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Publicado: 2004-02-09 · Medio: LA RAZON

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OTRAS RAZONES

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LA RAZÓN
LUNES, 9 - II - 2004

OTRAS RAZONES

HABLANDO SE DESENTIENDE LA GENTE
U n  dicho  vul-

CAPITALISMO Y TECNOLOGÍA

gar, «hablan-
do se entien-
de la gente», invita al
inútil o contraprodu-
cente  diálogo  entre
malentendidos intere-
sados  o  malqueren-
cias ideológicas. Tal
creencia se oponía a
la cultura que se daba
a entender por escrito. La razón de que Só-
crates no escribiera y sus discípulos adop-
taran el género literario del diálogo, la dice
el propio Platón. «Todo hombre serio se
guardará de tratar por escrito cuestiones se-
rias y librar así sus pensamientos a la envi-
dia y la ininteligencia». «El discurso escrito
es un simulacro». La transmisión oral de los
presupuestos mentales del consenso, carac-
terística de la cultura agrícola y académica,
ha sido reforzada en el mundo tecnológico
por la comunicación audio-visual a distan-
cia.   

La imprenta y las obras de arte plástico
impusieron la superioridad de lo gráfico so-
bre la auditivo. El Renacimiento, el Huma-
nismo y la Reforma fundaron la dignidad
de la persona y la posibilidad de entendi-
miento entre los hombres sobre la autoridad
de los textos y símbolos gráficos de la anti-
güedad. La hermenéutica sustituyó a la re-
tórica. La investigación solitaria descifró el
sentido  de  la  Naturaleza.  La  inspiración
personal, el del Arte. Los libros sagrados se
abrieron a la libertad individual de las con-
ciencias. Las leyes escritas derogaron las
normas verbales de las costumbres locales.
Los estados se asentaron en el prestigio de
las constituciones. Todas las ciencias del
hombre se hicieron documentarias. 

El dialogante «hombre económico» de
Adam Smith y el ingenuo «animal racio-
nal» de la Ilustración han dado paso, con el
reciente descubrimiento de la riqueza del
lenguaje social de los animales, a la nueva
idea de la humanidad como reino único del
«animal simbólico» de Cassirer. Los modos
de entenderse y desentenderse, hombres o
civilizaciones, no están basados en los diá-
logos de la razón ni en la convergencia o di-
vergencia de los intereses, sino en el en-
cuentro y desencuentro de simbolizaciones
comunes o adversas. No hay más lenguaje
humano que el de los símbolos. Hablando
se entienden los animales, incluido el ani-
mal racional en tanto que animal, pero no
la gente simbólica, que es lo puramente hu-
mano.  

Así ha sido confirmado por la experien-
cia dialogante de la modernidad y la pos-
tmodernidad. En ninguna otra época, como
la posterior a la catástrofe de la guerra mun-
dial, ha sido más intenso ni más extenso el
esfuerzo internacional e intercultural para
que las gentes de distinta religión o ideolo-
gía se entiendan hablando. Y nunca ha sido
más evidente el fracaso de los diálogos en-
tre católicos y protestantes o cristianos y
marxistas, y del encuentro entre occidenta-
les y orientales. 

Mi experiencia del franquismo y de la
Monarquía me llevó al convencimiento de
que «hablando de buena fe se desentiende
la gente». El consenso español solo pudo
asentarse en la mala fe intelectual (hipocre-
sía) y en el beneficio  material de un interés
mutuo (cinismo). Si el Rey dice a un sepa-

ratista que «hablando
se entiende la gente»,
y  el  nacionalista  se
entrevista con ETA y
coge  la  frase  como
consigna de su cam-
paña electoral, pode-
mos  asegurar  que,
alejados ambos de to-
da  posibilidad  de
buena fe monárquica
o republicana, su encuentro habrá aumen-
tado el desentendimiento. Para la Monar-
quía y la República sería mejor, por ser más
decoroso, que nunca se hubieran hablado.   
Cuando digo que «hablando se desen-
tiende la gente», pienso sobre todo en las
personas que se encuentran separadas o en-
frentadas por algún motivo que consideran
trascendental o vital. Pero también en los
baldíos intentos entre familiares y amigos
de llegar a entenderse en temas ideológicos
sobre los que difieren en absoluto. Un diá-
logo inteligente o desapasionado sobre la
cuestión litigiosa es imposible. Sería prefe-
rible  no  intentarlo,  pues  el  simulacro  de
conversación racional sólo puede servir pa-
ra aumentar la incomprensión mutua y dis-
minuir la aptitud para generar simpatía y
afecto. 

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO

E l  capitalismo

ha transforma-
do nuestra per-
cepción  social  del
mundo, 
reduciendo
su rica y compleja re-
alidad a mercancía. Se
ha erigido en verdade-
ra dictadura que con-
trola el poder político
y militar de los esta-
dos y rige las relaciones internacionales. Son
temas que he desarrollado en anteriores artí-
culos. Hay que preguntarse entonces: ¿de
dónde proviene este enorme poder del capi-
talismo? ¿Se debe a que expresa la forma
más alta de organización racional de la eco-
nomía y la sociedad? Tal cosa mantienen sus
teóricos y defensores. Pero yo sostendría que,
muy lejos de ello, la fuerza del sistema capi-
talista no reside en su capacidad de organizar
positivamente la sociedad, sino en el modo
en que, a través de él, una minoría dueña de
la economía se ha apropiado de los logros de
la revolución científica y técnica de la Edad
Contemporánea. Al ponerlos a su servicio, ha
obtenido un enorme poder y, al mismo tiem-
po, ha degradado un potencial capaz de ele-
var la vida del conjunto de la humanidad.

Surgió, en efecto, el modo de producción
capitalista con una primera apropiación por
parte de el sector más dinámico de las clases

«BRUMOSO» PAPEL

Q ueda apenas un mes para que se abran

las urnas y los estrategas andan cali-
brando el impacto electoral de la «trai-
ción-Carod» con ETA. No es cosa fácil. Para el
PP, según sus sondeos, es indudable que el
asunto ha hecho daño al socio de Carod, o sea
al PSOE. Con todo, es verdad que hay dirigen-
tes populares que «ni se fían ni se confían»,
menos en Cataluña. Para los socialistas, el gol-
pe negativo también está claro y de ahí su tác-
tica de silencio en torno al tema, a ver si al menos
consiguen diluirlo un poco. Por lo demás, es-
tamos viviendo una campaña que parece ha-
berse desinflado. Zapatero «gastó» sus pro-
puestas con tanta anticipación que ahora no logra
reeditarlas. Por el contrario, Rajoy ha sabido man-
tenerse y empieza a desgranarlas ahora. Pero

ha habido un antes y un
después de Carod por el
que el PP ve más cerca la
mayoría absoluta. Ahora
la preocupación es que su
electorado no se desmovi-
lice. Mientras, aparece en
el Club Siglo XXI Felipe González y pide a Za-
patero que asuma «ese papel de centralidad que a
veces siento brumoso en la conciencia de los
socialistas». Buen consejo, pues González no
hacía más que decirle cuál es el camino para
gobernar. Pero Zapatero como si oye llover. Pe-
ro claro, cuando uno ha pactado con Carod y
defiende la radicalidad ¿cómo no va a hacerse
el despistado?     

LLuuiissaa  PPAALLMMAA

REBOREDO Y SAÑUDO

dominantes:  la  de  la
maquinaria creada en
los  talleres  por  la  in-
ventividad y esfuerzo
de los trabajadores ma-
nuales,  de  los  artesa-
nos, y de los ingenie-
ros  dentro  de  la  que
Mumford ha designa-
do como «revolución
paleotécnica». La acu-
mulación de tales recursos levantó las gran-
des fábricas, inaugurando la radical oposición
entre propietarios de los medios de produc-
ción y proletariado. Y, apoderándose del ren-
dimiento industrialmente incrementado del
trabajo a través de la plusvalía, se crean la
enorme fortunas de los capitalistas. Al par
que, la aplicación de este desarrollo industrial
al terreno militar permitió consolidar el re-
parto colonial del planeta.   

Después vendrá una segunda apropiación:
la de la investigación científica, que se produ-
ce en la fase «neotécnica», también según la
terminología de Mumford, al hacerse el des-
arrollo industrial dependiente de los descubri-
mientos, de los nuevos horizontes abiertos por
la física de los campos electromagnéticos y
por la química. La ciencia planificada y fi-
nanciada por los intereses capitalistas es cre-
cientemente desplazada de su carácter de in-
vestigación  desinteresada  y  de  su  posible
servicio al desarrollo humano, para supedi-
tarse al beneficio de las empresas y a la crea-
ción de nuevos armamentos, en el modelo de
universidad irradiado desde la John Hopkins. 
Toda esta primera, pero larga, etapa del ca-
pitalismo está guiada por el afán de produc-
tividad, no sólo cuantitativa sino capaz de lan-
zar productos sólidos y fiables al mercado,
susceptibles de imponerse en él por su cali-
dad. Tales ideales se rompen en el neocapita-
lismo de los años cincuenta y sesenta del pa-
sado  siglo,  con  la  superproducción  de
mercancías de «usar y tirar», sostenida por el
estímulo para la compra permanente. Asisti-
mos a una nueva apropiación. Ahora, es la de
las ciencias sociales y la psicología, funcio-
nando en la tecnología de la publicidad, con
el soporte que los nuevos medios de comuni-
cación y facultan, y cultivando e una inex-
hausta necesidad consumista. Surge entonces
la explotación no ya sólo del trabajador, sino
del mismo comprador. Aunque su explota-
ción sea ciertamente incomparable con la del
trabajo, no por ello deja de ser alienante y
deshumanizadora, representando en este sen-
tido una poderosa arma de integración.  

Pero  si  en  ambas  etapas  el  capitalismo
mantenía más o menos degradado un ideal
productivo, en los últimos tiempos tal pro-
ductividad ha sido inmolada en el altar de la
especulación y también de la corrupción más
absoluta, No otra cosa representa la llamada
«globalización», en cuanto, junto al tradicio-
nal esfuerzo por ampliar el mercado, ha in-
troducido, como rasgo más típico e innova-
dor, la facilidad y rapidez en la transferencia
de los capitales financieros buscando maxi-
mizar beneficios. Y desestabilizando, así, la
economía de los estados. Es la última apro-
piación; la de las nuevas tecnologías. 

Tal es, en síntesis, la trayectoria de un sis-
tema que, en beneficio de una minoría, ha
despojado de su poder liberador a la ciencia
y la tecnología modernas. 

CCaarrllooss  PPAARRÍÍSS