1999-08-23.EL MUNDO.HOMENAJE AL REBECO MENDICUTTI
Publicado: 1999-08-23 · Medio: EL MUNDO
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HOMENAJE AL REBECO EL MUNDO. 23/08/1999 Página, 4 EDUARDO MENDICUTTI Ayer sonó mi móvil a la hora en que mi Príncipe Don Felipe vuelve muchas veces de sus ligoteos y sus discotecas (las seis de la mañana; el chiquillo está en la edad), y una voz intrigante dijo: -Doña Susi, disimule. Esto es supersecreto. Seré lo más telegráfico posible: esta noche, cena homenaje. Al rebeco. Quizá se pregunte usted, ¿qué rebeco? El de Riaño, el que en julio se escapó por segunda vez de los disparos del Borbón. El Círculo Republicano Recuperado, presidido por Antonio García Trevijano mientras no encontremos algo más presentable, ofrece la cena. En el restaurante que hay en la carretera de Alcudia, según se baja. No falte -y colgó. En aquel momento, se apagó con un suspiro de alivio la luz del dormitorio de mi Doña Sofía: mi Don Felipe ya estaba en casa y ella, como cualquier madre, se quedaba por fin tranquila, después de una noche toledana por culpa del niño. Y ni qué decir tiene que yo me puse al punto a vivir sin vivir en mí. Uno: porque, ¿qué hacer?, dado que una es republicana, pero leal, como dicen todos. Y dos: porque a mi lado dormía con un oído y un ojo abiertos, como siempre, el escolta rubio al que todavía le dura el efecto salvaje del eclipse, y a lo mejor se había enterado de la movida. Recé para que no. -Vale, Mata Hari -dijo el escolta, tan campante-. Tú misma -y se fue, sin un mal beso, a cumplir con sus obligaciones. Yo misma, sí: la lealtad no está reñida con los más arraigados principios, me dije, porque una también tiene su cerebro gris, como dice Rocío Jurado. Así que dejé de sufrir y, a la noche, fui a la cena. La decoración del restaurante era a base de mucho morado. Sonaba el himno de Riego. En la mesa, en el lugar de honor, el rebeco se mantenía la mar de quietecito, pero con cara de no entender ni torta. A su derecha, García Trevijano daba cabezadas todo el rato. Julio Anguita decía, haciendo gala de una decisión irrevocable, que a ver si alguien dimitía allí de una vez. Alfonso Guerra se subía cada dos por tres encima de la mesa y exigía que se crease inmediatamente una corriente guerrista. Umbral mandó un artículo precioso y le dieron por unanimidad la Flor Natural, pero después se la quitaron porque ya lo había publicado en EL MUNDO. Un camarero le dio un coscorrón a Trevijano, que dio un respingo, se levantó y dijo: -¡Republicanos! Este rebeco, sublevándose contra la escopeta del Borbón, es nuestro héroe y presidente honorario. Aplaudan. -Buenas noches, troncos -dijo, de repente, una voz con corona. -¡El Rey! -dijeron todos, y se pusieron a aplaudir. -¡Chivato! -le espeté yo al guardaespaldas rubio que acompañaba a mi Don Juan Carlos. Pero todos rodeaban ya a mi Rey y charlaban animadamente. El único que se quitó de en medio a toda pastilla fue el rebeco.