1991-01-15.EL INDEPENDIENTE.ESTÉTICA PERSONAL Y ÉTICA SOCIAL DE LA DIMISIÓN POLÍTICA AGT
Publicado: 1991-01-15 · Medio: EL INDEPENDIENTE
Ver texto extraído
ESTÉTICA PERSONAL Y ÉTICA SOCIAL DE LA DIMISIÓN POLÍTICA «Acordó con el Presidente que era mejor dedicarse al partido» EL INDEPENDIENTE, 15 ENERO 1991 TOM PAINE = ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO La renuncia a una función pública, que atribuye poder y honor en una sociedad hedonista, produce sobresalto. La elegancia del desprendimiento espontáneo y tempestivo abre, en los demás, una reflexión sobre las maneras miserables de juzgar las conductas ajenas a que están habituados. La dimisión de un cargo político, por el solo hecho de que se ponga en duda la incapacidad para la indignidad de quien lo ocupa o su capacidad para seguir ocupándolo contra el parecer de la opinión dominante, introduce en la conciencia social un rayo de esplendor .que ilumina de repente, como relámpago en la noche, la fealdad de una existencia sórdida amparada en las sombras. Una dimisión ejemplar mete en lo chabacano el preludio de terror que encierra la belleza. Produce admiración porque primero asusta y luego reconforta. La dignidad de la dimisión, como movimiento instintivo de la propia estimación, que es el comienzo de la racionalidad moral, cobra una distancia abismal frente a la mezquindad de quienes, al sospechar sin fundamento, dejaron de respetarse a sí mismos. La dimisión política, en esas orgullosas condiciones, promueve la ética social desde la estética personal. Es una verdadera catarsis. Una purificación del ambiente. La dimisión del vicepresidente del Gobierno, un acto tan sórdidamente preparado como el que la hizo obligatoria desde hace un año, acentúa la indignidad de quien utiliza el esperpento. para atemorizar a la vulgaridad que lo aplaude, a la ordinariez moral de los que no exigieron su dimisión, o cese, cuando mintió al Parlamento que lo interrogaba. La dimisión de Alfonso Guerra, hecha a destiempo, con cálculo de conveniencias de poder personal, contra un largo intento de permanecer obtusamente en el cargo, promueve la degeneración de las costumbres políticas al añadir la inelegancia del remedio estéril, su refugio en la dirección del partido, a la gravedad de una enfermedad moral incurable, la de mentir, que sólo deja de ser peligrosa cuando se la recluye en su retiro doméstico, en el foco original del contagio germano.