2020-12-31.ESTRELLA DIGITAL.HISTORIAS DE MI VIDA LIBERAL BERNARDO RABASSA

Publicado: 2020-12-31 · Medio: ESTRELLA DIGITAL

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HISTORIAS DE MI VIDA LIBERAL. DESARROLLO POLÍTICO EN LA OPOSICIÓN. DE 1959 A 1976 1ª PARTE
ESTRELLA DIGITAL. 31 DICIEMBRE 2020
BERNARDO RABASSA
https://www.estrelladigital.es/blog/bernardo-rabassa/historias-vida-liberal-desarrollo-politico-oposicion-1959-q-1976-1a-parte/20201231114827443641.html
La oposición al franquismo en la que me encontraba, por haberme Salvador de Madariaga en 1968, nombrado representante de la Internacional Liberal en España y haber creado el club 1980 en 1970, se caracterizaba por su fragmentación en múltiples grupos, y su excesivo personalismo. Existía la oposición interior y la del exilio, la pacífica y la violenta, la social y la política, la tolerada y la perseguida, la de izquierdas y la conservadora, la reformista y la rupturista.
La oposición que más preocupaba al régimen, sin ser la más representativa, era la de las bandas armadas. Las acciones de ETA, FRAP y Grapo minaron uno de los pilares más sólidos del régimen: la supuesta paz social y el orden público, a pesar de que carecían de base social y la inmensa mayoría de los ciudadanos repudiaban tanto sus medios como sus fines. Sin embargo, el régimen se sentía obligado a dar respuesta desatando la espiral acción‑reacción. ETA nació en 1959, iniciando sus actividades delictivas a mediados de los sesenta. El primer asesinato data de 1968. Lo que, al principio, fue un grupo nacionalista radical con influencias socializantes y católicas, con el tiempo acabó autoproclamándose como un movimiento de liberación nacional de base marxista‑leninista. A diferencia de otros grupos terroristas, gozaba de un considerable respaldo social, que le permitió superar los sucesivos golpes atestados por la policía y sus propias divisiones internas. Para muchos vascos, ETA era un grupo de jóvenes idealistas que utilizaban las armas, para responder al ataque contra las señas de identidad de Euskadi. En ese sentido, los militantes nacionalistas radicales procedían tanto de familias con lejanas raíces vascas, como por inmigrantes recién llegados, ávidos de una rápida integración en su nuevo entorno.
El compromiso del clero vasco con la causa nacionalista radical demostró el grado de connivencia de la sociedad vasca con ETA. La imagen de unos jóvenes idealistas frente a la maquinaria represiva del estado, representada por los consejos de guerra y tribunales militares, suscitaba la simpatía de una comunidad que sufría una indiscriminada persecución durante los sucesivos estados de excepción. El apoyo social a ETA se manifestó especialmente en la campaña nacional e internacional en favor de los nueve condenados a muerte en los juicios de Burgos de diciembre de 1970. Franco entonces decidió conmutarlas por condenas a cadena perpetua. El asesinato de Carrero Blanco en 1973 cambió la imagen de ETA, ya convertida en una peligrosa organización terrorista que podía acceder a cualquier objetivo que se propusiese. Sólo en el último año de vida de Franco, ETA llegó a asesinar a 36 personas. Mucho más numerosa era la oposición social nacida con aprobación de la Ley de Convenios Colectivos (1958) que permitía la participación de los trabajadores en la negociación de las condiciones laborales.
El sindicato ilegal Comisiones Obreras logró infiltrarse en la organización oficial, obteniendo grandes éxitos en las elecciones sindicales desde 1967. Esta organización, a pesar de estar vinculada al PCE, supo atraerse con su mentalidad abierta y pragmática a muchos trabajadores que no participaban del ideario comunista. La conflictividad laboral aumentó extraordinariamente, especialmente en Asturias, Madrid, País Vasco y Cataluña. Se pasó de un millón y medio de jornadas perdidas por huelgas (1966) a catorce millones en 1974. Aunque sus fines fueran teóricamente laborales, el gran número de huelgas por solidaridad indican que se trataban de protestas al régimen. Marcelino Camacho Abad, a quien conocí en la platajunta (Osma-La Rasa, Soria, 21 de enero de 1918 - Madrid, 29 de octubre de 2010)1​ fue un destacado sindicalista y político español. Fue fundador y primer secretario general de Comisiones Obreras (CCOO) entre 1976 y 1987(antes había estado en la cárcel desde 1967, pasando nueve años en Carabanchel. A la salida de la prisión, el líder soriano, casi como una premonición, anunciaría: «ni nos domaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar». Salió indultado tras el famoso Proceso 1001, en el que la dictadura juzgó a los principales dirigentes de CCOO a finales de 1973, y diputado comunista por Madrid entre 1977 y 1981. Sali varias veces en los periódicos, en una foto con él en el despacho de Tierno Galván en diciembre de 1976.
De la oposición moderada, formaba parte nuestro Club 1980, con otras organizaciones presentes en la Platajunta, y también burócratas y tecnócratas jóvenes del régimen partidarios de una evolución hacia la democracia. Parte de esta oposición, se organizó en torno al Grupo Tácito, al que también pertenecían personajes claramente identificados con el antifranquismo. Tácito, que publicaba un artículo semanal en el diario Ya, estaba formado mayoritariamente por democristianos, que después engrosarían las filas del PSOE, nacionalismo catalán y vasco, el Partido Popular y la Democracia Cristiana. Dentro de la oposición moderada estaban también los monárquicos, cuyas actividades, meramente testimoniales, se circunscribían a la reivindicación de la figura de don Juan, como lo hacía Joaquín Satrustegui con su Unión Liberal, continuamente difamado por la prensa más reaccionaria. Joaquín luego gran amigo mío se empeñó en meterme en su partido, llevándome a Estoril a ver a D. Juan, no me convenció y seguí con Larroque, por cierto, muerto recientemente. He ido a su funeral (nov 2017) y   no vi a ningún viejo compañero de partido ni de nuestra historia liberal. Finalmente, los carlistas eran pocos y mal avenidos. Los seguidores de Carlos Hugo se apuntaron al socialismo autogestionario y los de Sixto al tradicionalismo más puro.
En el 68, París el 22 de marzo fue el precursor de la revuelta estudiantil que dos meses después paralizó Francia y se exportó a todo el mundo. Desde mi oficina de la Rue Danton podía ver las barricadas de la rue Jacob y los sucesivos enfrentamientos de los CRS, mientras yo me apartaba cuidadosamente de ellos, aunque en su tiempo tuve una beca de la universidad de la Sorbona, pero no me sentía muy cercano a aquellos antisistema que luchaban contra De Gaulle.
Para la mayoría de los españoles, oposición era sinónimo de comunismo. El PCE era el partido clandestino más activo en los círculos universitarios, sindicales y culturales. Dentro del socialismo proliferaron los grupos que iban desde la autogestión al estilo yugoslava a la socialdemocracia. El PSOE continuaba ocupando una posición central, aunque debilitada por las luchas intestinas entre el exilio ‑unos mil seguidores del líder histórico Llopis, y el interior, unos 2.500 militantes mayoritariamente andaluces, vascos y madrileños.
En el Congreso de Suresnes (1974), la alianza entre Pablo Castellanos (Madrid), Enrique Múgica (País Vasco) y Alfonso Guerra (Andalucía) y la auto marginación del líder de la UGT Nicolás Redondo, permitieron la elección de Felipe González como secretario general. A partir de entonces comenzó la política de atracción de la militancia de otros grupos menores, como el antiguo FLP, USO y otras formaciones autodenomina‑ das socialistas. El mismo día que Franco abandonó la clínica convaleciente de la flebitis se presentó en París la Junta Democrática, apadrinada por socios tan distintos como el comunista Santiago Carrillo y el monárquico Calvo Serer, en la que estaban presentes los socialistas de Tierno Galván, los carlistas de Carlos Hugo, regionalistas e independientes. El objetivo de la Junta era constituir un gobierno provisional de transición a la democracia. La noticia pasó desapercibida en España gracias a la censura. En 1975, el PSOE renovado promovió la Plataforma de Convergencia Democrática, compuesta por los democristianos de Ruiz Giménez, los socialdemócratas y los grupos de extrema izquierda escindidos del PCE (ORT y MC).
Las dos grandes coaliciones de partidos de oposición estaban condenadas a entenderse, entre otras razones, porque no había unidad ideológica interna en ninguna de ellas. Ambas coincidían en descartar la reforma del régimen franquista, y en propugnar la ruptura democrática. Ya muerto Franco, ambos colectivos se unieron en la llamada Platajunta, que sirvió de interlocutor de la oposición con el gobierno Suárez. La Organización nos reunía en el Restaurante Jai Alai, adonde acudíamos numerosos partidos, la mayoría marxistas, en interminables sesiones nocturnas en 1975, en las que destacaba, por su vozarrón Ramón Tamames del Partido Comunista.
Partido con el que, la oposición moderada, a causa de la fuerza de CC.OO., hubo que tratar, pues lo demás eran minúsculos grupúsculos, sin fuerza real en la calle. De hecho, tuve una reunión en 1975, propiciada por Enrique Larroque con la cúpula del Partido Comunista en un piso, en los altos de la calle Serrano de Madrid, frente al hospital de San Rafael. La verdad es que llevaba algo de susto en el cuerpo, pues conocía cuánto había hecho el régimen por aplastarlo, sin conseguirlo.
Los Liberales, fueron liderados por Enrique Larroque con Bernardo Rabassa desde 1970, fecha de constitución del Club 1980. Había, también otros grupos liberales que se organizaron alrededor de Joaquín Garrigues Walker y de Ignacio Camuñas, mientras que los democristianos lo hacían con Joaquín Ruiz Giménez y Gil Robles, y todos bajo el liderazgo de Antonio García Trevijano, republicano convencido desde su juventud (su padre, registrador de la propiedad ya era republicano, del grupo de Fernando de los Ríos) y uno de los protagonistas más relevantes en la oposición a Francisco Franco.
En 1967 Antonio, fue el principal organizador de la reunión clandestina de Comisiones Obreras en la fábrica de Medias Vilma (en Plaza de Castilla), que preparó la huelga de octubre de 1967. Más tarde fue acusado de hacer turbios negocios en Guinea y fue especialmente atacado en 1976 por Felipe González, que no le quería entre la multitud de partidos, que nacieron a la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, una vez nombrado Rey Juan Carlos I y presidente del Gobierno Adolfo Suarez, que decidió, permitir la creación de partidos y convocar elecciones libres para junio de 1977.
Estos partidos, fueron los que acudieron a partir de 1976 a la arena política y entre los que desarrollé mi carrera política, en reuniones y más reuniones, una vez que las de la platajunta rarearon, durante todo el año 1976 hasta que en diciembre de 1976 conseguí cerrar mi proyecto de aunar a los partidos moderados en una reunión en el despacho de Enrique Tierno Galván. En una foto como he contado antes, aparezco al lado de Marcelino Camacho, el líder de CCOO, en la presentación por primera vez en estas reuniones de Platajunta, del Partido Popular de José M.ª de Areilza que fue abucheado, imponiendo su presencia Tierno y haciendo callar a los discrepantes. Fue en enero 1977, que, pivotando sobre este partido, conseguí crear el Centro democrático como coalición electoral que luego acudiría a las elecciones.
En marzo de 1968, Antonio García Trevijano fue organizador del debate en el Hotel Meliá, ante 2.000 personas, sobre el desafío americano de ServanSchreiber, convirtiéndolo en manifestación de la libertad y en conato de la rebelión de la juventud que dos meses después estallaría en París (“Mayo del 68”). Este mismo año ayudó a organizar y dirigir la independencia de Guinea Ecuatorial, para la que redactó una Constitución democrática, que no llegó a entrar en vigor porque el gobierno de Franco impuso la Constitución redactada por Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, con la que Francisco Macías Nguema se proclamó presidente vitalicio.
En 1974 organizó en París los encuentros de don Juan de Borbón con los grupos republicanos y Ruedo Ibérico, donde manifestó su rechazo al nombramiento de Juan Carlos como sucesor. Ese mismo año fue organizador y coordinador de la Junta Democrática de España, redactando todos sus manifiestos y fundando un centenar de juntas locales y sectoriales por toda España. Además, pronunció el discurso de presentación de la Junta al Parlamento Europeo en Estrasburgo.
En 1975 76 organizó la fusión de la Junta Democrática de España y la Plataforma de Convergencia, de la que también fue coordinador. Ese año también puso en marcha la primera convocatoria nacional bajo el lema “Amnistía Libertad”, presidiendo la histórica manifestación de Las Palmas.
La presentación pública de la JDE se realiza simultáneamente el 29 de julio de 1974 en París y Madrid, en un contexto de crisis del Régimen, marcado por la tromboflebitis de Franco, que se encuentra hospitalizado desde el día 9 de julio, y por la asunción de la jefatura del estado interina del príncipe de España.
En la presentación parisina aparecen Rafael Calvo Serer y Santiago Carrillo, de manera que se visualice la oposición interior y exterior. La integración del Partido Carlista se realiza en septiembre de 1974 y posteriormente lo hace el PCE, después de cambiar su nombre por el de PTE en febrero de 1975. El Partido Carlista, poco tiempo después, abandonó la Junta. Los doce puntos de su programa, redactados por Antonio García Trevijano, eran los
La Junta Democrática consiguió muy pronto un importante apoyo político y social de masas, como se puso de manifiesto a través de diversas movilizaciones que se llevaron a cabo en varios lugares del país, como las jornadas del 3, 4 y 5 de junio de 1975 en Madrid. La característica de la JD es su articulación organizativa en Juntas Democráticas locales y sectoriales, que proponía convertir a esta en un verdadero movimiento de masas, con acciones territoriales.
La actividad de la Junta Democrática se dirigía por una parte al pueblo y por otra a los poderes fácticos, con múltiples contactos con empresarios, militares o autoridades eclesiásticas. Tampoco se olvidaba la dimensión internacional, con relaciones con las autoridades de la Comunidad Económica Europea, con el embajador de Estados Unidos en Madrid o con los presidentes de Argelia, México, Rumania y Venezuela.
El 11 de junio de 1975 se creó la Plataforma de Convergencia Democrática, encabezada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a pesar de que tanto desde la Junta como desde el PCE se habían llevado a cabo conversaciones con el PSOE y con Izquierda Democrática, grupo democristiano liderado por Ruiz Giménez para lograr un organismo unitario de la oposición. En dicha Plataforma figuraban, junto al PSOE, la ya citada Izquierda Democrática, que formaba parte del Equipo Demócrata Cristiano del Estado Español, el Partido Liberal (el mío), el Movimiento Comunista, la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y la Unión Socialdemócrata Española. Poco después ingresó el Partido Carlista y se marchó la ORT.
Junta y Plataforma constituyeron en marzo de 1976 Coordinación Democrática (CD). El 23 de octubre se formó la Plataforma de Organizaciones Democráticas (POD). En la que estábamos todos, los democristianos Ruiz Giménez, los liberales, Garrigues, Camuñas, Larroque y Rabassa, Fernández Ordoñez socialdemócrata que incluía además a fuerzas nacionalistas como Convergencia Democrática de Catalunya y la Assemblea de Catalunya, la Assemblees Democràtiques de les Illes Balears, la Coordinadora de Fuerzas Democráticas de Canarias, la Táboa Democrática de Galicia y la Taula de Forces Politiques i Sindicals del País Valenciá.
HISTORIAS DE MI VIDA LIBERAL. DESARROLLO POLÍTICO DE LA OPOSICIÓN DE 1959 A 1977. 2ª PARTE
ESTRELLA DIGITAL. 7 DE ENERO DE 2021
BERNARDO RABASSA
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Se inicia el proceso conocido como Transición española, en el que los grupos moderados de centro derecha van confluyendo progresivamente en torno al Centro Democrático, que lancé en marzo de 1976, luego UCD, Grupo Federal de la Democracia Cristiana, desparecido más adelante, y Alianza Popular, fundada por Manuel Fraga Iribarne, más tarde aliada con el Partido Liberal, del que hereda la gaviota que yo había creado y, después, el Partido Popular.
Con el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del gobierno las expectativas de la oposición no mejoraron mucho. Éste, también se negó a apoyar la Ley de Reforma Política que se sometió a referéndum a finales de 1976, preconizando la abstención activa. El gobierno, apoyado por el rey y sectores sociales de imposible cuantificación, preconizaba la reforma. La oposición, repleta de siglas y con apoyos igualmente inciertos, la ruptura.
A pesar de ello, los primeros meses de 1977 fueron de una febril actividad y contactos entre gobierno y oposición. La llegada clandestina de Santiago Carrillo a España, su detención y su puesta en libertad fueron seguidas con expectación. Las manifestaciones opositoras, contramanifestaciones de los ultras, atentados y secuestros de ETA y el GRAPO pusieron el proceso de la transición al borde del colapso, pues se temía un golpe de estado de los militares nostálgicos del franquismo apoyado por el búnker.
La prueba de fuego fue la legalización de los partidos políticos, que se obtuvo sin más problemas para la mayor parte de ellos, como el PSOE, que sufría una escisión entre el partido histórico (mayoritarios en el exilio) y el renovado (estos últimos más apoyados en el interior y convalidados por la Internacional Socialista); el PSP (en torno a la figura de Enrique Tierno Galván); los nacionalistas vascos (PNV) y catalanes (ERC, que no contaba con la figura de Josep Tarradellas, President en el exilio, repuesto en el Palau de la Generalitat en una jugada maestra de Suárez, y la CDC de Jordi Pujol y Unió Democrática de Catalunya, convalidado por la internacional demócrata cristiana).
A su vez, hubo grupos que acabaron siendo fagocitados por la UCD, coalición promovida por el gobierno y vencedora de las siguientes elecciones, como la Democracia Cristiana, excepto la facción de Joaquín Ruiz Giménez y José María Gil Robles, que no se integró y no obtuvo ni un sólo diputado, y partidos socialdemócratas y liberales como los de Enrique Larroque y Bernardo Rabassa que no se integró, y los que sí, Joaquín Garrigues Walker, Ignacio Camuñas, Francisco Fernández Ordóñez y otros menores.
Había, además, cientos de partidos muy atomizados. Las reuniones se eternizaban, pues los partidos marxistas eran más de 60 y, como todos tenían que hablar, nos daban las 4 de la mañana sin llegar difícilmente a ninguna conclusión. Destacaba por su vozarrón el comunista Ramón Tamames y por su listeza Ignacio Camuñas, que solía llegar a lo último, normalmente con algún escrito, lo que hacía que muchas veces se llevara el gato al agua. Las dificultades con la tramitación de la petición de legalización del PCE, cuyo expediente iba saltando entre instituciones gubernamentales y judiciales, acabó por decisión del gobierno en la Semana Santa de 1977, aprovechando los días festivos, y fue aceptada a regañadientes por la mayoría de los militares. Sólo algunos partidos de extrema izquierda o vinculados a ETA no fueron legalizados.
La famosa rueda de prensa de Carrillo aceptando la bandera rojigualda puede considerarse como el punto final de la oposición al franquismo y el comienzo del nuevo periodo, con elecciones libres y la redacción de la Constitución de 1978, en la que predominó el consenso. Hablaremos en su momento de los Documentos Ollero (de Carlos Ollero, catedrático monárquico, que en 1976 logró el consenso de muchos en torno a la figura del rey) y del llamado “Manifiesto de los 32”, en los que participé y que dieron paso a la llamada “ruptura pactada”, con lo que no se llegó al enfrentamiento con Suarez
“Ley de Asociaciones Políticas”, “Estatuto de Asociaciones Políticas” y “Derecho de Asociación Política” fueron los nombres que recibieron durante la transición española los distintos intentos de aperturismo durante el franquismo final y las fases de la transición española anteriores a la convocatoria de las elecciones de 15 de junio de 1977. Se pretendía evitar el nombre de “partidos políticos”, que inequívocamente reflejaría la pretensión de crear un sistema multipartidista que superara el unipartidismo del Movimiento Nacional franquista, que pretendía englobar la totalidad de las expresiones de la vida pública e incluso privada, y que desde el Decreto de Unificación de 1937 sólo permitía la existencia de un partido político que englobaba a todos los que apoyaron el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, al que ni siquiera era aceptado designar con la palabra “partido”. La expresión elegida para el nuevo mecanismo de participación, “asociaciones políticas”, era lo suficientemente ambigua como para permitir todo tipo de interpretaciones.
Aunque la Ley Orgánica del Estado de 1966 se podía interpretar como una apertura de posibilidades en ese sentido (de una forma críptica preveía encauzar dentro de los Principios del Movimiento el contraste de pareceres sobre la acción política como una de las atribuciones del Consejo Nacional del Movimiento), no se emprendió ninguna iniciativa en los años siguientes que permitiera concretarlas.
La actividad política partidista durante el franquismo discurría por cauces informales, expresándose en las denominadas “familias del franquismo”, entre las que el propio Franco distribuía alternativamente parcelas de poder (azules o falangistas, católicos  la mayoría de los procedentes de la CEDA, los propagandistas de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, y a partir de los años 50 los tecnócratas vinculados al Opus Dei , monárquicos  unos juanistas, otros carlistas o requetés, y finalmente otros juancarlistas  y militares  presentes en todas las familias ). 
Disponían incluso de medios de comunicación afines (diario Arriba, diario Ya, diario ABC, diario El Alcázar, diario Pueblo) y a pesar de la común coincidencia en lo conveniente del mantenimiento del Régimen, sus discrepancias y puntuales enfrentamientos eran notorios (generando algunos sonoros escándalos, como Matesa, por ejemplo), pero obviamente ni tenían mecanismos de competencia electoral ni estaban abiertas a la oposición (a excepción de algunos grupos marginados: los intelectuales del llamado “Falangismo Liberal”, los esporádicos y contradictorios contactos de Juan de Borbón con su consejo privado y dirigiendo el tema desde Estoril, donde le visité en compañía de Joaquín Satrustegui, o algunas figuras bien integradas social y políticamente que acudieron al llamado “Contubernio de Múnich” de 1962, y que alcanzaron más protagonismo por su represión que por la entidad real de su actividad opositora). Tales eran los límites de la denominada Democracia Orgánica.
Asesinado Carrero Blanco, el único que podía controlar con mano férrea la situación, inicialmente, fue el último presidente del gobierno de Franco, Carlos Arias Navarro, quien declaró su intención de impulsar las asociaciones políticas en su discurso denominado “Espíritu del 12 de febrero de 1974”. A pesar de la rectificación posterior, consecuencia la oposición radical del denominado búnker (los partidarios de mantener intacto el sistema político franquista, que se expresó en un artículo de José Antonio Girón de Velasco  el “gironazo”, 28 de abril de 1974, diario Arriba ), y de la coyuntura revolucionaria, que se estaba viviendo simultáneamente en Portugal con el último gobierno de Marcelo Caetano, con el que conviví por estar trabajando en Portugal y Angola, destituido por el golpe que dio el Mariscal Spinola desde Luanda, en donde estaba empeñada una guerra sin solución con el frente de liberación (Revolución del 25 de abril o de los Claveles), se promulgó el Decreto Ley 7/1974 de 21 de diciembre del Estatuto de Asociaciones Políticas (Estatuto Jurídico del Derecho de Asociación Política) muy restrictivo.
Posteriormente, llegó el gobierno de Adolfo Suárez (nacido en Cebreros en 1932), amigo del rey. Estudió Derecho en las universidades de Salamanca y Madrid. Funcionario de la Secretaría General del Movimiento, fue nombrado gobernador civil de Segovia en 1968, ocupó la Dirección General de Radiodifusión y Televisión de 1969 a 1973 y fue presidente de la Empresa Nacional de Turismo de 1973 a 1975. Al aprobarse la Ley de Asociaciones Políticas, promovió la asociación política Unión Democrática del Pueblo Español (UDPE), de la que fue presidente. Hasta esa época no se había caracterizado por una posición aperturista y tampoco destacó en este sentido durante su primera etapa gubernamental.
Elegido Adolfo Suarez frente a López Bravo y Federico Silva, de la terna  propiciada por Torcuato Fernández Miranda (segundo gobierno de la monarquía de Juan Carlos I), propició la Ley 21/1976 de 14 de junio sobre el Derecho de Asociación Política, y un Registro de Asociaciones Políticas, que para el 2 de octubre publicitó haber recibido 22 solicitudes, de las que se habían aceptado diez (con nombres que evocaban todo el espectro político: Frente Nacional Español  Falange Española de las JONS , Unión Nacional Española, Asociación Laborista  Partido Laborista , Defensa Agraria Social  Partido Agrario Español , Unión del Pueblo Español, Partido Popular  no confundir con Alianza Popular, coalición inscrita el 9 de octubre , Frente Institucional  Partido Social Regionalista , Nueva Izquierda Nacional, Partido Socialista Demócrata Español), mientras que nueve se encontraban pendientes o en tramitación (entre las que había de extrema derecha  Fuerza Nueva, de Blas Piñar , de derecha o centro  Partido de Acción Nacional, Unión Demócrata Cristiana  y de izquierda  las distintas facciones del PSOE ). Las tres solicitudes que incorporaban el nombre de Falange se rechazaron por existir ya un partido con ese nombre, como preveía la ley (el inscrito por Raimundo Fernández Cuesta). No había presencia ni del Partido Comunista de España, ni de partidos de extrema izquierda o nacionalistas periféricos (aunque sí uno denominado Unión Catalana), ni liberales.
El Grupo Tácito fue un grupo de intelectuales, políticos y periodistas españoles, muchos de ellos provenientes del franquismo, que en la década de 1970 apostaron por una salida democrática al Régimen franquista y que tuvieron influencia en distintos sectores vinculados al sistema, estando activos durante el periodo de la transición española entre 1973 y 1976. De hecho, el 77 se integraron en UCD, frente a Ruiz Giménez y Gil Robles que fueron por su cuenta en el equipo federal de la democracia cristiana, fracasando en las elecciones de 1977, cosa que ya les había avisado yo cuando constituimos el Centro democrático en enero de 1977.
Se consideran fundadores del grupo Tácito a Alfonso Osorio (posteriormente vicepresidente del Gobierno con la UCD), Fernando Álvarez de Miranda (luego Presidente de las Cortes) y Abelardo Algora, cuando en 1973, en el Colegio Mayor Universitario San Pablo de Madrid, encabezan una iniciativa que aglutinaba a políticos y periodistas, que comenzaron a publicar artículos en una veintena de periódicos de España bajo el seudónimo de “Grupo Tácito”, en los que aportaban las ideas democristianas (y más tarde también las liberales) para superar el Régimen dentro de un proyecto reformista, no rupturista, próximo a lo que serían después las tesis de Unión de Centro Democrático. El proyecto surgió dentro de algunos miembros de la dirección de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas.
El grupo se apoyó en la Editorial Católica, el diario Ya y en la agencia de noticias Colpisa, además de un grupúsculo de empresas creadas expresamente para sortear las prohibiciones asociativas del Régimen. Sus miembros más conocidos fueron, además de Abelardo Algora y Alfonso Osorio, Eduardo Carriles, Íñigo Cavero, Leopoldo Calvo Sotelo, Landelino Lavilla, Jacobo Cano, Alejandro Royo Villanova, Marcelino Oreja Aguirre, José Luis Álvarez, Juan Antonio Ortega y Díaz Ambrona, José Giménez Mellado, Fernando Álvarez de Miranda, Andrés Reguera Guajardo, José Manuel Otero Novas, Juan Carlos Guerra Zunzunegui, Gabriel Cañadas, Joaquín Satrustegui (liberal monárquico), Gabriel Peña, José María Sanz Pastor, Juan Muñoz, Ignacio Gómez Acebo, Juan José Franch y Óscar Alzaga.
La actividad del Grupo Tácito se puede considerar activa hasta 1976, cuando Adolfo Suárez asume la presidencia del gobierno, y se precipita el proceso de reforma política y el debate previo sobre reforma o ruptura. El grupo se mantuvo homogéneo hasta el otoño de 1973, cuando el propio Osorio se mostró contrario a un proceso que no fuera la reforma de las Leyes Fundamentales, descartando cualquier ruptura. Después, otro momento crítico fue cuando, el último presidente de gobierno del franquismo, Carlos Arias Navarro, presentó el proyecto de tímida legalización de asociaciones políticas, el denominado “Espíritu del 12 de febrero” en 1974, que constituyó el máximo aperturismo del franquismo sociológico.
Si bien la inmensa mayoría de los miembros se mostraron contrarios a la Reforma Arias por considerarla muy insuficiente, Tácito abrió a partir de ese momento una brecha con una parte notable de los aperturistas más próximos al franquismo, como Manuel Fraga, que más tarde sería el eje sobre el que pivotaría el centro derecha y sobre todo el actual Partido Popular. Federico Silva (que había participado en los inicios del grupo), Laureano López Rodó y los vinculados al Opus Dei Fernández Miranda e Íñigo Cavero, absolutamente contrarios al proyecto de Arias, abandonaron Tácito también, al menos formalmente.
En general, estos movimientos se verían reflejados año y medio más tarde con las dos formaciones políticas de la derecha española: Unión de Centro Democrático y Alianza Popular (Fraga), que respondían al perfil de esta división.
A principios de 1975, meses antes de la muerte de Franco, las tensiones en Tácito se presentaron cuando se debatió la posibilidad de crear un partido político al amparo del Estatuto de Asociaciones de 1974. Este debate, junto con los contactos llevados a cabo por Tácito con el bloque que representaba en aquel momento Manuel Fraga, la Junta Democrática, el Equipo Demócrata Cristiano del Estado Español y el Partido Socialista Obrero Español, crearon una situación de total inestabilidad en la que, en ocasiones, el grupo estaba al borde de la desaparición por la renuncia de sus miembros, y en otros momentos participaban en su seno hombres como Fraga y Juan José Rosón, que habían rechazado en varias ocasiones su participación. Es el tiempo en el que las alianzas personales y grupales están marcadas por el inmediato horizonte de un proceso democratizador que se adivina. Los encuentros con el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón y con su padre Juan de Borbón en Portugal, desvelaban que la muerte de Franco abriría un proceso democrático.
Muerto Franco y declarado rey de España y jefe del estado Juan Carlos I, Tácito se mostró siempre favorable al monarca. El nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del gobierno, un hombre desconocido y ajeno a Tácito, provocó reacciones de sorpresa no exentas de disgusto. A la vez, Suárez se rodeó de algunos de los tácitos más destacados para ministros clave como Osorio, Calvo Sotelo, Landelino Lavilla o Marcelino Oreja. Las alianzas posteriores y la legalización de los partidos políticos representaron una nueva etapa y el fin de Tácito. A ello hubo que añadirle los llamados “azules”, como Rodolfo Martín Villa, que en número mayor de 70 coparon los primeros puestos de las listas cerradas de UCD con el resto de los componentes del CD (una vez quitado Areilza de la presidencia, por cierto, del llamado PP gracias a la traición de Pio Cabanillas, Alfonso Guerra Zunzunegui y José Pedro Pérez Llorca , constituido en enero de 1977 y presentado por mí mismo como presidente del Comité de Organización en el mes de marzo de 1977 en el Teatro Principal de Alicante.
El Grupo Tácito no estuvo exento de problemas con el franquismo, aunque muchos de sus miembros habían sido o eran altos cargos de la Administración General del Estado. La brigada político social pasaba información de sus movimientos a la presidencia del gobierno. En varias ocasiones fueron censurados sus artículos, o cerrado el diario Ya (por ejemplo, en 1975 por el artículo “Los sucesores”) o censuradas las editoriales de los propios medios de comunicación. Tácito se mostró también a favor de los condenados en el proceso de Burgos, lo que le valió la investigación de la vida personal, familiar y laboral de muchos de sus miembros.