2020-04-10.LOS DIAS ALCIONICOS.GARCIA VIÑO OTRO MALBARATADO

Publicado: 2020-04-10 · Medio: LOS DIAS ALCIONICOS

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21/2/2021

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García Viñó, otro malbaratado

los días alciónicos : García Viñó, otro malbaratado

El escritor y crítico literario Manuel García Viñó (1928-2013) adquirió cierta resonancia mediática
cuando le propinó un puñetazo al también escritor Vicente Molina Foix tras un impetuoso debate en
el programa televisivo Negro sobre blanco. Aunque la agresión sucedió fuera de cámaras, Joaquín
Sabina, que era el siguiente invitado y ya estaba esperando en el plató, se lo comentó con gracejo a
Fernando Sánchez Dragó, que presentaba aquello, y así los espectadores nos enteramos de que la
trifulca previa que sí vimos había llegado luego a las manos. Como suele pasar en estos casos, la
anécdota reduce y caricaturiza al protagonista, que para mucha gente es ya conocido solo por esto, y
opaca una obra que desde luego tiene interés al margen del chascarrillo pugilístico.
García Viñó escribió más de cincuenta libros y lideró La Fiera Literaria, una publicación itinerante en
la que se criticaba inmisericordemente a los grandes popes de la novelística española actual. Pero ni
él es hoy especialmente valorado, ni La Fiera le ha sobrevivido y ahora es solo una web varada en el
ciberespacio.  Tal  silencio  se  explica  sin  duda  por  cuestiones  políticas  y  económicas,  ya  que  es  normal  que  a  alguien  tan  a
contracorriente se le cierren los grandes canales de difusión, pero no es disparatado pensar que también hay una cierta ineptitud social
por su parte que le puso las cosas muy fáciles a sus adversarios.  
De lo poco que he leído de su extensa producción puedo decir que Teoría de la novela es un buen manual de teoría de literatura, claro y
divulgativo, y que sus argumentos parecen bien desarrollados, al menos para un lego como yo en la materia. Distingue “relato”, en el
que se cuentan cosas, de “novela”, que además tiene un contenido intelectual, crea un mundo autónomo “novelizando la realidad”, y
tiene sus propias reglas estéticas. Y El País: la cultura como negocio y La novela española desde 1939 son  un  ataque  a  las  estrellas  del
panorama literario nacional, cuyos best-sellers desmenuza desde la “crítica acompasada”, una crítica considerada por él científica, y que
consiste en resaltar todas las faltas gramaticales y evidenciar la pobreza de las elucubraciones que hay en los textos.
Para este autor un novelista “no debe tener solo vida y obra sino también pensamiento”, más o menos filosófico, y que eso transpire en
sus libros. Pone de ejemplo a Albert Camus, cuyo existencialismo le influyó hondamente, y que era capaz de escribir ficción y ensayo
con la misma maestría. Además, por supuesto, un novelista también tiene que escribir bien, no basta con la profundidad, sin fallos ni
razonamientos infantiles.
Las críticas que hace desde estos postulados a Almudena Grandes, Javier Marías, Muñoz Molina y demás son demoledoras. De hecho
no  creo  que  nadie  pueda  mantener  honestamente  que  son  buenos  escritores  tras  leer  estos  análisis.  García  Viñó  pone  incontables
ejemplos sacados de las obras más prestigiadas en los que queda clara la banalidad ideológica y la ineptitud narrativa. Rastrea página
por  página  entresacando  frases  que  producen  sonrojo  y  que  prueban  que  estas  celebridades  son  solo  producto  de  una  buena
mercadotecnia de las filiares del Grupo Prisa, pero nada más.
El  problema  es  que  el  propio  García  Viñó  acaba  resultando  insoportable;  es  constantemente  faltoso.  Llama  a  Javier  Marías  retrasado
mental, por ejemplo, lo que es gratuito y además contraproducente, ya que un tono igual de certero pero respetuoso hubiera sido más
digno.  Es  ingrato  para  el  lector  leer  cientos  de  páginas  de  desprecio  permanente,  por  mucha  razón  de  fondo  que  tenga.  Los  datos  y
ejemplos que aporta son incontestables, pero tanta bilis y resentimiento acaban por hartar.
La aportación crítica más constructiva que hace este autor es que reivindica también a otros escritores desconocidos a los que sin su
mediación, al menos yo, nunca habría llegado. Le debo la lectura de Eduardo Tijeras, Andrés Bosch y Miguel Espinosa, además de otras
docenas  de  novelistas  que  cita  y  que  todavía  no  he  leído,  pero  que  seguramente  son  tan  buenos  como  él  asegura.  Hay  un  canon
alternativo  en  la  historia  de  la  literatura  española  del  siglo  XX  que  se  podría  escribir  con  nombres  nuevos  y  sin  bajar  de  calidad,  o
incluso mejorando al hegemónico, y que permanece injustamente relegado.
García Viñó tiene razón al indignarse porque hay escritores cuyas novelas son sublimes y que nadie conoce, por mala distribución, falta
de  promoción  en  los  suplementos  culturales,  o  lo  que  sea,  mientras  que  tenemos  a  tremendos  bodrios  encumbrados  y  ganando
premios. Tiene razón, pero la pierde al escribir como un histérico ulceroso.

Estamos ante un autor que podría haber dejado un legado importante y colaboradores que revitalizaran La Fiera Literaria, pero hay algo
que no supo hacer por inepto. Los de la “inmensa minoría” tendríamos que estar ahora comentando sus aportaciones, redescubriendo
autores orillados y demandado reediciones de los nuevos clásicos de la literatura española.  Sin embargo no buscó aliados y no moderó
sus anatemas, se quedó orgullosamente al margen de todo. Igual tendría que haber dejado de ser como el “alma bella” denunciada por
Hegel,  eremita  de  su  propia  alta  moralidad,  y  pactar  con  la  circunstancia.  Entrar  entonces  en  la  Universidad,  o  que  entre  algún
discípulo  y  abra  brecha.  O  en  alguna  escuela  de  escritores,  de  las  que  hay  muchas  en  Madrid,  y  marcar  a  generaciones  venideras.  O
vincularse a algún medio de comunicación valiente, que los hay. O cualquiera de los mil caminos posibles.  Desde luego lo de liarse a
puñetazos en la tele no es lo recomendable.

(El País: la cultura como negocio viene con prólogo de García Trevijano, un señor del que ya hemos hablado. Parece que García Viñó y él
fueron amigos. Eran de la quinta y seguramente les hermanaba una común inhabilidad para bajar el volumen del yo, y ser así capaces

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de crear grupos de trabajo y construir proyectos con gente que eventualmente fuera a hacerle sombra.
Coaligados, cada uno en su ámbito, podrían haber creado algo importante. Con un poco de mano izquierda podrían haber reinado en el
Ateneo de Madrid, por ejemplo, o en alguna universidad o fundación.
En cuanto al prólogo en cuestión, se nota que la literatura no es la especialidad del gran jurista granadino. Lamenta que no haya un
Balzac o un Stendhal de la Transición española, lo que es un poco causa perdida, ya que sería extraña una literatura decimonónica en
los años setenta. Sí hubo, aunque Trevijano lo ignore, mucha y muy buena literatura en los márgenes, como bien se explica en el propio
libro que prologa y que parece no haber leído en este punto.
También reduce implícitamente el mundo cultural en español o lo que sucede a este lado del Atlántico, lo que es grave, y peor todavía
es que se partícipe de cierta hispanofobia al sostener que desde el siglo XVII no hubo grandes pensadores españoles, justificando tal
astracanada por el hecho de que no se cita a ninguno en las bibliografías foráneas.
Como el texto es del 2006, asumimos que no conoció muchas de las investigaciones posteriores que hacen de este prólogo lo más flojo
de todo lo que publicó.)

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