2003-03-27.LA RAZON.GUERRA IDIOTA AGT

Publicado: 2003-03-27 · Medio: LA RAZON

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GUERRA IDIOTA 
LA RAZÓN. JUEVES 27 DE MARZO DE 2003
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
No expresé mi opinión sobre el teatro político que escenificó esta nueva manifestación de terror imperial, porque nada ha sucedido que lo pueda reclamar en el terreno de los hechos. Las guerras son incomprensibles cuando los pueblos no las desean. Si los gobiernos beligerantes tienen razones para invadir el pobre país de un dictador rico, sus propios gobernados las ignoran. Los que los apoyan no lo hacen por inclinación sádica a la guerra, ni por el idealismo de imponer a la fuerza una democracia universal, sino por cortés reverencia a una Autoridad imperial que puede elegir al pueblo extranjero a quien someter. 
   La incomprensión de la necesidad o la conveniencia de matar preventivamente proviene de la difícil estimación intelectual de las causas complejas de la guerra y de la sencilla apreciación moral de la causa simple de la paz. En ningún otro asunto se puede parodiar mejor la paradójica reflexión de Pascal: «La guerra siempre tiene razones que la razón de la paz nunca comprende». Colocados en perspectivas tan opuestas, belicistas y pacifistas no pueden comprenderse. Aquéllos presumen de tener la información y la inteligencia de especialistas. Éstos, de permanecer abrazados a la derrota de la moral y del sentido común. 
   En un mundo desarmado de ideales políticos y culturales, donde el negocio económico, incluso el de Estado, ha desplazado al terreno de la ingenuidad toda aspiración a una vida pública de veracidad y justicia, resulta desplazado remitir la legitimidad de la guerra contra Iraq a los viejos tópicos de la «guerra justa» o a los nuevos de la «guerra preventiva», donde falta por definición el requisito de la inmediatez que permitiría invocar la legítima defensa. Este desplazamiento permite llamar «bobos» a los pacifistas y «criminales» a los belicistas, sin faltar a la lógica. 
   Hoy se deben juzgar las guerras como las sociedades opulentas juzgan a los «negocios redondos», es decir, por sus resultados aplazados en comparación con la ganancia a la vista que deslumbra al triunfador. Los multimillonarios en la cárcel no se distinguen de los que están fuera por su mayor falta de escrúpulos o de imaginación, sino por su menor inteligencia de la situación que los encumbra. Este criterio maquiavélico llamó «idiota» a la primera guerra mundial. Y la segunda, engendrada por ella, la hizo más idiota todavía. En la del Golfo estuvo el colmo de la idiotez. Se respetó al inerme Sadam, que ahora es objetivo declarado de esta guerra. La invasión de Afganistán, guerra idiota, no sirvió para capturar a Ben Laden, ni para establecer un régimen político decente. 
   El trío de las Azores era consciente de la imbecilidad de las anteriores invasiones en Medio Oriente. Por eso alerta al mundo sobre el aumento del terrorismo que traerá la de Iraq (que en teoría se hace para disminuirlo) y la justifica en la implantación de un nuevo orden democrático en los Estados árabes del petróleo, y en la creación de un Estado palestino. Sin necesidad de considerar sus consecuencias terroristas, también ésta será otra guerra idiota para EE UU, que no tiene preparación política ni capacidad financiera para cumplir lo que promete, a no ser que costee su permanencia indefinida en la zona con el petróleo de Arabia Saudí y los Emiratos. Lo que haría de Irán el próximo «casus belli». 
   En la historia hay más casos de guerras justas que de guerras inteligentes que hayan satisfecho las esperanzas del vencedor. Por eso dijo el duque de Wellington, tras vencer a Napoleón, que «nada, sino una derrota, es tan melancólico como una victoria». Y la experiencia de las guerras imperiales, desde la antigua Roma, tiene otra lección menos romántica: «La melancolía de la victoria engendra, con la necesidad de consolarse con otras, el amargo resentimiento del aliado que no obtuvo recompensas».
   A diferencia de Inglaterra, España no tenía la decepcionante experiencia de verse aliada a la soberbia de un imperio. Ahora la tendrá.