2005-04-01.80.GENERACION XXI.EL FANTASMA DE LAS DOS ESPAÑAS JAVIER ESTEBAN

Publicado: 2005-04-01 · Medio: 80

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TEMA

o por  Javier  Esteban  E>3 javieresteban@wanadoo.es

EL FANTASMA 
DE LAS DOS ESPAÑAS

EL  TABÚ  DE  LA  GUERRA  CIVIL  HIZO  POSIBLE  LA 
TRANSICIÓN
La  Transición  española  fue,  en  último  extremo,  un 
pacto entre vencedores y vencidos. Por pura necesi­
dad  (dada  la  posición  dominante  de  uno  de  los  ban­
dos, que había ejercido el  poder durante 39 años) se 
basó en el olvido de la Guerra Civil.  Para poder cam­
biar  de  Régimen,  había  que  crear  un  tabú  sobre  lo 
sucedido  durante  nuestra  contienda y  los  años  pos­
teriores. El ojyjdo era un paso necesario para la con­
vivencia.  En  eso  estuvieron  de  acuerdo  casi  todos 
los  interesados  en  el  nuevo  reparto  del  poder  (uce- 
deros  y  socialistas,  fuerzas  mayoritarias,  a  la  cabe­
za).  Del  llamado  Consenso  quedó  fuera  ETA,  lo  que 
ha  costado  más  de  ochocientos  muertos  hasta  el 
momento.  Este  mismo  consenso  permitió  que  ios 
franquistas  evolucionados  fundaran  sus  partidos 
dem ocráticos  (tenían  el  poder  de  hecho)  y  que  no 
fueran  juzgados  los  hechos  de  la  feroz  represión 
franquista.  Al  mismo  tiempo,  permitió  que  fueran 
legalizados  los  partidos  de  los  perdedores (el  último 
en  pactar,  aceptando  las  normas  de  juego,  fue  el 
PCE).  El  tabú  sobre  la  Guerra  Civil  permitió  hacer 
borrón  y  cuenta  nueva  del  pasado  e  impedir  un 
supuesto enfrentamiento civil al que la sociedad, por 
cierto, no estaba dispuesta. Además de los indepen- 
dentistas,  fuera  de  aquel  pacto  (que  significaba 
monarquía,  unidad  indisoluble con  amplia  autonomía 
y  el  Ejército  nacional  como  garante),  partitocracia  y 
desm onte  del  Estado  interventor,  sólo  quedaron 
algunas  gentes  de  la  Junta  D em ocrática  com o 
Antonio  García-Trevijano 
(partidarios  de  una 
República  Constitucional),  los  libertarios  (que  esta­
ban y están fuera del sistema) y parte de la extrema 
izquierda  y  lógicamente  la  extrema  derecha,  que  no 
quería adaptarse al cambio.
El  mismo  olvido  sigue  haciendo  posible  que  hoy, 
treinta años después, Santiago Carrillo -a quien se le 
acusa de organizar las matanzas de Paracuellos- sea 
homenajeado por los que gobernaron aquellos años 
cruciales  de  la  Transición.  Consta  que  algunos  de 
quienes  le  dieron  la  mano  en  su  homenaje  la  tenían 
manchada  de sangre del  otro bando  (ministros de  la 
represión  o  jefes  policiales).  Todo  un  cuadro  de 
época,  mientras  los  martillos  hidráulicos  derribaban 
a escasos  kilómetros de allí una  oxidada estatua del 
dictador. Para algunos nostálgicos, esa noche form a­
ba  parte  de  una  venganza  inútil  y  morbosa,  para 
otros, era un acto de dignidad y una necesidad histó­
rica; para la inmensa mayoría, algo raro estaba suce­
diendo para que el pasado rebrotara con esa fuerza. 
El fantasma guerraciviiista (Franco y Carrillo bailando 
la  comba)  se  ha  paseado  impúdico  en  los  últimos 
tiempos por la sociedad española. ¿Alguien está avi­
vando el fuego?

LA SEGUNDA TRANSICIÓN
A   las  gentes  de  nuestra  generación,  todo  esto  se 
nos  hace  un  poco  inexplicable.  Somos  nietos  del 
olvido e  hijos de la anestesia. Para comprender algo, 
tenemos  que  tener  en  cuenta  que  cuando  Franco 
murió, los poderes tácticos (Ejército nacional, funda­

mentalmente)  y  un  fuerte  franquismo  sociológico 
custodiaban  la  herencia  del  Régimen.  El  Sistema  de 
libertades que vivim os es,  por tanto, producto de un 
pacto forzado  por las circunstancias del  drama de la 
Guerra  Civil.  Pensemos  en  la  bandera  rojigualda 
(enarbolada  por uno  de  los bandos de  la  contienda), 
el  Ejército  como  garante  de  la  unidad  indisoluble  de 
España, la Monarquía Juancarlista, la situación de pri­
vilegio  de  la  reiigión  católica...  Son  herencias  del 
pacto con  el viejo Régimen.
A cambio, tenemos partitocracia (que no separación 
de  poderes  ni  mandato  representativo,  sacrificados 
en  el  pacto  constitucional)  y  libertades  civiles  casi 
plenas.  Dicen  los viejos  que  no  podemos  quejarnos. 
Para  muchos  pragmáticos,  la  Transición  no  pudo 
hacerse  de  otra  manera.  Pero  ha  pasado  mucho 
tiempo desde que en el año 39 Franco ganara la gue­
rra... o desde que  en el 77 se pactara el orden actual. 
¿Debemos  seguir  así  eternamente?  La  Transición 
fue' un triunfo que ahora sabe a poco.
La  reciente  victoria  del  PSOE,  apoyado  por  necesi­
dad  en  un  frente  parlam entario  de  izquierdas  y 
nacionalistas,  ha  abierto  las  esperanzas  de  una 
Segunda  Transición  que  complete  la  anterior,  sin 
plantearse seriamente si ello es posible. La organiza­
ción  territorial  del  Estado  en  prim er  plano  (marcha 
hacia e! federalismo  sin  custodia  militar y reparto  de 
dineros y fondos para que los gestionen las diecisie­
te  clases  políticas  del  Estado)  y  el  replanteamiento 
meramente  retórico  de  la  monarquía  serían  algunos 
de los objetivos de esta Segunda Transición que, por 
otra parte, poco parece preocupar a  los ciudadanos. 
Es una lástima que la forma de Estado,  la reforma de 
la  partitocracia  (que  amenaza  con  convertirse  en 
una  cleptocracia)  o  la  separación  de  poderes  no 
estén  en  la agenda  de  los que  desean  una Segunda 
Transición.  La  profundización  dem ocrática  con  un 
federalismo presidencialista y una verdadera separa­

t i   OLVÎDG  ERA  UN  PASO  NECESARIO 

PARA  LA  CONVIVENCIA.  EN  ESO  ESTU­

VIERON  DE  ACUERDO  CASI  TODOS  LOS 

INTERESADOS  EN  EL  NUEVO  REPARTO 

DEL  PODER  (UCEDEROS  Y  SOCIALISTAS, 

FUERZAS  MAYORITARIAS, A  LA  CABEZA)

ción  de  poderes  (con  cambio  de  Ley  electoral  a  un 
sistema  mayoritario)  podría  ser  una  solución  a  los 
problemas  del  pluricacicato  español.  El  caso  es  que 
el cambio político que se pretende, conlleva una revi­
sión  de  la  historia  que  muchas  veces  remueve  fan­
tasmas del pasado.
A  estas  alturas,  es  evidente  que  el  intento  de  refor­
ma  política  (y de  revisión  histórica)  no cuenta  con  el 
apoyo  de la centroderecha, sin el cual,  por cierto, es 
sencillamente  imposible  hacer  otra  Transición  de 
acuerdo  con  los  mecanismos  que  establece  para 
ello la Constitución ni con el consenso necesario. En

estas  condiciones,  estamos  ante  un  simulacro  de 
ruptura.  ¿Verdaderamente  desea  ZP  una  Segunda 
Transición o simplemente hace gestos para la galería 
y  así  poder  mantenerse  en  el  poder  hasta  que  no 
necesite  a  los  nacionalistas  y  a  los  comunistas  para 
gobernar en  el 2007?
Muchos piensan (con cierta ingenuidad) que el actual 
presidente  confunde  una  victoria  electoral  con  un 
cambio  de  régimen.  Yo  no  lo  creo.  Pero  al  mismo 
tiempo,  la  tentación  de dejarse  llevar  por el  corazón 
y lo  que muchos consideran  memoria  histórica hace 
que  el  gobierno  sea  partidario  de  llevar a  cabo  ges-

EL  SISTEMA  DE  LIBERTADES  QUE  VIVI­

MOS  ES  PRODUCTO  DE  UN  PACTO 

FORZADO  POR  LAS  CIRCUNSTANCIAS 

DEL  DRAMA  DE  LA  GUERRA  CIVIL. 

PENSEMOS  EN  LA  BANDERA  ROJIGUAL­

DA (ENARBOLADA POR UNO  DE  LOS  BAN­

DOS  DE  LA  CONTIENDA),  EL  EJÉRCITO 

COMO  GARANTE  DE  LA  UNIDAD  INDIS­

OLUBLE  DE  ESPAÑA,  LA  MONARQUÍA 

JUANCARLISTA,  LA  SITUACIÓN  DE 

PRIVILEGIO  DE  LA  RELIGIÓN  CATÓLI­

CA...  SON  HERENCIAS  DEL  PACTO  CON 

EL VIEJO  RÉGIMEN.

tos  tan  loables  como  honrar  a  las  víctimas  de  la 
represión franquista que aún se encuentran en fosas 
comunes  olvidadas.  Por  el  contrario,  cuando  Bono 
intentó un acto de reconciliación con la presencia de 
un  voluntario  falangista  y  un  republicano,  cierta 
izquierda  bramó,  lo  mismo  que  cierta  derecha  está 
sumámente indignada por ei cumpleaños de Carriiio. 
Algunos  no  han  entendido  todavía  que  en  el  77  se 
hizo borrón y cuenta nueva:  pacto de silencio.

GUERRACIVILISMO MEDIÁTICO
Si uno escucha y atiende los mensajes de los Media 
es  fácil  entender  que  la  clase  política  (y  su  servil 
cohorte mediática), en un acto de clara irresponsabi­
lidad,  utiliza  los  fantasmas  de  la  Guerra  Civil  en  su 
propio  interés.  El  servilism o  de  los  periodistas  a  los 
políticos  llega  al  absurdo  de  manipular  a  la  opinión 
pública en  un juego irreal  donde  hay dos  Españas y 
cada  uno  de  nosotros  está  obligado  a  reconocerse 
en  una  de  ellas  (horror)...  Y  ello  sucede  cuando  ya 
ninguna de ellas existe, salvo en  un  extraño y ridícu­
lo juego de Rol.
Vayamos a los orígenes de esta lacra: En la primave­
ra de 1996, un  partido socialista acosado por la opo­
sición,  infiltrado  por  la  corrupción  y  acusado  de  crí­
menes  de  Estado  decidió vulnerar  una  de  las  reglas 
del  sacrosanto  consenso:  desenterró  los fantasmas 
de  la  Guerra  Civil  para  cerrar  el  paso  al  centrodere-

Éxitos  editoriales  que  revisan  la  Guerra  Civil:  desde 
la  Derecha  en  contestación  al  intento  de  reinterpre­
tación  de  la  Historia  y,  por  parte  de  la  Izquierda, 
exhumación de víctimas de las sacas franquistas por 
parte  de  asociaciones  para  la  memoria  histórica. 
Derribo  de  los  últimos  símbolos  olvidados  del  fran­
quismo...  Detrás de todo  ello  una  división  entre unos 
y otros, un revivir el pasado que en sí no tiene dema­
siado sentido,  pues entre otras cosas,  la  mayoría  de 
aquella  generación  está  sencillamente  enterrada. 
Nadie es responsable de lo que hicieron sus abuelos. 
La  clase  mediática  de  izquierdas,  sin  ir  más  lejos, 
está llena de hijos de ganadores de la guerra, y la de 
la  derecha,  por cierto, de viejos comunistas conver­
sos. ¿No  es  un poco ridículo  que estas  mismas per­
sonas alimenten  para fines partidistas los fantasmas 
de la Guerra Civil?

cha, al que identificó desde los medios con  un pasa­
do de terror y represión franquista que retornaba. No 
hace  falta  explicar  que  esta  salida  de  pata,  con  el

¿VERDADERAMENTE  DESEA  ZP  UNA 

SEGUNDA  TRANSICIÓN  0   SIMPLEMENTE 

HACE  GESTOS  PARA  LA  GALERÍA  Y  ASÍ 

PODER  MANTENERSE  EN  EL  PODER 

HASTA  QUE  NO  NECESITE  A  LOS 

NACIONALISTAS  Y  A  LOS  COMUNISTAS 

PARA  GOBERNAR  (2007)?

tiem po  ha  sido  contestada  por  ”el  otro  bando”, 
cuyos  medios  -especialmente  radiofónicos- ven  en 
la  legítima victoria  de ZP  una  revancha  y  un  acto  de 
guerracivilismo y de la "antiespaña”, incluido el com ­
plot  del  11-M.  Todo  ello  bastante  patético.  La  situa­
ción actual de enfrentamiento mediático  responde a 
intereses  de  las  correspondientes  oligarquías  políti­
co-mediáticas, lejos del interés de la sociedad.

Lo que sucedió hace setenta años no tiene vuelta de 
hoja.  La  venganza  es  sencillamente  imposible.  En 
cierta  forma,  tam poco  habrá  plena justicia  para  ¡as 
víctimas de aquel aquelarre.  Hay que ser realista.  La 
suerte  está  echada  para  ellos  y  para  nosotros.  Es 
cierto que puede, y debe, recoger el reconocimiento 
y respeto  que merecen  las víctimas  de  ambos  ban­
dos,  lo  que  no  hizo  ni  el  franquismo  ni  la  Transición, 
pero sin jugar a dividir donde no hay división.
El juego guerracivilista en los Media responde simple 
y  llanamente  a  perpetuarse  en  el  poder,  o  a  recon­
quistarlo  jugando  con  fantasmas  del  inconsciente 
colectivo.  Otra  muestra  de  la  grandeza  de  nuestros 
dirigentes y sus serviles periodistas.

INUTILIDAD (Y RIESGOS) DEL GUERRACIVILISMO
¿Podemos  cambiar  lo  que  sucedió?  Las  heridas  de 
la  Guerra  Civil  nunca  cerraron  del  todo  y  aún  tarda­
rán  generaciones  en  hacerlo.  Hay  un  hueco  en  la 
memoria  donde  los  fantasmas  de  las  dos  Españas 
campan  por  sus  respetos.  Un  camposanto  donde 
aún  se  sufre.  Los  nuevos  magos  negros  de  los 
Media juegan  con  ello  sin  saber  con  qué juegan.  El 
mercado de votos (o de libros, o de películas) no jus­
tifica la Guerra Civil virtual que padecemos. El rencor 
es inútil e improductivo. Otra cosa es la dignidad que 
merecen  las  víctimas  y  los  luchadores  de  aquella 
contienda.
Pero el guerracivilismo como arma mediática de par­
tido  es  uno  de  los  espectáculos  más  bochornosos 
de los últimos tiempos: Que nos dejen en PAZ.