2003-04-21.LA RAZON.FUNCIÓN DEL CAOS IRAQUÍ AGT
Publicado: 2003-04-21 · Medio: LA RAZON
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FUNCIÓN DEL CAOS IRAQUÍ LA RAZÓN. LUNES 21 DE ABRIL DE 2003 ANTONIO GARCÍA TREVIJANO La máxima autoridad, en una población ocupada con tanques y metralletas en cada casa y esquina, parece consistir en la mínima subordinación de la sociedad vencida a todo orden civil o moral que le sea propio. El absurdo de un vandalismo sistemático fomentado por la impasibilidad de un ejército extranjero de ocupación sólo es aparente y tiene explicación racional. Salvo el saqueo del Museo Arqueológico, el caos no estaba planificado. Pero el mando militar comprendió al instante la utilidad política de exacerbarlo. En defecto de colaboración del pueblo con sus «libertadores», que era lo programado, una anarquía liberadora de todo lazo social, y presidida por el fusil capaz de aniquilarla, crearía en la sociedad iraquí el sentimiento de que sólo el invasor podría garantizar el orden público y los servicios comunes, que era lo requerido para convertir la invasión militar en conquista política. Y Bush promete que su ejército se quedará en Iraq hasta la «victoria total» del nuevo orden. La guerra, pues, no ha terminado. El éxito borra las huellas de sus torpezas y errores en el camino. La huida y rendición de las divisiones iraquíes se alegan como prueba de que el Pentágono acertó al prever que el Régimen de Sadam no sería defendido hasta la muerte por la sociedad que lo padecía. El error sobre lo que en realidad ha pasado será fuente de errores futuros. Si comparamos la resistencia encarnizada de los chiitas de Basora y otras ciudades sureñas con la vergonzante huida de los sunitas armados en Bagdad y otras ciudades norteñas, se impone la evidencia de que no han sido la sociedad civil ni el pueblo, sino el Régimen político y el Estado, quienes han dimitido del combate y traicionado a la nación iraquí. Los invasores explotan el triunfo de sus armas. El caos vandálico señorea las ciudades; los habitantes pueden manifestarse contra la ocupación militar; la ayuda humanitaria se retrasa hasta que haya garantías de orden en el reparto, mientras se tolera el saqueo de los hospitales y el sabotaje de los servicios de agua y electricidad; la multitud aplaude la indiscriminada represión a sangre y fuego del desorden público a la vez que abuchea a la policía local desarmada; los líderes religiosos se niegan a participar en la comedia de un gobierno presidido por un general estadounidense; el Museo Arqueológico es custodiado cuando ya ha sido robado su tesoro artístico; los milicianos kurdos asesinan sin discriminación a la población árabe y Bush exige a la ONU que se abstenga de intervenir y que levante las sanciones para dar paso empresarial al saqueo financiero de la reconstrucción. La hipótesis de que la necesidad de un soberano absoluto nace del temor del pueblo a su regreso al estado de naturaleza, donde todos luchan contra todos, ha sido puesta en práctica por el ejército de ocupación. Sin la experiencia catastrófica de un caos vandálico, que deja morir a familias enteras en hospitales vacíos de remedios y disuelve el sentido de la propiedad, el pueblo no comprendería que la ayuda humanitaria y el orden militar, puestos a su vista, son armas de destrucción masiva de toda voluntad de resistencia moral y de toda esperanza de humanidad en el Estado que sustituya la Dictadura del vencido por la del vencedor. Los retrasos en la ayuda humanitaria y en la evitación del caos vandálico «redefinen» la continuación de la guerra americana por otros medios. Un imán ha demostrado, con su simple altavoz, que el desorden moral ha sido inducido por la invitación del invasor. La inmediata devolución de las medicinas y enseres robados en los hospitales prueba que el saqueo no era manifestación de una barbarie iraquí. La cobardía de Sadam constituye un crimen de guerra, tanto por no haberla evitado, rindiendo su Régimen para salvar la moral de la sociedad civil, como por no combatir hasta la muerte si creía justa la causa de la resistencia.