apropiarse
de esas figuras como propias, cuando no
son sino intelectuales y políticos de ori-
gen burgués, catedráticos, médicos, inge-
nieros, que bebieron en las raíces libera-
les del siglo XIX: los liberales de Cádiz y
los que formaron el Partido Liberal, has-
ta la Dictadura de Primo de Rivera. No
fueron revolucionarios, ni siquiera en la
República, y en la Monarquía preceden-

te, ni quisieron instalar una república
marxista, como sí lo deseaban Largo Ca-
ballero y los comunistas, Carrillo, Pasio-
naria, etc., sino única y exclusivamente
ilusionar a la España de aquél entonces
con el desarrollo de la ilustración, la edu-
cación y la riqueza. Defendían el progre-
so, ante la miseria moral del Frente Popu-
lar, algunos de ellos, los que tuvieron que
convivir o enfrentarse con quienes que-
rían implantar el sistema soviético, en la
piel de toro. Se menciona su «krausismo»
originario, pero se olvida que ese casi des-
conocido filósofo en Alemania fue inspi-
rador de la Institución Libre de Enseñan-
za. Hubo también algunos otros intelec-
tuales, que han sido injustamente olvida-
dos en el libro antes mencionado: Ortega
y Gasset, Salvador de Madariaga, Justino
de Azcárate, Pérez de Ayala, Gregorio Ma-
rañón, el doctor Teófilo Hernando, que
por modestia no aceptó la presidencia de
la República, pero sí don Niceto Alcalá Za-
mora, y, por qué no, Julián Marías. A tres
de estos últimos me cabe el enorme orgu-
llo de haberlos conocido personalmente,
y de poder decir que aportaron el hilo con-
ductor que, salvando la dictadura, nos lle-
vó a 1978, a los que habría que añadir a
dos catalanes: Tarradellas y Ramón
Trías Fargas.

El franquismo impidió a los no exilia-
dos ningún desarrollo liberal, pues de in-
mediato eran tachados, censurados, vitu-
perados, impidiendo que sus escritos vie-
ran la luz, hasta la muerte del dictador.
No obstante, el contubernio de Munich

JOSÉ MANUEL CUENCA TORIBIO CATEDRÁTICO

IMPRECISIONES
SE ofrece aleccionador comprobar

a diario cómo en una civilización
que tiene como fundamento e ído-
lo la precisión, las referencias históri-
cas suelen adolecer justamente de lo
opuesto, esto es, de vaguedad extrema e
inexactitud flagrante.

Uno de los contenciosos diplomáticos
más estridentes, el suscitado por el gas
boliviano, se ofrece como un acabado
ejemplo de lo antedicho. Con buena téc-
nica propagandística, el presidente Evo
Morales redondea los años de integra-
ción de su país en la corona española
hasta elevarlos al medio milenio; redon-
deo a todas luces excesivo y, sin duda,
carente de base cronológica e historio-
gráfica. Ni aun a la mitad llegó la pose-
sión efectiva de la tierra natal del famo-
so líder cocacolero del lado de su anti-
gua metrópoli; cifra, según se observa,
notablemente inferior en términos tem-
porales a la vinculación de Hispania al
imperio romano, cuyos dirigentes siem-

pre estuvieron muy imantados por las
inagotables riquezas del subsuelo de
nuestra Península…

Pero, por supuesto, no vamos a engol-
farnos aquí y ahora en la trillada contro-
versia en punto al régimen colonial y
balance de los sistemas de explotación
de las potencias dominantes o invaso-
ras. Unicamente se pretende observar
como la fórmula efectista de los «qui-
nientos años» repetida ad nauseam por
el flamante gobernante boliviano le ha
rendido unos réditos políticos entre la
opinión pública muy superiores hasta
el presente de los derivados de su pro-
pia gestión, reducida, en esencia, al pla-
no del espectáculo. Aunque el expolio
de las míticas riquezas de metales pre-
ciosos albergadas en las entrañas del te-
rritorio del Tihuantisuyo no estuviera,
desde luego, en relación directa con el
tiempo de estancia de los españoles y és-
tos pudiesen llevar a cabo su esquilma-
dor latrocinio en una o dos centurias, es

obvio que ni los resultados ni las secue-
las de esta opresora actividad serían los
mismos al recortar drásticamente la
presencia y control hispanos de Potosí
y demás legendarios lugares del solar
de los antiguos los quéchuas y aymi-
raes…

Mas, naturalmente, no admite compa-
ración el efecto provocado en la angus-
tiada conciencia de occidente y en la hi-
perestésica de las naciones empobreci-
das del planeta por una requisitoria de
cinco siglos que por otra de menor tra-
yectoria temporal. En cualquier foro in-
ternacional o tribuna pública y, aún
más, en toda mesa negociadora, la im-
presión producida por el mencionado
argumento será de muy distinto calado
en función de su fuerza temporal y no
de su vigencia o exactitud histórica. En
épocas de mayor densidad conceptual,
la precisión del lenguaje y la solidez in-
telectual eran elementos muy precia-
dos en los usos y costumbres públicos.
De manera algo inconsciente si se quie-
re —bien, sin embargo, que sería más
justo atribuirlo al producto de una edu-
cación basada en el rigor y gusto por la
verdad—, las sociedades conocían que
en tales comportamientos residían los
mejores antídotos contra la demagogia
y la manipulación informativa.

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puso al descubierto a algunos de ellos,
que por asistir al mismo se vieron deste-
rrados.

Los nombres de aquellos que bordea-
ron la legalidad deben ser aquí citados:
Joaquín Satrústegui, Juan Antonio de Zu-
lueta, Joaquín Garrigues Walker, Enri-
que Larroque de la Cruz, Fernando Chue-
ca Goitia, Antonio Fontán, Rafael Calvo
Serer, Carlos Ollero, Antonio García Tre-
vijano, Luis González Seara, Jaime Mira-
lles, Vicente Piniés, Joaquín Muñoz Pei-
rats, y un largo etcétera, entre los que se
cuenta como testigo y necesario coopera-
dor el que esto suscribe, y que al rebuscar
en la hemeroteca, firmamos entre 32, el 2
de julio de 1976, un manifiesto, reclaman-
do referéndum, reforma constitucional,
amnistía y libertades. Allí nos acompaña-
ban socialistas como Felipe González,
Paulino Garagorri y Enrique Tierno Gal-
ván, democristianos como Oscar Alzaga
y Ruiz Jiménez, socialdemócratas como
Paco Fernández Ordóñez, y comunistas
como Amando López Salinas y Ramón Ta-
mames.

El nexo, pues, existió y ni la dictadura,
ni los nostálgicos del franquismo en
1976-77, ni el 23F, pudo con nosotros.

Desde entonces ha llovido mucho, pero
las distintas intentonas liberales: UCD
primero, en solitario después, en 1979, el
Partido Liberal, en el que compartía car-
tel en Madrid con José Alcalá Zamora y
Emiliano Aguirre. La Federación de
Clubs Liberales, con Antonio Garrigues;
el CDS, con Suárez; y el Partido Reformis-
ta, con Miguel Roca, las Fundaciones Sal-
vador de Madariaga, Foro Jovellanos
(Eduardo Punset y más tarde el que sus-
cribe) y Ortega y Gasset (hoy magnífica-
mente dirigida por Antonio Garrigues
Walker y Fernando Rodríguez de la Fuen-
te, defendiendo el legado del Colegio Estu-
dio y la Institución Libre de Enseñanza),
jalonaron y jalonan la imposibilidad del
centro izquierda liberal, pues es el siste-
ma electoral, con la actual ley, el que pri-
ma las minorías localistas y que castiga a
los partidos nacionales que no son hege-
mónicos. Como ya es sabido, con ocho-
cientos mil votos, Izquierda Unida tiene 2
Diputados, y CIU, con idéntica cifra, tie-
ne once.

Habrá futuro sólo si se reforma la Ley
Electoral, y esto, hoy por hoy, es un impo-
sible metafísico, salvo «cambio de régi-
men», permitiendo, pues las últimas en-
cuestas (Noxa-Vanguardia) dan un 44'4
por ciento al PSOE y un 36'8 por ciento al
PP, IU anda por el 4,8 por ciento, CIU con
el 3,2 por ciento, ERC, 1,8 por ciento, y
PNV, 1,5 por ciento, y salvo que no nos
pongamos a gritar ¡Viva Numancia inde-
pendiente!, lógicamente en Soria, o ¡Viva
Cartagena!, en la antedicha, nuestras pro-
babilidades son inexistentes, salvo que
nos insertemos en alguno de los grandes
partidos, pues los quinientos o seiscien-
tos mil votos de un centro liberal, en los
que siempre hemos oscilado, inclinarían
la balanza en un sentido u otro, evitando
que sea el nacionalismo el que siga tenien-
do la sartén por el mango.

Y eso que se palpa, se huele, la profun-
da decepción que el pueblo español tiene
con la situación actual. Bueno, un vaso
aguanta hasta que la última gota rebosa
el borde. ¿Cuál será la última gota? ¿Falta
mucho para ello?, o más bien poco, si se
hace caso a los rumores medioambienta-
les crecientes.

ABC (Madrid) - 02/08/2006, Página 65
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