2000-07-06.LA RAZON.HISTORIA DE LA TRANSICION AGT

Publicado: 2000-07-06 · Medio: LA RAZON

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HISTORIA DE LA TRANSICIÓN
LA RAZÓN. 6 JULIO 2000
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
La Transición sería inexplicable, como pedazo de hielo caído de la estratosfera, si no ponemos en su origen causal el factor que la hizo concebible en las mentalidades audaces de la dictadura, y en las mezquinas ambiciones de la oposición a ella. Sin aquel factor decisivo para la causa de la libertad y el debilitamiento irreversible de las instituciones dictatoriales, la muerte del dictador habría dado curso a un tipo endógeno de Reforma que no habría otorgado todas las libertades personales a los ciudadanos, ni entregado las instituciones del Estado a los partidos. Factor exógeno a la dinámica de la sociedad franquista y factor social de ruptura de la lógica interna del Régimen. Un factor político que introdujo el elemento de novedad democrática en un pueblo conformado por las ideas, valores y hábitos de la concepción autoritaria de la vida colectiva. Un factor genuinamente español que sólo pudo ser derrotado, en sus propósitos democráticos, por el factor internacional de la conjunción yanqui-germánica que orquestó Kissinger. Un factor que, tras su disolución, conservó todavía suficiente inercia, de prestigio popular y esperanza de libertad, para imponer, con Suárez, unos cambios sustanciales en el plan extranjero ideado para España.
Los historiadores a sueldo material o moral de la Transición han pasado de puntillas, como pisando ascuas, sobre este trascendental factor político. Pues a ninguna de las fuerzas constituyentes del régimen actual le conviene que se hable de él. Y todas quisieran enterrarlo bajo losas de silencio, como si no hubiera existido. Lo que para algunas de ellas fue en su día motivo de orgullo, hoy lo es de vergüenza. Hace tiempo que llegué al convencimiento de que si yo no sacaba a la luz a ese factor democrático, del que tuve el honor de ser protagonista, nadie lo haría. Y la historia de la Transición seguirá siendo, sin él, un mito de inspiración milagrosa, llegada de repente a las cabezas de estos estadistas que hasta aquel momento no habían demostrado tener otra cosa en sus almas serviles que mansa docilidad al dictador o al dinero de la socialdemocracia alemana.
Por haber ocultado ese factor democrático, las historias de la Transición carecen de solvencia intelectual y objetividad. Todas atentan a la verdad de los hechos y a la interpretación verídica de los mismos. La mentira ha llegado a ser tan sistemática, que incluso un helenista como Rodríguez Adrados, inventa una historia de la democracia ateniense para adecuarla a nuestra Transición. Al parecer de este pobre amanuense del poder, hemos recorrido el mismo camino de consenso y reforma que, en su arbitrario decir, jalonan la Transición desde los treinta tiranos a la democracia directa. Como si ésta no hubiera creado instituciones para hacer imposible que los servidores de la tiranía, o simplemente los que se acomodaron a ella sin exiliarse, pudieran ser elegidos como servidores de la democracia.
Esas bien pagadas historias son cuentos del poder constituido bajo forma de Estado monárquico de partidos. Loas a la falsedad histórica sobre la que descansa la verdad establecida. Groseras propagandas de supuestas visiones aperturistas en los servidores pertinaces de la dictadura, o de adivinatorios diseños trazados con tiza roja en la pizarra celeste de Suresnes por jóvenes izquierdistas, tan visionarios de la Transición que, para ir a ella con franqueza española y pragmatismo alemán, lanzaron a los cuatro vientos inflamadas soflamas antiborbónicas de depuración de las Fuerzas Armadas y la Policía, nacionalización de la banca y autodeterminación para Cataluña y Euskadi. Revolucionarios que pocos meses después, en primavera de 1976, decidieron legalizar al PSOE entrando por la ventanilla que Carlos Arias abrió a los creyentes fieles al «Espíritu del 12 de febrero».