1994-09-19.EPOCA.ENTREVISTA AGT PILAR URBANO

Publicado: 1994-09-19 · Medio: EPOCA

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ENTREVISTA A ANTONIO GARCIA-TREVIJANO
EPOCA. 19.09.1994
PILAR URBANO
NACIO en Alhama de Granada el 18 de julio de 1927. Es notario, en excedencia. Tiene un afamado bufete de abogacía, en Madrid. Ha escrito varios libros de pensamiento político. Dentro de unos días publica otro: “Del hecho nacional a la conciencia de España”. Durante el franquismo luchó por la causa de don Juan de Borbón; por la libertad de expresión, en el diario Madrid: y, en la clandestinidad, trató de abrir cauces a la democracia, como miembro de la Junta Democrática.
Ahora su nombre aparece vinculado a una fantasmagórica “conjura” en la que él, supuestamente, sería el aspirante al “trono” republicano.
Mientras voy a su casa, en Somosaguas, me río pensando lo mal que custodian a su hombre los conjurados: no hay un solo guardaespaldas ni dentro ni fuera del chalé. Y también, lo poco que temen esta Operación República los del Gobierno: no he visto ni un policía, ni un coche K, ni mucho menos un coche Z, en toda la zona residencial.
El mismo García-Trevija no sale a abrirme la cancela.
-Yo creía que usted estaba al margen de la política...
- Yo lo que no estoy es de acuerdo con la sociedad política española que me ha tocado vivir: ni con la franquista ni con ésta felipista. No soporto a ninguna de las dos. Pero me molesta aún más esta apariencia de libertad que una dictadura declarada como era la de Franco. No me humilla que me pongan una pistola en el pecho, ni que la policía me detenga y me interrogue, ni que me lleven a la cárcel. Ahí mi auténtica libertad interior no está coartada. En cambio, es muy difícil sentirse libre en medio de una represión política moral como la que ahora vivimos. Los españoles tienen todas las libertades, menos una. Una, esencial. Sí, tenemos la libertad de asociación, de reunión, de expresión, de religión, de enseñanza... Muy bien. Pero no tenemos libertad política: el derecho de los ciudadanos a elegir no sólo a sus representantes en el Parlamento, sino también a su Gobierno. Y la facultad de elegirlo, controlarlo y deponerlo. En España no hay tal libertad. Y yo me siento humillado por vivir en esta farsa, en esta apariencia. Mi gran rebeldía es no votar. Nunca he votado: ni con Franco ni con González. Habría sido sumarme a la ficción, al engaño.
-¿Es usted republicano?
-La palabra ser es muy fuerte, afecta a la naturaleza. En ese sentido, puedo decir que soy un hombre, soy español, soy moreno... Incluso, soy demócrata, porque eso va en mis genes y no podría vivir sin democracia.
-Se lo preguntaré de otro modo: ¿preferiría usted, para España, una República a esta Monarquía?
-Para mí, el objetivo político prioritario es la democracia. Y no puede haberla si los dos poderes -Legislativo y Ejecutivo- no están separados desde su origen: por elecciones distintas, libres y directas. Si la Monarquía aceptara ese sistema presidencialista, en el que el pueblo elige directamente al jefe del Gobierno, me parecería estupendo. Entre una Monarquía parlamentaria, como la que hoy tenemos, y una República presidencialista, yo prefiero una República. El propio don Juan Carlos podría auspiciar la reforma de nuestra Constitución, para que España fuera una Monarquía presidencialista. Y eso sería muy bueno, porque la extrema debilidad de la Corona es estar sobre el polvorín de la corrupción que genera el actual Estado de partidos, el actual Gobierno.
No hay conjuras exteriores, ni interiores. El único peligro para el Rey es la corrupción de este sistema. Y la única cura es el presidencialismo.
-No le entiendo muy bien...
-En la realidad práctica, la soberanía no está en el pueblo, ni en el Parlamento: no hay soberanía nacional. Todo eso son cuentos para engañar a la gente. La soberanía nunca ha dejado de estar en el Poder Ejecutivo. Quien tiene el mando de la Policía y del Cesid; quien puede espiarnos a todos, organizar terrorismo de Estado, manejar fondos reservados, adjudicar obras públicas y conceder licencias de exportación; quien, además, financia los partidos políticos y tiene en sus manos el sistema bancario, ¡ése es el soberano! Y el pueblo no puede controlarle a través del Parlamento, ya que el jefe del Ejecutivo sale designado y respaldado por la mayoría de ese mismo Parlamento. ¿Cómo van a controlarle sus propios diputados, que dependen de él? La única manera de que el pueblo legitime y ejerza un control sobre aquel a quien entrega la soberanía es eligiéndole directamente.
Luego hay otra razón: la corrupción. Los enemigos del pueblo son los diputados, la clase política: los intereses de esa clase política son superiores y más importantes para ellos que los intereses de sus representados. Defienden su status por encima de su contrato.
-Dígame, ¿usted ha conspirado alguna vez?
-Sí. he conspirado seriamente, de verdad. Desde los años cincuenta yo viajaba a Es- toril y a Lausanne, y a París, en apoyo de don Juan de Borbón y para traer la democracia a España. Yo le apoyaba, porque él se había comprometido a hacer un referéndum sobre la forma de Estado, para que los españoles escogieran república o monarquía. Por eso nos llevábamos tan bien. Conspiré en favor de don Juan, durante quince años. En 1967, cuando supe por un emisario de don Juan que Franco había tenido una lipotimia con pérdida del conocimiento estando de cacería en Cazorla, moví todos mis resortes -entre banqueros, empresarios y hombres de negocios;- para hablar, uno por uno, con los jefes militares que tenían el mando de la Seguridad, de la Guardia Civil, de Gobernación, del Ejército, del Estado Mayor: Alonso Vega, Barroso, Diez Alegría... “Si muere Franco -les dije-, ustedes envían un avión militar a Estoril para que traiga a don Juan. Y él preside el entierro”. Una cosa tan simple fue aceptada por todos.
-Cuando, dos años después, Franco designa sucesor al Príncipe Juan Carlos, se acaba la conspiración: ya no hay más que la acción clandestina, pero no conspiratoria, para derribar al Régimen. Y entonces es cuando formamos la Junta Democrática.
Ahí funcionaba usted por libre, sin partido político...
-Sí, por libre. Conmigo estaban los demócratas independientes, como Rafael Calvo Serer. Yo siempre he desconfiado de los partidos.
-Eso le sitúa a usted fuera de lo, Constitución...
-Quiero matizar. Como demócrata, sé que los partidos son imprescindibles para la pluralidad parlamentaria. Pero me parece que en España los partidos son interesantes sólo para los que mandan, no para los militantes de base. Desconfío de todo grupo que piense en plural. El pensamiento es individual, así como la acción es plural. No soporto que un partido me imponga un pensamiento colectivo.
-Pero usted ayudó a financiar el Partido Socialista de Andalucía, consiguiendo dinero de Gadaffi...
-No. Yo soy muy amigo de Alejandro Rojas Marcos y de Miguel Angel Arredonda; pero jamás he estado con Gadaffí. No le conozco.
-Y, recientemente, en estos días, ¿ha conspirado usted?
-No. La acción conspiratoria requiere secreto y que sean muy pocos los que estén enterados. Yo expongo mis ideas en público, en los artículos que edita El Mundo\ o ahora mismo, charlando con usted, y con una grabadora sobre la mesa. Si a esto que yo hago con luz y taquigrafía alguien lo llama conspiración, o conjura, o confabulación, es que está loco. Eso no puede provocar más que risa. Lo triste es que la payasada que contó el señor Vilallonga en La Vanguardia haya sido tomada en serio y reproducida en El País y en los doce periódicos de Colpisa. Por un elemental respeto a la inteligencia, he de pensar que los directores de esos periódicos saben que todo esto es un falso montaje. Ahora bien, el inventar que “hay una conspiración para derribar al Rey y traer una República” es, en sí mismo, un hecho político. ¿Qué intención tienen quienes lo lanzan?
-¿Quiénes lo lanzan?
-El Gobierno. Y por noticias -no directas- parece que tanto Serra como Solana lo comentaron a algunos periodistas, quizás esperando que le hicieran caso y lo transmitieran a su vez. Por último el propio presidente del Gobierno, sabiendo que eso es mentira, que es una patraña, no sólo no lo desmiente, sino que lo alienta y sigue hablando de ello en unas amplias declaraciones a El País. El Gobierno está interesado en mantener ese “peligro”.
-¿Por qué?
-Porque se sienten inseguros, están asustados. El miedo del Gobierno de González es el miedo italiano: el de las mafias cuando están cercadas por la investigación. Este Gobierno está aterrorizado por la investigación de los periodistas libres. Y ese terror lo echan contra el pueblo, inventándose un “gran peligro”, una conjura que apunta más alto, más arriba, contra el Rey. De ese modo, hacen que la figura del Rey les arrope a ellos y les tape su corrupción. Quieren implicar al Rey en su propia corrupción.
-Hay una tesis circulando que viene a decir: a fuerza de criticar al Gobierno, acabarán cargándose al Rey. ¿Percibe cierto afán del Gobierno por que se le identifique con la Corona? Algo así como un enroque al revés: que en vez de proteger el “caballo” al “rey”, sea el “rey” quien proteja al “caballo”...
-Sí, eso es así. Por una parte, el Gobierno de González quiere unir y hasta identificar sus intereses con los del Trono, buscando una protección. Es lo mismo que hizo Walpole en 1714 en Inglaterra.
-Pero hay que tener el valor de decir que también el Rey tiene una gran responsabilidad en que se dé esa identificación, porque ha consentido en un dicho tonto, ridículo, que se repite desde Alfonso XIII: que las monarquías no están consolidadas hasta que no gobiernan los socialistas. A lo largo de estos doce años, don Juan Carlos no ha impedido, no ha evitado la impresión de que él mismo es “partidario” del Gobierno de González. Así que es normal que ahora sufra también una erosión, si no se desmarca, si no se aleja de Felipe González. 
-Estos episodios me han recordado que ya el año pasado, en abril del 93, en plena campaña electoral, un periódico italiano, La Stampa, publicó una información muy perniciosa, titulando: “El PSOE ha encontrado un aliado: el Rey. Don Juan Carlos teme a la derecha”. Y que los intereses de la Monarquía se identifiquen con los del felipismo es gravísimo.
-Y bien, ¿por qué en esa falsa conjura aparece usted como “el elefante blanco”?
-Yo nunca he pensado, ni lo he dicho a nadie, que quiera ser presidente de la República. Ni he hecho movimiento alguno en ese sentido. Tampoco he dicho nunca que yo sea republicano. Me defino como demócrata. Pero pienso que mi nombre salta por la dichosa foto de este verano en Marbella, donde aparecemos Pedro Jota Ramírez, Luis María Ansón, José Luis Balbín, Julián Lago, Raúl del Pozo, Pablo Sebastián, Antonio Burgos, Antonio Herrero, Camilo José Cela y yo. Mi presencia ahí les inspira para darle cuerpo al montaje.
-¿Y qué hacía usted en esa foto?
-Me habían invitado a entrar en la Asociación de Escritores y Periodistas Independientes, para defender la libertad informativa frente al monopolio del Gobierno y a los oligopolios de Polanco. Y acepté, como aceptaron Gala y Umbral. La estratagema ya estaba montada para cargarse a El Mundo -y, ya le digo, Serra y Solana lo contaron antes a algunos periodistas- pero esa foto precipita el lanzamiento del infundio para abortar esa asociación de gente independiente y crítica, porque el mismo día que nos reunimos en Marbella, anunciamos que la Junta Fundadora se constituiría ahora, en septiembre. Han intentado desbaratarlo, quitarle credibilidad, hacer creer que se trata de algo nocivo que va contra el Gobierno.
-¿Y por qué eligen a Vilallonga como detonante?
-Porque está en Palma de Mallorca y, como ha escrito la biografía del Rey, eso hacía creíble su denuncia. Si la hubiera hecho otro, se habría visto la mano del Gobierno. Es lo que ocurrió cuando, poco después, salió el artículo de Ernest Lluch, remachando el tema. Han pretendido hacer creer que el Rey estaba detrás del escrito de Vilallonga. Pero Vilallonga ha sido utilizado por el Gobierno.
-¿Va a querellarse?
-Sí, contra Vilallonga, contra Lluch, contra La Vanguardia, y contra los periódicos que ha reproducido el artículo.
-¿Qué opina de Conde?
-Es un hombre inteligente y valioso. Pero no creo que tenga un papel que jugar en la política española. En otros campos de la sociedad civil, sí.
Dice González que existe “un proceso de deslegitimación institucional”. ¿A qué puede estar refiriéndose?
-Ésas son las palabras ininteligibles de su jerga habitual, con la que parece decir algo pero no dice nada. Aquí no hay más proceso de deslegitimación institucional que el de la corrupción que su estancia en el poder ha generado.
-Según usted, la espoleta que dispara todo esto es el miedo del Gobierno. Miedo ¿a qué?
-A que se sepan cosas. A que se conozca su corrupción total. A que la prensa independiente investigue y denuncie nuevos escándalos.
-¿Y eso podría socavar los cimientos del sistema?
-Sí. González y sus ministros temen lo ocurrido en Italia. Están bajo el “síndrome Craxi”.
-Pero... ¿de qué modo podría afectar a la Corona?
-Por la identificación que se ha venido dando entre González y la figura del Rey. Que yo no digo que exista, pero los ciudadanos lo perciben así: ven al Rey como la cobertura del felipismo. Si pronto, cuanto antes, no empezamos a ver al Rey alejado, a un abismo de distancia, del Gobierno de González, la situación que tiene es mucho más peligrosa de lo que creen quienes están en su entorno.
-Perdone, García-Trevija no, pero yo creo que usted exagera. La relación de Su Majestad con el presidente del Gobierno es la correcta, la oficialmente debida. Sin embargo, oyéndole, parece como si se pudiera producir un “contagio”. Llegados a este punto, tengo que preguntar: ¿cree usted que Felipe González es políticamente corrupto?
-Si González se ha enriquecido desde su cargo, yo no lo puedo saber. Pero ya es bastante grave que usted me pregunte eso, porque millones de españoles lo piensan. Desde el punto de vista político, esa misma sospecha sería suficiente para condenar a un gobierno. Ahora bien, lo que sí puedo decir es que González ha demostrado que no quiere acabar con la corrupción. Y no quiere porque no puede. Y no puede, porque la corrupción ha llegado a ser “factor de gobierno”: no sabe gobernar sin corrupción. Funcionan sobre clientelismos, sobre favoritismos, sobre dossieres y conocimientos que les suministran los empresarios y los bancos que van a ser favorecidos por el Estado. ¡Que se dejen de historias! ¡Aquí no hay más conspiración que la verdad, abriéndose paso para aparecer ante el público y que la gente sepa lo que hay! ■