1994-10-31.TRIBUNA.ENTREVISTA AGT FERNANDO VICENTE

Publicado: 1994-10-31 · Medio: TRIBUNA

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ENTREVISTA A ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
TRIBUNA. 31 OCTUBRE 1994
FERNANDO VICENTE
FOTO: CHEMA VEGAS
■ Protagonistas
ANTONIO GARCIA TREVIJANO
Notario y abogado en ejercicio, Antonio García Trevijano ha publicado un polémico ensayo de filosofía política para defender su idea de una España republicana. Afirma que ha escrito El discurso de la República en primera persona, como si se tratara de unas memorias, para que su libro «salga de los círculos académicos y sea atractivo para el gran público», y no, como apuntan sus críticos, porque pretenda ser el primer presidente de la República que propone.
«NO ACEPTO AL REY, LO ACATO PORQUE SI NO LO HAGO VOY A LA CÁRCEL»
■ 
—¿Se considera un revolucionario?
—Sí, porque quiero dar un giro de 180 grados a la situación política española.
—¿Con qué ayuda cuenta para ello?
—Con la de la opinión pública, por eso le doy tantísima importancia a los medios de comunicación.
—¿Para convencer a los españoles o para manipularlos?
—Al acto de presentación de mi libro acudieron 2.000 personas. Sin embargo, «El País» dice que asistieron seiscientas. Esa es la manipulación. Pero los que asistieron al acto tienen su propia opinión, que es más fuerte que la que reciben desde el Estado, el Gobierno y el periódico «El País». Por eso mi esperanza está en producir acontecimientos que den a los ciudadanos experiencias inmediatas y directas para que ellos se formen la opinión.
—¿Cómo pueden saber que lo que les propone no es otra manipulación?
—Como yo no busco el poder ni le pido nada al poder, como lo único que yo hago es producir acontecimientos, allá ellos con su conciencia crítica. Si son capaces de pensar, que piensen, y si no que sigan siendo esclavos. Yo no pido nada.
—Este verano, José Luis de Vilallonga denunció una conspiración para colocar a Trevijano de presidente de una nueva República. Dos meses después publica un libro titulado «El discurso de la República».
—Yo propongo la democracia, que es un procedimiento de abajo a arriba. Es imposible, de payaso, proponerte como presidente de algo que no depende de ti. Segundo, yo no tengo partido y defiendo la necesidad de los partidos, sin los que no concibo la libertad.
—Siempre puede crear un partido.
—Lo único que yo pretendo es convencer al mayor número de españoles de que este régimen no es democrático. Me da igual que me llamen soberbio y dogmático. Los españoles no eligen a sus diputados, ni controlan al Gobierno, porque ni lo nombran ni lo pueden quitar. Eso no es una democracia.
—¿Y cuál es su propuesta?
—Recoger firmas para aprovechar la Constitución, porque los españoles tienen miedo de romper la legalidad, y proponer la reforma de la ley electoral, de las autonomías y del régimen presidencialista. ¿De qué se me puede acusar si lo que pretendo es obligar al Gobierno a convocar un referéndum? Desde luego, si yo vivo y es necesario tomaré parte en el referéndum a favor de esas reformas, pero yo no pido nada para mí. ¿Qué puedo inspirar un movimiento? Ojalá.
—Por puro altruismo.
—Por puro altruismo, sí, por una esclavitud intelectual a la verdad. Por eso he escrito el libro, para decir la verdad.
—¿Parte de su verdad es lo que usted llama la «falsedad juancarlista»?
—¿Por qué se preocupan tantísimo los medios de comunicación, los partidos, la opinión oficial, de una crítica al Rey? Porque saben que se pone en juego su sistema de poder. Hablemos claramente: la oligarquía de los partidos, de la banca y de los medios de comunicación necesita al Rey como árbitro de la propia oligarquía. En la oligarquía es necesario un árbitro porque si no se destruirían entre ellos y esa es la función del Rey. Si toco la figura del Rey, la oligarquía se pone nerviosísima, es su clave, su sostén, su estabilidad.
—¿En qué consiste la monarquía republicana que propone en su libro?
—En que el presidente del Gobierno es elegido por sufragio directo, como en Estados Unidos.
-¿Y el Rey?
—Un símbolo, igual que ahora. Pero ya no es árbitro, ya no son los partidos, ya no es la banca.
—¿El siguiente paso es decir que ese símbolo no es necesario?
—Es evidente, pero allá los españoles. Si la monarquía sobra, pues que se vaya. Si a la gente le gusta tenerlo para que dé títulos de nobleza o para que represente a España en festivales o en olimpiadas, pues muy bien, a mí no me molesta.
— ¿Eso no es amagar y no dar?
—Ayer me preguntaron si yo acepto al Rey y dije que no, porque fue puesto por Franco. No lo eligieron los españoles, que votaron un plebiscito sobre una Constitución global en la que todo iba junto, y por tanto yo no lo acepto. Otra cosa es si lo acato. Lo acato porque, si no, voy a la cárcel, y lo digo claramente: moralmente no lo acepto, jurídicamente no tengo más remedio. Si eso es amagar y no dar, pues lo será, pero ojalá hubiera otros que amagaran.
—En definitiva, usted propone un régimen político copiado del sistema norteamericano.
—Sí, con un rey simbólico; un presidente del Gobierno elegido directamente por el pueblo; una cámara legislativa compuesta por diputados de distrito, en la que están presentes todos los partidos; y un poder judicial que no puede ser copiado del que existe en Estados Unidos, pero sí puede ser inspirado en esa dirección, aunque en esto hay que tener mucha paciencia y humildad.
—¿Por qué motivo?
—Porque en España hay una tradición de jueces como funcionarios estatales, mientras que en Inglaterra la tradición, que se trasladó a Norteamérica, es la de independencia frente a los reyes y el Estado. Ese origen distinto es el que hace que sea muy difícil que en España se toque el sistema judicial.