2001-07-09.LA RAZON.ETA BANDALAJE TRIBAL AGT

Publicado: 2001-07-09 · Medio: LA RAZON

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OPINIÓN

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LA RAZÓN
LUNES, 9 - VII - 2001

ETA, BANDALAJE TRIBAL

OTRAS RAZONES

EL LAMENTABLE ESTADO DE LA NACION (II)
L as 

R esulta  muy

difícil 
de
comprender
que  los  terroristas
tengan no sólo buena
conciencia de sus ac-
ciones, sino alta opi-
nión  de  sí  mismos
como  personas.  No
pasa en la delincuen-
cia  común  ni  en  el
crimen organizado. Sólo es comparable a
la autoestima, abonada de tanta conside-
ración ajena, de esos conocidos persona-
jes que ordenaron asesinar y torturar en
nombre del Estado. Llamamos pues ase-
sinos a los que otros consideran héroes. Y
nos  preguntamos  cómo  es  posible  que
personas de fuertes sentimientos familia-
res sean capaces de mutilar a otras fami-
lias que no interfieren la vida de las suyas.
Los crímenes terroristas repugnan más
que la producción de víctimas civiles en
la retaguardia de la guerra, porque no hay
reciprocidad en la fuente creadora de do-
lor. Pero el crimen antiterrorista los supe-
ra en perversidad, porque introduce la re-
ciprocidad que le falta al terrorismo para
convertirse en lo que desea ser: un fenó-
meno tan humano como la guerra. Eta pa-
dece estas leyes de la psicología social y,
para no  ser pura asesina, declara a lo es-
pañol una guerra que, no siendo bilateral,
carece del mecanismo de sedación del ho-
rror.

La guerra no elimina todos los senti-
mientos compasivos. Los limita al sufri-
miento padecido en el propio bando. Con
la paz, la anestesia de la compasión por el
dolor del otro bando se desvanece de mo-
do tan repentino como drogó al propio pa-
ra  llevar  a  cabo  la  matanza  bélica  con
buena conciencia. Millones de conflictos
a vida o muerte, hicieron sobrevivir a los
cerebros tribales capaces de sentir, hacia
el vecino, deseos alternativos de extermi-
nio o de colaboración, en función de un
interruptor colectivo. Se sabe que los ri-
tos de guerra, las invocaciones de los sa-
cerdotes y las danzas o paradas militares,
cumplen  esa  función  interruptora  de  la
conciencia del mal que se inflige al ban-
do rival. El valor de los héroes homéricos
suponía un supremo desprecio a los sen-
timientos comunes de humanidad. El hé-
roe tenía que ser tan inhumano como los
dioses porque enfrente  había otra parcia-
lidad inhumana a la que vencer. Pero sin
terror de Estado, sin guerra bilateral, el te-
rrorismo no deja de ser una bandería car-
nicera, un bandidaje político, una banda
armada sin bandera, una partida sin parti-
do, un bandalaje de fantasía, un contra-
bando de muertes sin bando prohibitivo
de vida a los contrabandistas.

En otros artículos he utilizado la expre-
sión «banalidad del mal» en un sentido
distinto,  y  más  genuino,  del  que  le  dió
Hannah  Arendt  en  su  informe  sobre
«Eichman in Jerusalem» (1958). Aunque
banal sea lo insignificante, y lo rutinario
haga banal lo que repite, no creo que la
inconciencia de lo cruel provenga, en el
terror de Estado y el terrorismo civil, de
la insignificancia de la vida sacrificada o
de la rutina burocrática del mal. Pues, lo
insignificante, pese a su nadería en lo sin-
gular, nos impone su existencia abruma-

dora  por  doquier,  y
toda rutina comienza
con una innovación.
Sólo  la  locura  osa
eliminar la insignifi-
cancia.

En  su  origen  eti-
mológico,  lo  banal
era  lo  propio  de  un
bando, lo poco signi-
ficativo en la perso-
na singular porque era lo común al grupo.
Lo significativo del judío para un nazi,
como lo de un español para Eta, es la in-
trascendencia de su existencia material en
tanto que obstáculo espiritual a la tras-
cendencia de lo ario o lo vasco. Ese abis-
mo sentimental ya no es cuantitativo, si-
no de orden existencial. Por ser españolas,
las víctimas de Eta no existen antes de ser
matadas. De ese desprecio olímpico a lo
español deriva la banalidad del mal, en los
atentados que Eta ejecuta con total incon-
ciencia de la crueldad de sus acciones y
plena consciencia de la grandeza de las
reacciones. Cuanto mayor sea la reacción
española a la nimiedad de lo que hace,
mayor será el orgullo de Eta de atribuirlo
a  la  grandeza  de  quien  lo  hace.  Senti-
miento infantil y primitivo. Fantasía de
bandalaje tribal.

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA  TTRREEVVIIJJAANNOO

empresas
eléctricas ame-
nazan con cor-
tes de electricidad, que
han preocupado seria-
mente a toda la indus-
tria ligada al turismo,
pero que deberían in-
quietar no menos a to-
do el aparato informá-
tico  del  país  y  a  las
numerosísimas personas que manejamos un
ordenador personal. Ibería en huelga de pilo-
tos y los aeropuertos mostrando un espectá-
culo caótico, que,. aunque haya sido tan llam-
tivo y aireado en Palma de Mallorca, no deja
de resultar  ya bastante habitual,. Las carrete-
ras, adornadas por caprichosas rotondas, atas-
cadas y  en pésimo estado La inseguridad ciu-
dadana  en  aumento  y  el  terrorismo  dando
constantes golpes ante la ineficacia del Go-
bierno y la policía. El entendimiento del go-
bierno central en creciente deterioro con las
nacionalidades  históricas.  Los  jóvenes  vi-
viendo a salto de mata, o, más precisamente,
brincando de empleo provisional al paro y
desde él a otro empleo no menos efímero, o
quizá al mismo, renovando su contrato provi-
sional  y  autocreándose  un  ficticio    nuevo
puesto de trabajo. Muchas de nuestras ciuda-
des como Madrid convertidas en algo invivi-
ble, pasto de obras inacabables que no sirven
sino para deteriorarlas. .Los inmigrantes ha-
cinados en inhumanas colas  Y, sin embargo,

SABER HACER 

D ecía el otro día el siempre fino y tam-

bién malévolo (aunque él proteste) Pé-
rez Rubalcaba que Luis María Ansón
ha llegado ya a unas alturas donde no necesita
que le den noticias, sino que él las da. Lo cual
era verdad, entre otras cosas porque le estaba
concediendo la «Razón de oro» al propio Ru-
balcaba y eso de que te den la razón, siempre
gusta. Era un guiño simpático de Rublacaba en
la cena en la que se le concedió el premio, o
una ironía bien traída –en estos tiempos en que
algunos que antes las practicaban les molestan
cuando llegan a ministros– y eso que en aque-
llos momentos ni Rubalcaba, ni Ansón, ni el
resto de los «very importants» presentes cono-

cían el alcance real de la que
había liado ¿adivinan quien?
Pues doña Celia Villalobos,
una vez más, porque la po-
bre es que tiene la negra. Sin
entrar en si ha hecho bien o
no en la retirada del aceite de
orujo, es evidente que la ministra de Sanidad
ha fallado en dar la noticia. Así que para ella
va un buen consejo: que se fije en quienes sa-
ben, como Ansón, cuyo mérito, alabado por
Rubalcaba, contiene una rara y escasa virtud:
no sólo da noticias sino que sabe darlas.

LLuuiissaa  PPAALLMMAA

REBOREDO Y SAÑUDO

suena la voz de Pan-
gloss, el personaje de
Voltaire, feliz en me-
dio de las mayores ca-
tástrofes,. reencarnado
en nuestro Presidente
de Gobierno Aznar y
nos  dice,  cotidiana-
mente  a través de las
pantallas y en el Parla-
mento,  en  el  Debate
sobre el Estado de la Nación: «Vivimos en el
mejor de los mundos posibles» «España va
bien». Además, como todo está privatizado,
el gobierno puede lavarse las manos. Y la opo-
sición, salvo Anasagasti y Llamazares con sus
grupos, sonríe en alarde de cortesía..

Y es cierto  que las cosas van bien y, qui-
zá, que crecemos, pero no España, sino una
minoría beneficiaria de las privatizaciones..
En mi anterior artículo, tras comentar los ver-
gonzosos desaciertos de nuestra política in-
ternacional, me refería al despojo antidemo-
crático  del  Estado  que  las  privatizaciones
suponen. A la transferencia del poder a ma-
nos particulares, ajenas al control de la ciuda-
danía. Y ahora querría insistir en el deterioro
de la economía pública y de la vida cotidiana,
que la introducción de este poder, guiado, na-
turalmente,  sólo por la lógica de su beneficio
propio, inevitablemente genera. 

En efecto, cuando se produce una priva-
tización, el paso inmediato es la reducción de
personal. Nada más rentable que disminuir los
costes salariales, lo que Marx llamaba el ca-
pital variable. Las jubilaciones anticipadas son
transferidas mayoritariamente  hacia la segu-
ridad social. Y el paso ulterior es el deterioro
del servicio, al no disponer  del personal ne-
cesario para atenderlo. Lo hemos visto trági-
camente en los accidentes ferroviarios en In-
glaterra,  en  la  California  amenazada  por
sombría noche, en el mismo paraíso de las
nuevas tecnologías, cuyo desastre- señalemos
de pasada- hunde las bolsas y los empleos, co-
mo en el caso de Alcatel. La irracionalidad del
desarrollo económico es tal que recuerda lo
ocurrido en el Africa subsahariana, cuando,
por donativo internacional, se instaló un mo-
dernísimo hospital, cuyos aparatos no podían
funcionar, pues se había olvidado un peque-
ño detalle: no existía tendido eléctrico en la
zona.  

Pensar en elevar la calidad y el nivel de
vida de la mayoría de la ciudadanía en una so-
ciedad dominada por la privatización es im-
posible. Hay servicios públicos y sectores es-
tratégicos  que  un  Estado  responsable  y
democrático no puede abandonar en una so-
ciedad industrial, por muy antisocial que sea
su orientación. Y últimamente la privatización
se está extendiendo nada menos que a las
Fuerzas Armadas - centinelas, rancho-  y de
Seguridad. En este último terreno han dismi-
nuído  los  efectivos  de  60.000  en  1986  a
46.000 en la policía y de 72.462 a 60.000 en
la Guardia Civil. Al compás de este proceso
se incrementa el negocio privado de la segu-
ridad que mueve ya un billón de pesetas al
año. Todo ello, según datos recientemente
aportados por la prensa, Y las autoridades, co-
mo el Delegado del Gobierno en Madrid, nos
recomiendan hacernos clientes de este nego-
cio, si queremos seguridad. Lamentable, sí,
Estado de la Nación desgobernada. Y lamen-
table oposición que no denuncia este estado
de cosas...

CCaarrllooss  PPAARRÍÍSS