2001-12-10.LA RAZON.GOBERNANTES MINÚSCULOS AGT
Publicado: 2001-12-10 · Medio: LA RAZON
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OTRAS RAZONES 16 LA RAZÓN LUNES, 10 - XII - 2001 ORAS RAZONES GOBERNANTES MINÚSCULOS U n sólo ins- EL DEBATE SOBRE LA LOU tante de te- rror pánico en la urbe cultural y en el centro militar del Imperio trastocó de repente la idea que la libertad polí- tica se había hecho de lo que es civili- zación y cultura. La relación de fuezas entre los Estados no resultó alterada por la destrucción físi- ca de las cosas y personas que perecie- ron el once de septiembre. No era pues necesario una demostración de fuerza para restaurar, con la Justicia, lo que ha- bían roto tres actos singulares de terro- rismo. La reacción de la soberbia del poder, en la Potencia de ámbito universal a la que humilló el atentado del fanatismo is- lámico, ha derribado algo mucho mas ar- duo de reconstruir que las torres geme- las y un ala del Pentágono. Esta guerra de represalia, además de compensar las pérdidas de vida inocente con ganancias en número de muertos, ha roto la con- fianza del mundo en el comportamiento civilizado de la civilización occidental. Ha dinamitado la creencia de que esta forma de vida, incluso si no está contro- lada por una efectiva separación de po- deres, asegura la defensa de ideales mo- rales y derechos humanos que la barbarie del fanatismo ignora. Lo dije antes de que empezara y lo di- go ahora que está a punto de terminar. La guerra de todo el mundo contra Af- ganistán no era necesaria. Capturar y llevar a los terroristas ante la Justicia era una empresa a la altura de los ideales que fundaron la democracia en Améri- ca. Secuestrarla en aviones militares pa- ra que, sin pruebas ni juicios, emitiera sus fallos mortíferos sobre indiscrimi- nadas y presuntas fuentes islámicas del terror, ha sido una venganza a la bajura de los instintos primitivos de domina- ción. Antes de iniciarla se dijo que el obje- tivo de la guerra no era derribar al régi- men talibán sino capturar a Ben Laden y al «mulá» Omar si no lo entregaba. Si ese pretexto bélico era sincero, hay que admitir ahora que la guerra ha consegui- do lo que no se proponía y fracasado en su único objetivo. Y la legislación anti- terrorista en el interior de los Estados Unidos ha puesto a los derechos indivi- duales en un verdadero Estado de Ex- cepción. Hasta ahora, esto es lo obvio. Este tipo de reflexiones democráticas saca de quicio a los minúsculos gober- nantes de estas culturas perdidas en pro- blemas mayúsculos. Ocultan su falta de talento político y de carácter moral acu- sando a sus escasos opositores de minar la confianza en el Estado y de ayudar a la impunidad de los terroristas. No quie- ren saber que precisamente estos oposi- tores son los únicos que defienden los valores que el terrorismo quiere destruir. Si algún día el terror deja de ser ins- trumento de defensa o de conquista del Estado, esa bienaventuranza será obrada por los que hoy se oponen a que la so- ciedad abandone derechos y libertades individuales en aras de una falsa idea de la seguridad. Todas las dictaduras se han basado en esta fala- cia de los sentimien- tos. Y todos los es- tados de excepción implican no sólo el fracaso de la norma- lidad jurídica, sino un fatal homenaje que la impotencia de la libertad gobernada rinde a la dictadu- ra ensoñada. La única derivación positiva de la his- teria de venganza contra el terrorismo se ha producido en la Unión Europea. En- tre el montón de sandeces adulatorias que acumulan los gobernantes lacayos del Imperio, llama la atención que haya sido necesario un acto de terror insopor- table para que se pongan de acuerdo so- bre algo tan elemental como una defini- ción común del delito y un común reconocimiento de la jurisdicción natu- ral que ha de juzgarlo. El adelanto es no- table, aunque Berlusconi siga degradan- do la imagen internacional de Italia al considerar que la corrupción política es un atributo nacional que sólo puede ser juzgado por la moralidad peculiar de ca- da país. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO L as manifesta- ciones con que la ciudada- nía se expresa en la vía pública represen- tan un momento esen- cial de la vida demo- crática. Tratar de despreciarlas es, por ende, incurrir en una actitud antidemocráti- ca. Pero es la que están adoptando ante las masivas movilizaciones contra la la Ley Or- gánica de Universidades, tanto la Ministra de Educación, Cultura y Deportes, como el ac- tual Presidente del Gobierno, éste último en términos toscamente despectivos. Y además resulta absolutamente contradictorio con la convocatoria y participación entusiasta en otras manifestaciones, como las que se dan contra el terrorismo de Eta. Participación, por demás, muy discutible, pues a quien está en el poder lo que le corresponde es ejercerlo con eficacia, en lugar de esconder su inepti- tud protestando en la calle, cual es el recurso del ciudadano o la ciudadana desnudos de po- der. Ciertamente se puede estar de acuerdo o no con las reivindicaciones, protestas o adhe- siones que motivan una manifestación. Vivi- mos en una sociedad pluralista y en que de- bemos ejercer el derecho de pensar autónomamente, que Kant afirmaba como la esencia de la Ilustración. Pero lo que no cabe URGE UN BUEN CONSEJO A lfonso Guerra defiende la integridad de España. Artífice del actual texto cons- titucional, sabe de lo que habla y siem- pre desconfió de los cantos federalistas supues- tamente «lights», incluidos los de su propio partido. Zapatero haría bien en pedirle consejo, porque sus propuestas de reforma constitucio- nal, tendentes a dislocar el modelo de Estado y en línea con quienes pretenden disolverlo via federalismo buscando el propio interés, no son para tomárselas a broma. Como no puede ser que el líder del PSOE desconozca las claves del consenso en la Transición, ni tampoco que no es lo mismo la soberanía del pueblo español (Constitución) que la suma de hipotéticas so- beranías (federalismo), cabe concluir que su postura puede ser táctica. Por ejemplo, pue- de pensar que para controlar el guirigay en el seno del PSOE, donde cada comuni- dad hace de su capa un sayo y aquí digo esto y allá lo con- trario, y para que el PP no les haga tanta mella con el discurso de la unidad, pues ¡gran idea! Proponemos esta reforma de tinte federalista (o «maragallista») y arreglado. Zapatero haría bien en obviar algunas consejos y, desde luego, pe- dir otros urgentemente. LLuuiissaa PPAALLMMAA REBOREDO Y SAÑUDO en una mente respon- sable y menos aún en un gobernante es des- conocer la realidad. Ignorar las manifesta- ciones en que se pro- clama un opinar y un sentir colectivo y, me- nos aún, si tales de- mostraciones son mul- titudinarias. Pero, al parecer, para nuestro actual gobierno y los medios de comunicación a su servicio sólo cuentan las actitudes de apoyo y las críticas adversas son despreciables. En anterior artículo he analizado las gra- ves deficiencias de la LOU respecto al go- bierno de la Universidad, internamente mal estructurada en sus órganos y procesos elec- torales, además de acosada en su autonomía por el poder excesivo de los Consejos Socia- les y el control de la misteriosa Agencia de Evaluación y Acreditación. Pero ahora que- rría referirme a las torpes reacciones con que la ley pretende ser defendida por la Ministra ante la generalizada protesta. En primer lugar, y como gran argumento en favor de la necesidad de la nueva ley se aduce la urgencia de elevar la calidad de la enseñanza y la investigación, en medio de una vacua retórica sobre la «sociedad del co- nocimiento». Pero, leyendo el anteproyecto, no se ve por parte alguna cuáles son los me- dios que introduce la ley para tal elevación. Desde luego no residen en la mejoría de los escasos recursos de nuestra Universidad, ya que no se entra en una ley que aumente la fi- nanciación de la Universidad. Las respuestas de la Ministra a las repul- sas de la ley y las manifestaciones en que se han expresado, han pretendido, en primer lu- gar, ampararse en una falsa dialéctica entre progreso e inmovilismo. Para ella, los que se oponen a la LOU son inmovilistas, mientras que le ley supone un progreso, que, sin duda resulta sumamente enigmático, al no concre- tarse en qué consiste. ¿Reside sólo en que es una ley cronológicamente nueva? En con- cepción tan mecánica del progreso, si se lan- zara una legislación que restableciera la pena de muerte, quienes nos opusiéramos a ella se- ríamos retrógrados e inmovilistas y quienes la apoyaran estarían en la senda del progreso. El franquismo representaría el avance histó- rico y la II República el conservadurismo. Pero, ya en el terreno del juicio de inten- ciones, Dª Pilar del Castillo afirma con im- pertinente acusación que los opositores a la Ley se mueven en defensa de «privilegios». No deja de resultar sorprendente que los pri- vilegios, de los Rectores, los catedráticos, los profesores, los estudiantes y el personal no docente coincidan, pues el rechazo alcanza a todos estos colectivos. Al parecer toda la Uni- versidad está llena de privilegiados. ¿Es quizá para la Ministra un feudo de privilegios, con los cuales ha llegado la hora de acabar? Y, volviendo a las primeras consideracio- nes de este artículo, se pretende despojar de todo valor a las manifestaciones, «encasti- llándose» en el poder y la mayoría absoluta. Se olvida que las encuestas muestran un apo- yo mayoritario de la sociedad al descontento por la ley. Y que el «privilegio» de la mayo- ría absoluta es mucho más efímero que los derechos de la institución universitaria. CCaarrllooss PPAARRÍÍSS