1999-06-04.CANARIAS7.ENTREVISTA AGT

Publicado: 1999-06-04 · Medio: CANARIAS7

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ENTREVISTA A ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
CANARIAS 7. 4 JUNIO 1999
GONZALO H. MARTEL 
Las Palmas de Gran Canaria
Antonio García Trevijano es uno de los más controvertidos protagonistas de la política española de las últimas décadas. Desde su etapa de enlace entre la Junta Democrática y los que auspiciaban el retorno de la Monarquía durante el régimen franquista hasta su discurso actual, en el que apuesta por un régimen republicano «en el que podría tener cabida un Rey», le ha dado tiempo de convertirse en uno de los más críticos analistas de la sociedad española actual. Anoche participó en un homenaje tributado en la capital grancanaria a su amigo, el magistrado José Joaquín Díaz de Aguilar, recientemente fallecido.
Usted viene a la capital grancanaria a participar en un homenaje al magistrado José Joaquín Díaz de Aguilar, con quien compartió experiencias e ideas que hoy resultarían poco convencionales. ¿Qué recuerdo le queda de la figura del magistrado?
- José Joaquín era monárquico, no monarquista. Lo conocí hace 45 años aquí, en Las Palmas. Para mí es un orgullo enorme haber disfrutado de su amistad y poder participar en este homenaje, porque era un hombre de un enorme talla moral, de una honestidad personal muy especial. Aparte de coincidir en muchas cuestiones políticas, la unión nuestra estaba fundada en la amistad. Estuvimos juntos en la experiencia de la Junta Democrática, pero nuestras relaciones estuvieron siempre más condicionadas, más motivadas por las condiciones humanas, porque nos hicimos grandes amigos. Bertrand Russell citaba el ejemplo de Tom Paine, que consiguió la enemistad de los tres hombres más poderosos de su tiempo (Pitt, Napoleón, Robespierre, incluso de George Washington), porque estaba convencido de que los grandes hombres se miden por el tamaño de sus enemigos, no por sus amigos. La vida ha tenido con José Joaquín la injusticia de no haberle dado enemigos de su talla. Los que tuvo son tan mediocres, tan pequeños, que no le han hecho justicia a su figura. Muchas personas que no estaban de acuerdo con él no lograban hacerse con su amistad porque no sabían ver detrás de su bondad natural un carácter serio, una voluntad seria como la que tenía. Así que no tuvo enemigos de verdad
Usted viene de una época en la que el peso de las ideas en la vida pública era más importante que ahora.
Mi vocación política nadó de una hostilidad visceral a la dictadura. En un país que Franco dominó de una manera tan absoluta, sólo se podía combatir con las armas o con ideas. Yo vengo de una generación que creía, y sigue creyendo, que lo fundamental de la política es la aportación de ideas, es la cultura. Es más, lo que se llama ideología es una creación de la sociedad civil. Yo soy fundamentalmente un hombre de la sociedad civil, no de Estado.
Ni siquiera es usted un hombre de partido.
Por la misma razón. Un partido tiene que ser estatal, están financiados por el Estado, cobran del Estado y quieren el poder del Estado para siempre, aunque luego lo echen. Y si uno es un hombre que defiende los valores culturales, es imposible que esté en un partido.
Usted ha sido testigo de distintas etapas de la historia reciente de España. ¿Cuál es su valoración de! estado actual de la sociedad civil, de este fin de siglo?
Yo conocí todas las luchas contra el franquismo, luego vino la transición, que se puede dividir en tres etapas; la primera o fundadora, es la que destroza las ideas, la que desarma el porvenir. La etapa del consenso, de los pactos de La Moncloa. con Suárez, Felipe y Santiago Carillo, fue un periodo en el que se acabó con la posibilidad de que la política fuese una actividad noble, y se lanzaron a ocupar cargos, puestos. Esa etapa dura hasta Felipe González. La segunda etapa es la de la corrupción, que es consecuencia de la anterior. Cuando el PSOE llega al poder, ya no hay ideales, no es un partido socialista; es un partido que quiere gobernar, y aprovecharse del Estado de la misma manera que la derecha anterior. No es que estén más corrompidos que los de antes; es que se deslumbran al contacto con la riqueza, con las alfombras, con los restaurantes de cinco tenedores... Y la tercera etapa es la de la reacción, la del miedo a la imagen de la corrupción, que es en la que estamos. Aznar llega al poder por la corrupción, si no, no hubiera llegado. Pero llega con un miedo enorme, se han exacerbado los controles, no para que no haya corrupción, sino para que no salga a la luz pública. Junto a ese fenómeno, resulta que en esta etapa triunfa el partido que debería gobernar desde las ideas más centralistas, españolistas, y sin embargo llega más lejos que Felipe González en los pactos con los nacionalistas. Los que hemos estudiado historia sabemos que la búsqueda de la identidad no es la causa de los nacionalismos; es un pretexto para fortalecer su poder. Así que en esta etapa, lo que se demuestra es que para mantenerse en el poder, se pacta lo que sea, sin medir las consecuencias. Los errores de Aznar en este punto son de largo plazo. En España, hoy, sólo tienen ideología Anguita y los nacionalistas Pujol y Arzalluz, que son real-mente extremistas, que saben muy bien lo que quieren. Y de ideas estamos peor que nunca.
Eso coloca a España en un momento delicado, en crisis.
No está peor de lo que estaba con Felipe González o con Suárez; es que ahora se están recogiendo los frutos de lo que se sembró entonces. Y como no se remedie, esto irá cada vez a peor, puede acabar en una auténtica tragedia nacional. Esto lo dije ya desde que se hizo la Constitución, que ni la acato siquiera. Y no está pasando nada nuevo; sólo pasa lo que tenía que pasar. En el País Vasco, la situación es gravísima.
Ese discurso es contestado en algunos foros con el proceso de integración europea, que ejercería como amortiguador de las tensiones nacionalistas.
Europa jamás aceptará un régimen que no sea representante de los Estados. Sueñan, Pujol y Arzalluz, con hacer una Europa de las naciones sin Estado, y eso jamás será admitido.
Usted defiende un sistema republicano.
Lo que yo propongo es bastante sencillo de entender; que al presidente de todos los españoles lo tengan que elegir por votación directa todos los españoles. Eso produce una unión tan grande, como ocurre con el patriotismo de los Estados Unidos, que ya no importarían otras cosas. Con la Monarquía, eso no ocurre. Yo no me opongo, para combatir el nacionalismo, a que la Monarquía pueda favorecer un proceso presidencialista. Lo que hay que garantizar es que los poderes estén divididos, para que haya verdadera democracia. Desde que en el Parlamento, los miembros del Gobierno votan leyes que ellos mismos aplican, ahí empieza la corrupción. Un régimen sólo es constitucional, democrático, cuando garantiza la división de poderes. Y no hablemos del problema de la moralidad pública, de la ética. La corrupción no tiene arreglo con esta Constitución.
¿Estamos, pues, ante una sociedad sin solución?
Al contrario. Esta realidad hay que seguir mirándola como algo que tiene arreglo, con optimismo. Lo demás es producto de la mediocridad. España puede estar mejor de lo que está.