2001-12-24.LA RAZON.ESPAÑA PENDIENTE DE UN HILO AGT

Publicado: 2001-12-24 · Medio: LA RAZON

Ver texto extraído
OTRAS RAZONES

18

LA RAZÓN
LUNES, 24 - XII - 2001

OTRAS RAZONES

ESPAÑA PENDIENTE DE UN HILO
E n  la  forma-

EL CONSUMIDOR CULPABILIZADO
P arece  que  los

ción  de  las
naciones clá-
sicas  –y  España  es
una de las primeras,
junto a Francia, In-
glaterra, Portugal y
Holanda– concurrie-
ron factores tan he-
terogéneos o dispa-
res 
como
tales 
azares, necesidades, conciencias, religio-
nes, derechos, deberes, lenguas, creen-
cias, guerras, matrimonios, ambiciones,
pactos, errores, traiciones, miedos y de-
jaciones. Salvo la propensión al dominio
de la lengua y la religión de los Reyes
feudales más poderosos, ninguno de to-
dos esos factores dio a las poblaciones la
oportunidad de consentir el hecho nacio-
nal.  Lo  voluntario  y  lo  involuntario  lo
tramaron. Vascos, catalanes, castellanos,
gallegos o murcianos, pertenecen a Es-
paña  como  a  la  familia.  Sin  consenti-
miento. Y para contentarnos con lo in-
evitable, se inventó la creencia humanista
en el destino.

La Revolución francesa, y en menor
medida el ejemplo de la guerra de Inde-
pendencia  de  las  colonias  inglesas  en
América del Norte, cambiaron el escena-
rio medieval de donde emanaron las que
podemos llamar con propiedad naciones
renacentistas. El principio universal de la
libertad descubrió a los pueblos que ellos
podían determinar su destino en lugar de
padecerlo. Y construyeron las naciones
románticas (Alemania, Italia) con la vo-
luntad nacional y la política rectora del
reino más pujante (Prusia, Piamonte).

Las dos guerras mundiales (la segunda
fue una prolongación de la primera) li-
quidaron los ideales románticos que, al
concebir a las naciones como voluntad de
poder,  las  habían  conducido  al  reparto
colonial del mundo entre imperios nacio-
nales y a la idea nacionalista del Estato.
Las dos potencias vencedoras crearon un
organismo internacional en la ONU para
reconocer el derecho de autodetermina-
ción de los pueblos colonizados. Y con
resistencias pasivas, guerras de liberación
o apoyo de las potencias de los dos pri-
meros mundos, nacieron los Estados sin
Nación del tercero.

La transición española liquidó el Régi-
men de Franco y, con él, el nacionalismo
de Estado que lo sostuvo. Pero la aterra-
dora ignorancia de todas las fuerzas con-
vergentes en el consenso creó la insopor-
table contradicción nacionalista en que se
fundamenta el actual Estado de las Auto-
nomías. Nadie pensó en las graves con-
secuencias que se derivarían de la natu-
raleza 
romántica  del  nacionalismo
catalán, pretencioso constructor de su na-
ción, y del carácter tercermundista del
vasco, pretencioso liberador de la suya.
El consenso creyó con ingenuidad que
ambos designios, basados en la ideología
fascista de nación como voluntad de po-
der destinada a vivir en lo universal, lo
que no es posible sin vida estatal inde-
pendiente, quedarían frenados o equili-
brados con la igualdad territorial hereda-
da  del  nacionalismo  franquista.  Y  el
aprendiz de brujo no sabe, ahora que pre-
siente el desastre, cómo parar el juego ar-

tificial de las Auto-
nomías,  al  que  dio
cuerda  con  los  na-
cionalismos,  antes
de que sea demasia-
do tarde.

No puede confiar
en  la  dinámica  de
las instituciones, por
la naturaleza del sis-
tema electoral, con-
cebido para favorecer a los partidos na-
recurrir  al
cionalistas.  No  puede 
sentimiento natural de la patria común,
pues  lo  tiró  por  la  borda,  junto  con  el
bastardo nacionalismo español, para ali-
viar a la monarquía y a los renegados de
la carga franquista, en su nueva odisea
por las espumas de la libertad. No pue-
de gobernar la nave nacional entre la Es-
cila vindicativa del nacionalismo vasco
y la Caribdis reivindicativa del catalán,
porque la Transición fletó el Estado de
Partidos  sin  calado  democrático  y  sin
lastre español. Ya sólo le quedan dos re-
cursos: aumentar la represión y la des-
confianza frente al nacionalismo vasco,
como si todo él fuera separatista, y afe-
rrase a la palabra tranquilizadora de Az-
nar  y  Zapatero.  ¡La  unidad  de  España
pendiente del hilo verbal de dos hom-
bres!

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA  TTRREEVVIIJJAANNOO

ciudadanos  y
ciudadanas  de
los países que se consi-
deran desarrollados y
en la iniciación de este
siglo XXI, en opinión
de las autoridades, es-
tamos  mal  acostum-
brados. Según las en-
cuestas la mayoría se
halla contenta con la perspectiva de manejar
una moneda como el euro, aunque se anun-
ciaba tan poderosa y se ha quedado tan baja
respecto al dólar, y su cambio con la peseta ha-
ce casi aparecer los irracionales, que tanto in-
quietaron a la escuela pitagórica, griega, pero,
quizá, no llegamos a estar clamorosamente en-
tusiasmados. Y de un modo vicioso aspiramos,
además, a cosas tales como la luz eléctrica, di-
fundida ya en el pasado siglo, pero ausente en
la mayor parte de la historia humana, el calor
hogareño con que hacer confortables las cos-
tosísimas cuevas que habitamos en las urbes y
queremos  tener agua corriente en el grifo, sin
necesidad de ir a buscarla a la fuente, ento-
nando alegres canciones. Tres cosas que, de re-
pente se han hecho problemáticas. En primer
lugar los cortes de luz en la Comunidad Va-
lenciana, en Cataluña –donde en Barcelona se
ha llegado a una interrupción de cinco horas
en el suministro– en  Murcia y en esta capital
del Reino, que es Madrid. Según los pesimis-
tas volvemos a los años cuarenta, en que, sien-

ENMENDAR EL MAL

L a frase pertenece a Bush, George, en re-

ferencia a los atentados del 11 de sep-
tiembre. Y es, sin duda, un loable pro-
pósito, pero poco más. Porque en realidad el
mal, así, de verdad, con mayúsculas, nunca tie-
ne enmienda, remedio, reparación. Cuando ac-
túa,  su  impronta  permanece,  irremediable.
Cuando ataca a toda una sociedad, caso de Es-
tados Unidos o el nuestro propio con los terro-
ristas etarras, la justa reacción del cuerpo so-
cial necesita de un plazo largo y, aunque lo
intente, es difícil que pueda restaurar el daño
ya hecho. Este monstruo de mil cabezas actúa
de muchas formas y, así, nos quedamos atóni-
tos con lo que pasa en Israel o con las increí-

bles, desesperadas y doloro-
sas imágenes que nos llegan
de Argentina. La ineptitud, la
soberbia,  la  corrupción,  el
engaño y el creerse más de
lo que uno es, les han lleva-
do al borde del abismo. Pe-
ro, ojo, que nadie está libre del mal y, que se
sepa, al único que podía enmendarlo le mata-
mos hace unos 2002 años. Mañana conmemo-
ramos su nacimiento. O a lo mejor ni eso. En-
tre tanto atasco de tráfico, lotería, espumillón,
Papá Noel, compras, regalos, copitas y fiestas
navideñas, ¿alguien se acuerda?

LLuuiissaa  PPAALLMMAA

REBOREDO Y SAÑUDO

do  tan  prolongada  la
ausencia  de  electrici-
dad, en lugar de «apa-
gones» el fértil ingenio
popular inventó las pa-
labra  «encendiones»
como expresión de la
insólita y fugaz apari-
ción del flujo eléctrico.
Conforme  a  los  opti-
mistas, empero, lo que
ocurre en que nos situamos «al nivel» –según
el extendido barbarismo–  de California, pa-
raíso de las nuevas tecnologías, que no hace
mucho, y también a consecuencia de las tan
glorificadas privatizaciones, pasó por una im-
portante crisis de suministro eléctrico. Mien-
tras los españoles y españolas gritan, como
Goethe en el lecho de muerte: «Luz, más luz»,
voces críticas comentan con indignación el he-
cho de se haya obsequiado por el gobierno a
las compañías eléctricas con un billón de pe-
setas, extraídas, naturalmente, del bolsillo de
la ciudadanía en concepto de costes para «li-
beralizar» el sector, aumentar la «competen-
cia» tan benéfica míticamente y el resultado
sea éste. Pero la Directora General de Energía
ya nos ha explicado que todo se debe a la «ele-
vación de nuestro nivel de vida». Con lo cual
los cortes se convierten en eufórica glorifica-
ción. ¡Qué bien vivimos que nos quedamos sin
luz!, podremos exclamar. Y el ministro Sr. Ra-
to ha declarado, muy serio, por la televisión
que semejantes cortes «no perjudican a los
consumidores, ni a las empresas». Al parecer
la energía eléctrica se convierte en un capri-
cho. Quizá ha sido un error en la historia de los
seres humanos recurrir a ella, cuando su au-
sencia no acarrea perjuicios.

Pero, aún más importante que la luz es el
suministro de agua corriente. El último fin de
semana en la Sierra de Madrid se produjeron
dificultades a consecuencia de las bajas tem-
peraturas. Anteriormente el Ayuntamiento en
algunos pueblos era responsable del servicio
y los vecinos podían dirigirse a él para resol-
ver los problemas, pero ahora las competen-
cias han sido transferidas al Canal de Isabel II.
Y ponerse en contacto con esta entidad pro-
duce otra original sorpresa que añadir a las que
vengo comentando. Al teléfono responde una
voz femenina muy agradable y bien modula-
da. Más o menos dice, cortesmente: «Aquí el
Canal de Isabel II, tenemos mucho gusto en
ponernos a su servicio, nuestro horario es de
lunes a viernes de nueve de la mañana a ocho
de la tarde». Y, seguidamente, cuando el an-
sioso de agua quiere tomar la palabra, corta la
comunicación, dejándole como único resulta-
do el recuerdo de la dulce voz. Me explican
gentes introducidas en los entresijos de la Co-
munidad de Madrid, que ahora el Canal, de-
pendiente de la Comunidad, es utilizado por
ésta para diversas operaciones ajenas al sumi-
nistro de agua y ya no tiene tiempo y medios
para atender a la que era su importante fun-
ción. Pero esta situación todavía se deteriora
más, si el consumidor llama al servicio de bu-
tano y se encuentra, en los últimos días, sin el
consuelo de ninguna respuesta oyendo patéti-
camente su propia llamada sin que nadie, co-
mo un dios sordo a nuestras oraciones, se dig-
ne descolgar. ¿Habrá que llamar al teléfono de
la esperanza? Menos mal que vamos a enviar,
por fin, tropas a Afganistán, donde por cierto
están bastante peor, y ello enorgullece a nues-
tro gobierno, en línea con Mr Bush. 

CCaallooss  PPAARRÍÍSS