1996-11-04.EL MUNDO.HAY O NO HAY LIBERTAD AGT

Publicado: 1996-11-04 · Medio: EL MUNDO

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HAY O NO HAY LIBERTAD
EL MUNDO. LUNES 4 DE NOVIEMBRE DE 1996
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
Si la situación política española, buena o mala, fuera normal; si no estuviera degradándose día a día la conciencia nacional y moral de los españoles; si la atmósfera del espacio público que nos atosiga fuera respirable; si no apremiara la necesidad de vivir con decoro, viendo, oyendo y leyendo cosas decorosas en nuestra actividad o nuestro ocio; si el Gobierno y los medios de comunicación fueran productos de la libertad y no a la inversa; si el gran malestar cultural que ha producido una generación de perdidos no perdiera a las siguientes; si el sistema legislativo no se midiera por la cantidad de leyes especiales, sino por la calidad de sus leyes generales; si el sistema judicial funcionara sin mirar al Poder; si el sistema educativo permitiera confiar en la formación humanista y técnica de los estudiantes; si el sistema económico, y sus lacerantes resultados, no dependiera de las ideas que se imponen desde fuera a nuestros Gobiernos; si las pensiones o la salud no pendieran de oscuros demiurgos reclutados por los partidos; sólo entonces sería normal que la política no acaparara la atención de los mejores cerebros. 
Pero, salvo una docena de periodistas que acreditan su profesión, y media docena de escritores que se ocupan habitualmente de la actualidad, la inteligencia española se apartó de la política y de la reflexión política desde  amputación cultural que supuso el exilio de los intelectuales republicanos y la censura de sus obras no han terminado aún de hacer sentir sus terribles efectos, tanto sobre la calidad de la enseñanza universitaria, como sobre el desprecio o poca admiración que siente la sociedad hacia todo intelectual que no sea famoso por otro motivo diferente al de su inteligencia. La dictadura no toleró ni el menor asomo de pensamiento fuera de los cauces establecidos por el consenso de  falta de perspectivas para la ambición creadora, en la sociedad civil, determinó la dimisión en pleno de los intelectuales de su función social y su incorporación a las tareas de la administración pública o a los grandes cuerpos profesionales. Esto explica que el nivel medio de los servidores de la dictadura fuera superior al de la clase gobernante de esta Monarquía de partidos. 
El consenso de la transición actúa con la misma severidad que la censura del dictador para impedir la expresión del pensamiento creador o del análisis crítico de este Régimen. Por eso hay libertad en España para negar, desde el propio Estado, que España existe. Como la hay para promover la independencia de cada uno de sus trozos, o su federación en un nuevo Estado. Y para que el comunismo se proponga como alternativa al capitalismo. Incluso la hay para propugnar el crimen de Estado si es eficaz y secreto, para negar el Estado de derecho frente a los gobernantes, para llamar criminal a un jefe de Gobierno y encubridor a su sucesor. También hay libertad para sostener el aborto, el matrimonio homosexual, la pornografía, el consumo de droga, la apología del delito. Y, a cambio de tantas libertades, no hay libertad para hablar del tenebroso pasado de algunos prohombres de la transición, ni para decir la verdad sobre la dimisión de Suárez, el 23-F, los oscuros negocios del Rey o el secreto de que Aznar presume. Sin libertad de pensar que esto no es democracia, sino corrupta oligarquía de partidos, mi voz pública sirve de coartada a la falta de libertad de expresión porque afirmo, sin poder ser rebatido por la razón histórica, que «ante el futuro de España como unidad nacional, como democracia y como pueblo digno, la Monarquía de partidos es el problema,  la solución».