1996-04-01.EL MUNDO.FAIR PLAY FUERA DE LUGAR AGT
Publicado: 1996-04-01 · Medio: EL MUNDO
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«FAIR PLAY» FUERA DE LUGAR EL MUNDO. LUNES 1 DE ABRIL DE 1996 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO El director de este periódico, después de plantear con rigor la distinción entre responsabilidad penal, política y moral, considera que las elecciones ya han zanjado la responsabilidad política de Felipe González por el reguero de cadáveres y de millones que jalonan la trayectoria de su Gobierno. El borrón y cuenta nueva que nos propone está basado en ocho falsas razones: a) la responsabilidad política es un concepto subjetivo; b) la opinión pública es el único tribunal ante el que es exigible; c) este tribunal ha emitido ya su veredicto ante las urnas; d) este veredicto ha castigado a FG con la pérdida del poder, pero convirtiéndolo en representante de muy amplios sectores sociales; e) fuera de su partido o un juzgado, pedir la inhabilitación de González como jefe de la oposición no sólo sería estéril sino impropio del «fair play» postelectoral; f) lo que hacía insoportable la permanencia de FG en el Gobierno era que ejercía un cargo cuya representación afectaba a todos, votantes suyos o no; g) hoy, FG sólo responde políticamente ante la facción parlamentaria de la que es jefe y ante sus votantes; y h) privar a estos de su derecho a acertar o equivocarse, al renovarle su confianza, sería una intolerancia sobre la que no se podría edificar la convivencia en la España real. Pues bien, frente a este cúmulo de juicios erráticos, a los que no puedo intelectualmente respetar, sostengo que ese borrón y cuenta nueva ahondará aun más, si cabe, la degeneración de la moral pública, de esa que presenció los crímenes y robos de los gobernantes sin reaccionar de modo adecuado a la enormidad del daño causado a los gobernados. El interés público que suscita la cuestión, junto a la utilidad del conocimiento objetivo de los conceptos involucrados en esa retahíla de razones coyunturales, tan alejadas de la moral pública de la convivencia liberal como de la democrática, me sugieren responder a tal provocación política en un artículo más extenso. Así espero demostrar, ante el tribunal de la opinión pública -que lo es de opiniones de la razón y de juicios morales, y no de decisiones de la voluntad, como lo es el tribunal electoral de las urnas-, la gravedad política, la bomba con efectos retardados que encierra el envoltorio del «fair play», el paquete de un borrón y cuenta política nueva sobre la monstruosidad que unos valerosos periodistas, y no desde luego yo, han calificado de felipismo. En mis análisis no suelo dar importancia a las personas. Al culpar de la situación a las instituciones, no me siento impulsado a la imprudente generosidad de practicar el «flair play» con delincuentes habituales. En otros tiempos y lugares se han discutido estas cuestiones, y lo mejor del pensamiento liberal sobre la opinión pública, y lo mejor del pensamiento democrático sobre el valor y significado de la decisión electoral, consideran intolerable que un simple diputado políticamente indigno, y sin embargo elegido por sus electores a sabiendas de su indignidad, pueda hablar en nombre de toda la nación y representar a todo el pueblo. A diferencia de lo que sucede en las democracias anglosajonas, donde los representantes solamente representan al distrito local que los ha elegido, en la concepción europea de la representación un solo diputado expresa, cuando habla en el Parlamento, no el interés o la voluntad particular de sus votantes o de su partido, sino el interés y la voluntad general de todos, incluso de los que no votan o no le han votado. Aunque, por ser demócrata, no creo en esas ficciones, los defensores de este régimen parlamentario han de ser al menos coherentes con sus propias creencias. Por respeto a la integridad moral de esas personas, les recuerdo que, por mucho «fair play» que se complazcan en distribuir gratuitamente, cuando Felipe González y Barrionuevo hablen en el Parlamento lo estarán haciendo también en nombre y representación de ellas y de mi amigo P.J. Ramírez. Es triste que lo acepten.