1996-11-25.EL MUNDO.FRENTE A LA GRAN MENTIRA AGT

Publicado: 1996-11-25 · Medio: EL MUNDO

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FRENTE A 
EL MUNDO. LUNES 25 DE NOVIEMBRE DE 1996
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
El suicidio del poder judicial, en tanto que era apariencia de autoridad independiente, nos ha probado que el Estado de partidos funciona con implacable necesidad de coherencia consigo mismo. Las decisiones que afectan a puntos neurálgicos del sistema no se toman por razones morales o legales, ni por conveniencia de partido o de gobierno. El cínico realismo del sistema prevalece sobre cualquier otra consideración. Y los partidos lo asumen con desparpajo cuando pasan de la oposición al gobierno. No importa que  proclame la independencia judicial, que hipócritas magistrados la declamen y que ingenuos ciudadanos  «democracia de partidos»  los jueces que toman en serio su función o la Constitución son atacados y difamados desde los medios y por todos los medios. Si el Gobierno o la oposición están presididos por un jefe de partido, éste no puede ser llevado ante los tribunales por muchos delitos que haya cometido. Si se destruye al delincuente, se destruye al partido. Si se destruye al partido, se destruye al sistema. Si se rompen las impunidades personales, se desmoronan las instituciones. 
La elección de un magistrado ad hoc, para que la justicia del Supremo no toque a «la pieza» más viva del engranaje del régimen, está dentro de esa moral de supervivencia -tan semejante en ferocidad a la que predomina en los estados de extrema necesidad- que Pujol y El País interpretan mejor que Aznar, ABC y EL MUNDO. En todas las materias importantes estamos siendo gobernados de una forma extraparlamentaria, con consensos y pactos de permanente reparto entre partidos. La necesidad de mantener en vigor este oscuro negocio justifica la deslealtad de partido y la infidelidad a lo prometido o pactado. No se trata de vicios del carácter, sino de la necesidad de que sobrevivan en el poder los que llegan a él sin un ideal que los empuje. Así comprendió Aznar al primer instante de ganador lo que no aprendió en años de perdedor: que el régimen es irreformable, irregenerable, intocable. Pero no quiere saber, como tampoco Anguita, que la deshonestidad personal es el precio que se paga o el premio que se cobra por estar al servicio de esta Monarquía de partidos. Y por deshonestidad debe entenderse la más dañina de todas, la mental. 
Hace dos años publiqué el Discurso de la República para llamar la atención sobre el peligro de la superrepresentación que esta Monarquía, no representativa, concede a los nacionalismos. Sobre todo cuando las tendencias a la disgregación nacional no están compensadas con la elección directa del Presidente del Gobierno por todos los ciudadanos españoles. El riesgo es ya tan evidente, la debilidad de Aznar tan grande y el poder disgregador de Pujol tan artificial y prepotente, que hasta el PSOE comienza a decir cosas razonables en materia de Autonomías y de igualdad nacional. Pero la habilitación judicial de Felipe, ordenada por Pujol a sus magistrados de cuota, hace posible que el amontonador de crímenes vuelva a gobernarnos. Ha llegado uno de esos momentos en la vida de los pueblos donde fuera de una verdad elemental no hay lugar para el compromiso político. Porque ya no es de buena fe creer en la inocencia de González o en la posibilidad regeneracionista de Aznar. Y he publicado ahora un nuevo libro, Frente a  (Espasa), para probar con ánimo objetivo que esto no es democracia y que la Monarquía de partidos es incompatible con la verdad, la honestidad, la justicia y la autenticidad cultural. Ahí demuestro que la democracia es otra cosa que se define con precisión institucional, y que se puede llegar a ella de modo civilizado, aunque los jefes de partido no quieran.