2003-08-04.LA RAZON.FALSO DESARROLLO ECONÓMICO CARLOS PARIS

Publicado: 2003-08-04 · Medio: LA RAZON

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FALSO DESARROLLO ECONÓMICO (II)
LA RAZÓN. LUNES 4 DE AGOSTO DE 2003
CARLOS PARÍS 
La hipertrofia del negocio de la construcción dentro de nuestra economía y la estela de corrupciones que produce, además de sus desastrosos efectos sociales y ambientales, muestra el oportunismo de nuestro pretendido desarrollo, carente de una seria programación que potencie las más importantes fuerzas productivas propias de una sociedad científico-técnica, como exponía en mi anterior artículo. Pero semejante fenómeno no tendría la fuerza que actualmente posee si no fuera unido a la paralela falta de desarrollo de nuestra vida política. En la cual la penuria ideológica, la creciente estrechez de horizontes, la falta de reflexión y debate abierto sobre nuestros grandes temas han propiciado la irrupción de la mediocridad y el aventurerismo, a veces en forma de sorprendentes cambios de indumentaria, en una buena parte de nuestra clase política, al tiempo que se alejaban de ella figuras honestas y preparadas.
   Ciertamente, esta degradación de la política no es exclusiva de nuestro país, aunque la extensión del mal, como reza el proverbio, sólo pueda consolar a los necios. Se inscribe en el deterioro general que la democracia viene experimentando en el último medio siglo. Primeramente por su asimilación a los hábitos y usos comerciales de la sociedad de consumo, que han convertido las campañas electorales y la comunicación con la ciudadanía en prácticas guiadas por las tecnologías publicitarias de mercado. Y especialmente, de un modo particularmente agudo en los últimos tiempos, por la presión de los grandes poderes económicos y la potencia del complejo militar-industrial, que han convertido la política en mera administración de sus intereses. Semejante pérdida de peso de la acción política, la despoja de la grandeza creadora que al hacer político corresponde. Aquella que en los grandes momentos históricos de crisis, de transformación, hace que las auténticas vocaciones de servicio a la sociedad y las grandes personalidades se lancen a la arena política. Como hemos visto en momentos clave en las revoluciones o en nuestra II República. Figuras, ahora, sustituidas por las pequeñas ambiciones de mediocres que ven en el estrecho y subordinado ámbito a que la política ha sido reducida la posibilidad de mezquinas promociones de poder y de ganancia, que de otro modo no podrían alcanzar. Se produce así un proceso de selección negativa, como aquellos que aplicó lúcidamente Menéndez Pidal a algunas de las etapas de nuestra historia. No deja de ser expresivo comparar los discursos y debates del Parlamento de la II República con la pobreza de los actuales.
   Pero en nuestro país, aun dentro del marco de estos problemas generales, el intento de desarrollar una auténtica democracia ha recorrido caminos peculiares en que nuestras mejores expectativas han recibido duros golpes. El primero estuvo representado por una transición que esterilizó muchas de las posibilidades latentes en los proyectos de la oposición a la dictadura. Afortunadamente esta etapa de nuestra historia, tan ensalzada y alabada por los intereses internacionales, empieza a ser desmitificada críticamente, con las aportaciones, entre otras, de García Trevijano y Joaquín Navarro. La visión de una nueva sociedad española en que los trabajadores obtuvieran un protagonismo fundamental, frente a las grandes empresas, con la consiguiente redistribución de la riqueza, la afirmación de una España independiente de los bloques militares y solidaria con el Tercer Mundo, en la cual la ciencia y la educación públicas alcanzaran un alto grado de desarrollo, en que las reivindicaciones del feminismo encontraran plena realización y cuya forma política fuera la de una Tercera República y un federalismo que sintetizara la unidad y la diversidad de España, eran las ideas fuerzas que habían movilizado a los sectores más vivos de la oposición y hubieran situado a España en vanguardia creativa de la historia. La transición cortó las alas a dichos proyectos, pero, además, la ulterior trayectoria nos ha ido hundiendo, como podremos comentar en posterior artículo, en una situación en que hoy hasta los requisitos más elementales de una democracia formal se disuelven.